Inédito proceso casi 100 años después de los hechos. “No se pudo hacer justicia antes porque el mismo Estado que ordenó la represión, fue quien se encargó de silenciar los hechos”, dijo el Fiscal Carniel a DW.
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"Arrasaron con todo. Murieron ancianos, niños, mujeres embarazadas que querían trabajar y estar en paz”, sostuvo en su testimonio grabado poco antes de morir Melitona Enrique, del pueblo qom y sobreviviente de la masacre.
"No les dejaron enterrar cristianamente a sus seres queridos. Bajaban pájaros que se comían los cadáveres. Es algo muy triste esta historia, por eso no quiero ni hablar. A los caciques les sacaron los testículos, las orejas y los hicieron trofeo”, sostuvo luego Mario Irigoyen, descendiente directo de las víctimas.
Los hechos ocurrieron hace casi 100 años, y hoy, por fin, están siendo juzgados. Se trata de un proceso sin precedentes en el país: el Juicio por la Verdad, que busca determinar las responsabilidades en torno a una de las mayores matanzas cometidas contra pueblos originarios en la región.
"Los acontecimientos fueron declarados como constitutivos de delitos de lesa humanidad y, por lo tanto, imprescriptibles”, explicó el fiscal general federal de Resistencia, Federico Carniel, en entrevista exclusiva con DW.
"Lo que se busca no es una decisión punitiva contra alguien, ya que (los perpetradores) están todos muertos, sino una decisión jurídico-penal que fije las responsabilidades de esta masacre: quiénes dieron las órdenes, quiénes las ejecutaron, y, fundamentalmente, quienes fueron las víctimas”, indicó a este medio el fiscal a cargo de la acusación.
La masacre
El 19 de julio de 1924, en la norteña provincia argentina de Chaco, fuerzas de seguridad del Estado asesinaron a varios centenares de indígenas de los pueblos qom (tobas) y moqoit (mocovíes), que pedían mejores condiciones de vida y reclamaban por el maltrato laboral.
"Los pueblos indígenas, que ancestralmente tenían un estilo de vida nómade, y se proveían de sus alimentos de la caza y de la pesca y la recolección de frutos, fueron encerrados en lo que se llamaban 'reducciones', y obligados a trabajar la tierra recibiendo una compensación miserable. Ante lo cual, frente al reclamo, la respuesta estatal fue una masacre”, describió los hechos el fiscal.
"Cuando los indígenas ingresaban a la reducción, se les entregaban instrumentos de labranza, ropa, y automáticamente eso les generaba una deuda con el almacén y con la administración, que generaba una gran presión sobre las familias indígenas”, explicó durante el Juicio el historiador Marcelo Musante, integrante de la "Red de investigadores en genocidio y política indígena".
"Todo lo que producían se lo entregaban al administrador. También se les descontaba la comida. Solamente podían gastar en el almacén de la reducción”, agregó el investigador. "Las reducciones fueron un sistema de explotación laboral”, indicó.
Recuerdos traumáticos: caramelos hacia la muerte
Rosa Grilo, integrante del pueblo qom y de 114 años en la actualidad, es la única sobreviviente de la masacre aún viva, y su testimonio, grabado hace ya algún tiempo en el patio de su casa, ha sido parte fundamental en el actual proceso.
"Yo era niña, pero no tan chica, por eso recuerdo. Cuando la reducción, mi abuelo cazaba cualquier bichito para rebuscarse. Es muy triste para mí, porque mataron a mi papá y casi no me quiero acordar, porque me hace doler el corazón”, dijo en su testimonio.
"Un avión de arriba tiraba bolsas y caían al piso y ahí los mataban. Mi abuelo y mi mamá gritaban. No sé por qué mataron a muchos niños y grandes, fue mucho el sufrimiento", compartió emocionada.
Efectivamente, el relato de sobrevivientes y numerosos investigadores, da cuenta de la participación en la matanza de un avión que sobrevolaba la zona y desde el cual eran arrojados caramelos, para que los niños salieran a buscarlos, y revelaran así dónde se hallaban sus familias.
De acuerdo con los relevamientos recabados por la fiscalía,durante 45 minutos la Policía descargó más de 5 mil balas de fusil sobre la población de Napalpí. Las víctimas fueron estimadas en 400. Unos 38 niños lograron escapar de la matanza, pero luego al menos la mitad fueron entregados como sirvientes, mientras que el resto murió en el camino. Solo quince adultos lograron sobrevivir.
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¿Por qué recién ahora?
"No se pudo hacer justicia antes porque el mismo Estado que ordenó la represión, fue quien se encargó de silenciar los hechos, a través del terror para con las comunidades indígenas y a través del silencio ante el resto de la sociedad”, indicó Carniel.
"Los testimonios de los sobrevivientes y sus descendientes revelan que en la comunidad no se hablaba de este tema y que en las familias se les enseñaba a los niños a no hablar de estos hechos”, apuntó en el mismo sentido la doctora en Historia Mariana Giordano, experta en el tema, en diálogo con DW.
"Fueron las generaciones más jóvenes, quienes comenzaron a romper con esa barrera del miedo e iniciaron procesos de construcción de memorias locales, visibilizando el tema”, indicó Giordano, testigo de conocimiento del caso.
En especial, fue el historiador qom Juan Chico (fallecido por Covid en 2021 y cuyo testimonio grabado se escuchó en la sesión de apertura) quien, a partir de los relatos de su abuela, empezó a investigar los hechos y recolectó testimonios y evidencias, que permitieron empezar a romper el silencio histórico sobre lo ocurrido.
"Se trata de conocer la verdad de lo acontecido para la reivindicación de la memoria de los pueblos, para calmar las heridas, para reparar, como una forma de acción positiva. Pero también para activar la memoria y generar conciencia colectiva (en el sentido) de que las grandes violaciones a derechos humanos no deben volver a repetirse”, señaló la jueza Zunilda Niremperger, al dar formalmente inicio al Juicio el pasado de 19 de abril.
Con la etapa de recolección de testimonios finalizada, este jueves 19 de mayo se conocerá el veredicto. (ms)
La diversidad de los pueblos indígenas en América Latina
Según datos de UNICEF, en América Latina existen actualmente 522 pueblos indígenas. México, Bolivia, Guatemala Perú y Colombia aglutinan el 87% de los pueblos indígenas de América Latina y el Caribe.
Imagen: Christopher Pillitz
Amazonia, fuente de diversidad
Según el Atlas Sociolingüístico de Pueblos Indígenas en América Latina de UNICEF, la Amazonia es la región con mayor diversidad de pueblos indígenas (316 grupos), seguida por Mesoamérica, la cuenca del Orinoco, los Andes y la región del Chaco. Brasil (foto) es el país con más diversidad de pueblos indígenas con un total de 241. Colombia es el segundo con (83), seguido por México (67) y Perú (43).
Imagen: DW/T. Fischermann
Diversidad de pueblos y lenguas
Cinco pueblos agrupan varios millones de personas: Quechua (foto), Nahua, Aymara, Maya yucateco y Ki'che; y seis aglutinan entre medio y un millón de habitantes: Mapuche, Maya q'eqchí, Kaqchikel, Mam, Mixteco y Otomí. Cerca de una quinta parte de los pueblos indígenas perdió su idioma nativo en las últimas décadas. De 313 idiomas indígenas, el 76% es hablado por menos de 10.000 personas.
Imagen: picture-alliance/Robert Hardin
Cada vez más urbanos
Aunque más del 60% de la población indígena de Brasil, Colombia, Ecuador, Honduras y Panamá todavía vive en zonas rurales, más del 40% de la de El Salvador, México y Perú reside en áreas urbanas. En Chile (foto) y Venezuela, la población que vive en ciudades supera el 60% del total. Éstos tienen 1,5 veces más acceso a electricidad y 1,7 veces más acceso a agua corriente que los de zonas rurales.
Imagen: Rosario Carmona
Conviviendo con la pobreza
Según un informe del Banco Mundial, la pobreza afecta al 43% de los hogares indígenas, más del doble de la proporción de no indígenas. El 24% de todos los hogares indígenas vive en condiciones de pobreza extrema, es decir 2,7 veces más que la proporción de hogares no indígenas. En 2011, en Guatemala, tres de cada cuatro habitantes de zonas con pobreza crónica pertenecían a un hogar indígena.
Imagen: picture-alliance/Demotix
Educación superior: un privilegio para muy pocos
El reporte del Banco Mundial 'Latinoamérica indígena en el siglo XXI' apunta que la finalización de estudios primarios entre indígenas urbanos es 1,6
veces mayor que entre los que habitan en zonas rurales, mientras que los que terminan la educación secundaria es 3,6 veces mayor y los que cursan estudios superiores es 7,7 veces mayor. El acceso a la universidad es un privilegio para muy pocos.
Imagen: Uskam Camey
Brecha digital: exclusión social
A pesar de la aparente familiaridad de este miembro de la tribu Kayapó (Brasil) con la tecnología, los miembros de pueblos indígenas no se han beneficiado de su masificación. Estos tienen cuatro veces menos acceso a internet que los no indígenas en Bolivia y seis veces menos acceso en Ecuador. Asimismo, los indígenas tienen la mitad de acceso a un computador que los no indígenas en Bolivia.
Imagen: AP
Implicados en la vida política
Los pueblos indígenas participan activamente en la vida política de sus comunidades, ya sea a través de parlamentos locales o nacionales, en los municipios o a nivel estatal. Sus líderes están involucrados en partidos políticos nacionales o han creado sus propios partidos. Así, existen partidos indígenas muy influyentes en Bolivia y Ecuador, pero también en Venezuela, Colombia y Nicaragua.
Imagen: Reuters/J. L. Plata
Empoderamiento ciudadano
Con una población de más de 800.000 habitantes, principalmente de origen aymara (foto), El Alto (Bolivia), comenzó a organizarse en juntas vecinales. A través de éstas, exigieron tener acceso a sus propios recursos financieros y ejercer control sobre ellos. Las Juntas se crearon con el objetivo de que éstas planificaran, financiaran y construyeran infraestructura básica y proporcionaran servicios.
Imagen: picture-alliance/dpa/EPA/BOLIVIAN INFORMATION AGENCY
Protección vulnerada
Cerca del 45% de cuenca del Amazonas está protegida en el marco de diversas formas legales. A pesar de que 15 de los 22 países de la región han ratificado el Convenio Nr. 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a menudo se vulnera el proceso de Consentimiento Libre, Previo e Informado (CLPI) que pretende garantizar su participación en cambios que pueden afectar su estilo de vida.
Imagen: Survival International
Indígenas en el punto de mira
Los representantes de pueblos indígenas son víctimas de criminalización y hostigamiento y suelen sufrir amenazas, violencia e incluso la muerte al posicionarse en contra de la instalación de grandes infraestructuras en su territorio. En la fotografía, miembros de las comunidades indígenas en contra del proyecto hidroeléctrico Las Cruces, ubicado en el río San Pedro Mezquital, en Nayarit (México).
Imagen: AIDA/C. Thompson
Minería: fuente de conflictos
La minería también es una amenaza para los pueblos indígenas y provoca migraciones y conflictos. Se calcula que una quinta parte de la cuenca amazónica tiene potencial minero: 1,6 millones de kilómetros cuadrados, 20% de los cuales están en tierras indígenas. La extracción ilegal de oro también se ha propagado en la región, provocando deforestación, contaminación de los ríos y violencia.
Imagen: Jorge Mario Ramírez López
Defendiendo el territorio
Los Munduruku (foto), que cuentan con una población de entre 12.000 y 15.000 personas que viven en la orilla del río Tapajós, en los estados de Pará, Amazonas y Mato Grosso (Brasil), sufren el peligro de ambas actividades. Durante tres siglos, han tratado de demarcar oficialmente su territorio, una área de 178.000 hectáreas amenazado por actividades de extracción y proyectos hidroeléctricos.
Imagen: DW/N. Pontes
Socios clave en la lucha contra el cambio climático
El reconocimiento y la protección de los territorios indígenas es una estrategia eficaz para prevenir la deforestación y combatir el cambio climático. Entre 2000 y 2012, la deforestación en la Amazonia brasileña fue de 0,6% dentro de los territorios indígenas protegidos legalmente, mientras que fuera llegó al 7%, lo que produjo 27 veces más emisiones de dióxido de carbono.
Imagen: Ádon Bicalho/IPAM
Los grandes desconocidos
Algunas comunidades indígenas siguen negándose a tener contacto con el mundo exterior y viven en áreas aisladas, usando lanzas y dardos envenenados para cazar monos y aves. Es el caso de los Waorani (foto) que viven en la selva amazónica, en Ecuador. En las últimas décadas, muchos de ellos han pasado de vivir como cazadores a asentarse en el Parque Nacional Yasuní.
Imagen: AP
Contacto mortal
Lamentablemente algunos de los que han sido contactados han sufrido las consecuencias. Los indígenas matsés o “mayorunas” que viven en la ribera del río Yaquerana, en la frontera entre Brasil y Perú, conocidos como “el pueblo del jaguar" (foto) fueron contactados por primera vez en 1969. A raíz de este encuentro muchos murieron por enfermedades como tuberculosis y hepatitis.