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Armas fáciles y odio social

14 de diciembre de 2011

Después de la matanza de Lieja el martes 13 de diciembre, que dejó 5 muertos y más de 120 heridos, el tono de la pregunta aumenta: ¿cómo ha sido posible?

Lieja, de luto tras la matanza.Imagen: dapd

Antes de matarse con un tiro en la sien, Nordine Amrani dejó un saldo cruento: cuatro muertos -un bebé de 18 meses, dos adolescentes de 15 y 17 años y una mujer de 45-y  122 heridos, cinco ellos todavía entre la vida y la muerte. La ciudad de Lieja, y Bélgica toda, está consternada por la matanza ocurrida el martes (13.12).  ¿Cómo es posible que suceda algo así? ¿Por qué alguien que tiene tras sí una condena por poseer armas ilícitamente puede andar suelto sin control?, así las cuestiones que se plantean en los medios belgas.

El perfil de un criminal

Nordine Amrani -que nació el 15 de noviembre de 1978-  era belga de origen marroquí; al quedar huérfano a temprana edad, tuvo que enfrentarse a la vida solo muy pronto. Su acta judicial es voluminosa: los primeros documentos son fallos del tribunal de menores y del correccional. En 2007, la policía descubrió en su casa un arsenal con más de 9500 piezas de recargas de ametralladoras silenciosas y varios fusiles. También encontraron 2800 plantas de cannabis. Condenado por ello a cinco años y medio de prisión, Amrani fue puesto en libertad condicional en 2010. En repetidas ocasiones fue amonestado por las autoridades debido a “comportamientos inmorales”. En el día de la matanza estaba convocado a una audiencia en la policía. Una cita a la que no acudió.

Según publica el diario belga Het Laatste Niews, los vecinos de Amrani sabían que era una persona conflictiva, sin quitar que cuando estaba de buen ánimo era muy amable. Conocidas eran las disputas con su novia, una enfermera, a quien la noche anterior habría hecho un giro de todo el dinero con el que contaba.

La Policía selló la entrada de la casa en donde fue encontrada la primera víctimaImagen: dapd

Soldador de profesión y mecánico hábil, Amrani había comenzado a trabajar tan pronto salió de la prisión. “Era capaz de desmontar un auto y de volver a armarlo con los ojos cerrados”, cuenta a la agencia afp quien fue su abogado defensor añadiendo que el susodicho se sentía hostigado por la policía.

“Tenía la impresión de haber pagado su deuda con la sociedad, pero que toda su vida lo iban a perseguir por sus antecedentes”,  cuenta el jurista quien, por casualidad, lleva el mismo apellido que el criminal. “Amaba las armas de fuego, es verdad, pero era un hombre calmado; debe habérsele fundido un fusible”, agrega.

Demasiadas armas en circulación

Aunque la normalidad ha retornado aparentemente al centro de populosa ciudad de las Ardenas, sube el tono de la pregunta básica: ¿Cómo es posible que suceda algo así? ¿Cómo es posible que una persona posea tantas armas ilegalmente?

El ministerio del Interior confirma que, efectivamente, hay muchas armas en circulación. Casi un millón de armas registradas existen en este momento en Bélgica. Hasta el año 2006 era muy fácil adquirir armas de caza; sólo para armas de guerra era necesaria una autorización. En ese momento, las autoridades calculan que existían unos dos millones en circulación, menos de la mitad estaban registradas. Las granadas de mano, como las usadas en la matanza, están prohibidas para uso privado.

No obstante, a pesar de la ley, la radio belga afirmaba pocas horas después de los acontecimientos de Lieja que sigue siendo fácil adquirir armas en el país y ponía ejemplos de anuncios de compra/venta. ¿Se explica así que un soldador contase con ese vasto arsenal y con el fusil de tirador de élite con el que ejecutó la masacre?

Odio social

Por otro lado, en el caso de Amrani se repite el cuadro de anteriores asesinos en serie: el deseo de venganza hacia la sociedad es el móvil; no se sienten reconocidos. Su actual abogado defensor, Jean-Francois Dister,  afirmó por su parte a medios belgas que la víspera Amrani estaba sumamente nervioso por la comparecencia ante la Policía y que se sentía acosado sin motivo.

Autora: Mirra Banchón
Editor: José Ospina-Valencia

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