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“Medicina mortal”: una exposición muestra otra cara del delirio nazi

lbm25 de febrero de 2009

El programa se camufló bajo el eufemístico nombre de “eutanasia”, cuando el título adecuado hubiera sido asesinato: discapacitados, enfermos y miembros de minorías fueron víctimas por cientos de miles del racismo nazi.

Niños con deficiencias mentales: víctimas del racismo nazi. Internado de Rosenharz, 1930.Imagen: Stiftung Liebenau, Meckenbeuren
"¡Tú también cargas!": cartel propagandístico, Múnich, 1940.Imagen: USHMM

Se trataba de preservar la pureza la raza. La supuesta amenaza a los genes arios se argumentaba con extractos de diversas teorías que desde mediados del siglo XIX, principios del XX, entusiasmaban a los científicos de toda Europa. El darwinismo, la genética y el organicismo les sirvieron a los nazis para justificar cientos de miles de asesinatos, para otorgarle a la muerte un carácter de laboratorio clínico que la despojase de la emocionalidad propia del hecho de que, enfermas o no, se estaba tratando con personas.

“El nacionalsocialismo es la teoría aplicada de la raza”, cita Margaret Kampmeyer la definición de Erich Ristow, fechada en 1935. Kampmeyer dirige la organización de una muestra bautizada como “Medicina mortal. Delirio racista en el nazismo” y que podrá verse entre el 12 de marzo y el 19 de julio en el Museo Judío de Berlín.

Lo “improductivo” era asesinado

Estudios de genética en el Instituo Kaiser Wilhelm de Antropología, Berlín, 1928.Imagen: Archiv zur Geschichte der Max-Planck-Gesellschaft, Berlin

Los enfermos y los disminuidos psíquicos eran una carga para la sociedad, un lastre o, dicho con palabras nacionalsocialistas, “personas improductivas” que suponían un “costo” para el Estado sin otorgar nada a cambio. Los judíos y los gitanos eran seres inferiores, “no personas”, que ponían en peligro la pureza de la raza.

Estos últimos recibieron pronto un “trato especial”, consistente en la deportación y a partir de 1941 en la llamada “solución final”. Los primeros continuaron, desde que se proclamaran las primeras leyes raciales en 1933 hasta el final de la II Guerra Mundial, siendo víctimas de los programas de eutanasia y esterilización.

Tabla elaborada en 1910 para catalogar el color de los ojos humanos.Imagen: Galton Sammlung, University College London

Sólo en Alemania y Austria, 210.000 enfermos y discapacitados fueron asesinados entre 1933 y 1945 y se esterilizó a 400.000 pacientes. Igual que en la persecución de los judíos, también en esta tarea aplicaron los nazis todo el rigor germano: dependencias sanitarias públicas encomendadas con el “cuidado de la raza y la herencia genética” abrieron sus puertas, se acondicionaron centros para el alojamiento y posterior asesinato de los “socialmente innecesarios”, que fueron dotados con el personal médico correspondiente. En las matanzas masivas, los generales de las SS dejaron aquí paso a enfermeras y doctores.

Una muestra única

Transporte de pacientes del centro médico de Liebenau, 1940.Imagen: Stiftung Liebenau, Meckenbeuren (Oberschwaben)

La exposición “Medicina mortal. Delirio racista en el nazismo” llega a Berlín directamente desde Washington, donde fue presentada ya con gran éxito en el Holocaust Memorial Museum. Por primera vez, una muestra se dedica exclusivamente al destino de los discapacitados y enfermos durante el nacionalsocialismo, no sólo en Alemania sino también en los países ocupados por los nazis a lo largo del conflicto bélico.

“Medicina mortal” desgrana las teorías que sirvieron de fundamento ideológico a los hechos, saca fotos e informes médicos de los archivos y explica los detalles de terribles actos de inhumanidad como la llamada “Acción T4”: desde el número 4 de la calle berlinesa Tiergartenstraße se dirigió, entre enero de 1940 y agosto de 1941, una operación cuyo objetivo era la muerte de incapacitados y enfermos en diversos centros de asistencia médica del país.

La exposición da una visión amplia y a la vez abarcable de un capítulo del terror nazi durante largos años olvidado, pero no sólo eso. Los organizadores se han esforzado por no reducir la muestra a un mero listado de datos y, pese a la dificultad de reconstruir unos casos a menudo sólo tratados desde el punto de vista clínico, “Medicina mortal” da a conocer historias con nombre y apellidos, como la de Martin Bader, asesinado por haber enfermado de una especie de Párkinson que le impedía ejercer normalmente la actividad laboral.

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