El Mediterráneo ya no solo se relaciona con vacaciones sino con refugiados e ilegales. Las imágenes de gente encerrada en viejos botes, hacen ya parte del imaginario. Un recorrido con la Guardia Civil española.
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Quise enterarme personalmente de la situación. Por eso volé al puerto italiano de Catania. Al día siguiente abordo un barco de la Guardia Civil española. Acompaño a la misión Frontex de la Agencia Europea de Guardias de Fronteras en el Mar Mediterráneo.
Aquí parece como si la crisis de refugiados hubiera terminado: anclados en el puerto se ven barcos de las ONG humanitarias SOS Méditerranée y Médicos Sin Fronteras, así como barcos de la Guardia Costera italiana. Según Frontex, desde la segunda quincena de julio, han llegado a Italia menos refugiados de Libia o de Túnez. Durante los primeros siete meses fueron más de 94.000, lo mismo que hace un año. Y en las primeras tres semanas de este agosto, "sólo” habían llegado 3.000 refugiados, cuando un año antes llegaron 21.300 en el mismo período.
Historias de gente que paga con su vida
Rumbo a altamar, la tripulación me muestra imágenes de los rescates en los últimos meses de más de 1.000 náufragos en diez botes inflables. Barcos llenos de niños, mujeres y hombres asustados. Historias de gente que casi paga con su vida la esperanza de vivir dignamente.
El Río Segura es un barco de la Guardia Civil con siete años de edad y 73 metros de longitud, que no fue pensado para el transporte y alojamiento de más de 1000 personas. "El capitán sabía que era un riesgo subir a tantas personas a bordo, pero si no hubiera hecho los náufragos se hubieran ahogado”, recuerda el policía Juan Carlos Pérez Marfil.
Este barco es una muestra de cómo la experiencia con los inmigrantes también ha cambiado las labores de la policía. La Guardia Civil debe asegurar las fronteras españolas, detener a narcotraficantes y detectar a pescadores ilegales.
Pero desde el año 2000 miles de personas huyen en masa de África a España y la policía se convirtió, poco a poco, en un rescatista marino. Los buques se han adaptado a esta labor: áreas especiales y puertas que facilitan el rescate, grandes depósitos de chalecos salvavidas, baños adicionales. Condiciones que ya han llegado al límite en diferentes ocasiones en el Mar Mediterráneo, entre Sicilia y Libia.
La misión que acompaño lleva 21 horas de duración, cuando vemos un chaleco salvavidas flotando cerca de la isla de Pantelleria alrededor de las 9 de la mañana. Unos minutos más tarde, la nave reduce su velocidad. El capitán Francisco Alba Sánchez cambia de rumbo. La tripulación inspecciona la situación desde el puente. Utiliza radares y cámaras especiales apostadas en el mástil. Falsa alarma.
Después de diez minutos, el Río Segura retoma su curso. El destino es la frontera marítima internacional con Túnez. Allí los 33 hombres y una mujer se proponen patrullar. Alrededor del mediodía llegamos a la zona. Recorremos el área a 5 nudos de velocidad.
¿En dónde están los refugiados?
El rumor de supuestos botes con refugiados no se confirma. Regresamos a Trapani, en Sicilia. La tripulación está visiblemente sorprendida de que desde el comienzo de su misión, el 13 de julio de 2017, no han tenido que salvar a nadie más. Nadie sabe por qué. La portavoz de Frontex, Paulina Bakula, a bordo, habla de la creciente actividad de la guardia costera libia. También hay noticias de enfrentamientos armados cerca de la ciudad costera de Sabratah.
Desde Trapani regreso por tierra a Catania. El presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, se reúne con el director de Frontex, Fabrice Leggeri. Tajani dijo luego que habría que invertir miles de millones de euros en África para crear oportunidades para la gente en sus propios países. Y habla de la necesidad de cerrar el corredor a través del Mediterráneo. "Existe el riesgo de que los terroristas islámicos entren con los refugiados”, agrega.
Esta preocupación no parece encajar con la imagen de absoluta gratitud que el capitán de la Guardia Fronteriza española me había descrito el día anterior, cuando atracaba en el puerto con los mil salvados, los refugiados se pusieron de pie y aplaudieron. "Me erizo cuando lo recuerdo”, dice Sánchez.
Yo me erizo en el puerto de Catania, pero por otra razón: el Presidente del Parlamento Europeo declara la ruta de los refugiados como una puerta de entrada para los terroristas a Europa. Después de todo, esto significaría que las organizaciones de ayuda, marineros y guardacostas podrían potencialmente ayudar a un terrorista con cada ser humano que rescaten de las aguas.
Por supuesto, que eso no se excluye. Pero la imagen del presidente del Europarlamento parece distorsionada. Tan distorsionada como la reducción del número de refugiados. Todos saben que, en cualquier momento, pueden ser miles los que tengan que rescatar. El número de personas que esperan entrar a Europa es, sencillamente, demasiado grande.
Markus Böhnisch (jov/vt)
El destino de los refugiados: huir hacia una vida incierta
Las imágenes de las grandes masas de refugiados de camino hacia Europa en 2015 y 2016 dieron la vuelta al mundo. Nunca se había documentado de forma tan amplia el sufrimiento que implica el proceso de la huida.
Imagen: Getty Images/AFP/A. Messinis
El objetivo principal: sobrevivir
Un viaje vinculado a las penurias y a los peligros para el cuerpo y el alma: huyendo de la guerra y la miseria, más de un millón de personas, sobre todo de Siria, se pusieron en camino en 2015 y 2016 hacia Turquía y Grecia. En las islas de Lesbos, Quíos y Samos todavía aguantan más de 10.000 personas en los campamentos. Desde enero hasta mayo de 2017, llegaron más de 6.000 nuevos refugiados.
Imagen: Getty Images/AFP/A. Messinis
A pie hacia Europa
Millones de personas intentaron llegar en 2015 y 2016 a Europa Occidental desde Grecia o Turquía siguiendo a pie la ruta de los Balcanes a través de Macedonia, Serbia y Hungría. Las masas de gente disminuyeron cuando se canceló oficialmente esta ruta y muchos países cerraron sus fronteras. Hoy, la mayoría de los refugiados llega a través de otra ruta muy peligrosa, de Libia a Europa por mar.
Imagen: Getty Images/J. Mitchell
Conmoción mundial
La imagen del niño de tres años, Aylan Kurdi, muerto en una playa turca dio la vuelta al mundo, causando una gran conmoción. Las imágenes de dicha tragedia se hicieron virales y se convierton en el símbolo de la crisis de los refugiados sirios. Europa no debe mirar hacia otro lado, era el mensaje que aparecía en las redes sociales.
Imagen: picture-alliance/AP Photo/DHA
Caos y desesperación
Avalancha en el último minuto. Muchos sabían que su única vía de escape a través de Europa ya no estaba abierta, así que miles de personas intentaron desesperadas tomar trenes y buses abarrotados en Croacia. Unos días más tarde, Hungría también cerró sus fronteras. Al mismo tiempo, adecuaron contenedores, para que los refugiados pudieran quedarse hasta que llevasen a cabo su proceso de asilo.
Imagen: Getty Images/J. J. Mitchell
Ataques contra los refugiados
La irritación de la opinión pública fue enorme cuando una camarógrafa húngara puso una zancadilla a un hombre con su hijo en brazos, que intentaba cruzar un bloqueo principal en Röszke, Hungría, cerca de la frontera. En uno de los momentos más críticos de la crisis de los refugiados, en Alemania también aumentaron los altercados y ataques contra los refugiados.
Imagen: Reuters/M. Djurica
Fronteras cerradas
Cuando se cerró la ruta de los Balcanes en marzo de 2016, se produjeron muchos tumultos en las zonas froterizas. Miles de refugiados se quedaron atascados y la policía reaccionó de forma ruda. Muchos intentaron, como estos refugiados cerca de la frontera entre Grecia y Macedonia, evitar las fronteras, que se habían cerrado hacía poco tiempo.
Un niño bañado en polvo y sangre. La foto de Omran en Alepo, de cinco años de edad, dejó a la opinión pública en estado de shock y se convirtió en el símbolo de la crueldad de la guerra civil siria y la miseria del pueblo sirio. Un año más tarde, la red mostró nuevas fotos del menor en buen estado de salud. Los seguidores de Al Assad criticaron entonces que la imagen se usó como propaganda.
Imagen: picture-alliance/dpa/Aleppo Media Center
Incertidumbre en la nueva patria
Un hombre sirio carga a su hija, bajo la lluvia, en la frontera griego-macedonia, cerca de Idomeni. Espera encontrar seguridad para su familia en Europa. Según el Reglamento de Dublín, las solicitudes de asilo se deben procesar en el país de llegada de la UE. Muchos tuvieron que regresar al país de llegada. Grecia e Italia están sobre todo superados por la cantidad de solicitudes de asilo.
Imagen: Reuters/Y. Behrakis
Esperando el apoyo de Alemania
Alemania es el país de destino número uno de los refugiados, aunque su política de refugiados y de asilo se haya vuelto más restrictiva debido al gran flujo de inmigrantes. En Europa, ningún país ha acogido a tantos refugiados como Alemania: 1,2 millones. La canciller Angela Merkel se convirtió en un ícono para muchos de ellos.
Imagen: picture-alliance/dpa/S. Hoppe
Estado de emergencia en los campamentos de acogida
El campamento de acogida de refugiados en el norte de Francia, en Calais, fue desalojado. El lugar se incendió y las cerca de 6.500 personas tuvieron que ser evacuadas y ubicadas en otros centros. Medio año más tarde, los informes de organizaciones humanitarias aseguran que muchos menores siguen merodeando y viviendo en los alrededores de Calais.
Imagen: picture-alliance/dpa/E. Laurent
Ahogados en el Mar Mediterráneo
Las embarcaciones de salvamento marítimo civiles y estatales no paran. A pesar del peligro extremo que pueden correr sus vidas, muchos refugiados huyen de la pobreza o de la guerra en sus países con la esperanza de tener un futuro mejor en Europa. Solo en 2017, 1.800 personas han perecido en el viaje. En 2016, 5.000.
Imagen: picture alliance/AP Photo/E. Morenatti
Sin ley en Libia
Cientos de miles de refugiados del África subsahariana y de Oriente Próximo esperan en los campamentos de Libia para poder cruzar a Europa por mar. La situación en dichos campamentos es catastrófica, advierten las organizaciones humanitarias. Hay testigos que hablan de esclavitud y prostitución forzada. Y a pesar de todo, no dejan de soñar con Europa.
Imagen: Narciso Contreras, courtesy by Fondation Carmignac