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Merkel en Brasil: en busca de un acuerdo sobre biocarburantes

Luna Bolívar Manaut14 de mayo de 2008

Honores militares y tronar de cañones recibieron a Angela Merkel en Brasil. La canciller pisa ya suelo latinoamericano y su agenda incluye en posición destacada un acuerdo sobre biocombustibles muy criticado en Alemania.

Angela Merkel inicia en Brasil su gira por América Latina.Imagen: AP

En los años 90, cuando Angela Merkel visitó por última vez Brasil oficialmente, teorías de supuesta base científica que negaban el cambio climático todavía encontraban eco. Por aquel entonces, Merkel era ministra de Medio Ambiente en el gobierno de Helmut Kohl.

Una década después, Merkel regresa como canciller a la región y su tema recurrente es la necesidad de frenar el calentamiento global. De Berlín a Cabo Verde y de ahí hasta Brasilia, no ha se olvidado en ninguna ocasión de mencionar a la selva amazónica.

La canciller, Angela Merkel, con el presidente, Luis Ignacio Lula da Silva.Imagen: AP

“Pura hipocresía“, dice a DW-WORLD Andreas Bauer, experto del Instituto de Medio Ambiente de Múnich. Y no es el único que comparte esta opinión. Los biocombustibles no salvan árboles, sino todo lo contrario, advierten en una declaración organizaciones ecologistas y cristianas. Y sin embargo, con un pie en cada frente, Merkel se mantiene firme.

“Sería un error renunciar a la completa estrategia de la biogasolina”, dijo la canciller nada más aterrizar en la capital brasileña, “aún así, debe buscarse una vía que sea sostenible”. La senda pasa por el acuerdo sobre biocarburantes al que la canciller espera llegar con el presidente brasileño, Luis Ignacio Lula da Silva.

Desastre ecológico y social

“Con el boom de los biocombustibles, la industria y los grandes consorcios se han subido a la ola ecológica. Pero, en este caso, el prefijo 'bio' no tiene nada que ver con el desarrollo sostenible o con alguna forma de justicia medioambiental”, comenta Bauer.

"La biogasolina provoca hambre": manifestación en Berlín.Imagen: AP

Las buenas perspectivas de negocio con la biogasolina están ampliando, alentadas por las enromes inversiones, los monocultivos de plantas ecológicamente muy destructivas como la soja o la palma. Estas “monocosechas” de grandes dimensiones acaban con la biodiversidad, ahogan a los pequeños campesinos, emplean a los esclavos del siglo XXI y restan espacio a la producción de alimentos, se quejan grupos verdes y organizaciones de defensa de los derechos humanos.

“Brasil está lejos de respetar en la producción de biocarburantes niveles mínimos de protección ecológica y social”, recuerdan en su declaración las ONG a Angela Merkel. Lula rechaza las críticas. “Miente”, sentencia Bauer, “hay mucho dinero en juego y Merkel debería cuidarse de no caer en la manipulación de los datos. Información fidedigna no es lo que falta.”

“La caña de azúcar no ha llevado todavía a una tala de la selva brasileña, pero se siembra en el 'cerrado', que es una región muy sensible, valiosa y con una importante biodiversidad”, explica Bauer, “convertir esta zona en un monocultivo es un desastre ecológico igual que la deforestación. Los monocultivos nunca son sostenibles, y no estamos sólo ante un problema medioambiental, sino también social.”

No son la alternativa

Plantación de caña de azúcar en Capivari, São Paulo, Brasil.Imagen: Geraldo Hoffmann

Brasil se encuentra entre los principales productores de biocombustibles del mundo, y es el primer socio económico de Alemania en América Latina. La gira de Merkel por la región, aunque hayan pasado seis años desde que se dejara ver el último canciller, no empieza aquí por casualidad. Y sobre todo en materia energética tiene Merkel gran interés en una cooperación germano-brasilera: los alemanes venden tecnología nuclear, los brasileños suministran biocarburantes a buen precio.

En ambos puntos se firmarán acuerdos. Pero que la ministra de Medio Ambiente brasileña, una conocida defensora del Amazonas, haya presentado en un acto de protesta su dimisión irrevocable no calza con el ecologismo que se ha propuesto enarbolar Merkel. La renuncia de Marina Silva a su cargo es una “señal de alarma”, dice la canciller, y propone, como parte del tratado sobre biocombustibles, la creación de un grupo de trabajo que garantice la sostenibilidad en la producción de biogasolina.

Merkel en la presentación en Freiburg, Alemania, del biocarburante "Sundiesel".Imagen: picture-alliance/dpa

¿Puede la canciller imponer sostenibilidad a lo insostenible? “La pregunta es si realmente quiere. Los políticos alemanes cargan con el lastre de la industria automovilística, cuyo objetivo es sugerir al mundo que todo puede seguir como hasta ahora y que la movilidad es el primer derecho del ser humano”, critica Bauer, “pero esa época ha terminado. Las cosas no pueden seguir igual.”

“Es necesario un cambio de mentalidad”, continúa el experto, “Tenemos que fomentar las energías renovables, elaborar un nuevo concepto del desplazamiento, renunciar a un uso excesivo del coche, invertir en vehículos eléctricos, en transporte público… Todo lo demás no representa alternativa alguna. La transformación de las plantas en gasolina es ineficiente, la cantidad de CO2 que se ahorra es mínima y al mismo tiempo se requieren carburantes fósiles para llevar a cabo esa conversión. Los biocarburantes no son la alternativa.”

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