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Sociedad

#MeToo no es suficiente. ¡Digan sus nombres!

Sarah Judith Hofmann
18 de octubre de 2017

El hecho de que cada vez más mujeres compartan #MeToo, indica la magnitud mundial de las agresiones sexuales. Esto no cambiará nada mientras las mujeres no tengan el valor de nombrar a sus agresores, opina Sarah Hofmann.

La actriz Alyssa Milano inició la campaña #MeToo.
La actriz Alyssa Milano inició la campaña #MeToo. Imagen: Reuters/C. Allegri

Yo también cambié mi estado de Facebook. Ahora aparece #MeToo, como lo han hecho muchas amigas y miles de mujeres en el mundo. Es una señal de solidaridad hacia todas las que han hecho público que fueron acosadas sexualmente, presionadas o incluso violadas por el productor de Hollywood Harvey Weinstein. Se trata de animar a las mujeres que hasta ahora no han sido capaces de expresar lo sucedido ya sea por vergüenza o miedo a las posibles consecuencias.

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Si cada mujer que haya sufrido agresiones sexuales comparte #MeToo en las redes sociales, quedará en evidencia la magnitud de la violencia sexual contra las mujeres. Esa es la idea tras #MeToo. En este sentido, dicha campaña es todo un éxito. Según las estadísticas, tres de cada diez mujeres se han visto confrontadas con la violencia sexualizada o física en Alemania. Si miramos en estos días en Facebook y Twitter, es evidente que prácticamente todas las mujeres han sufrido alguna vez en su vida la agresión sexual, quizá también "solo” la verbal .

Sarah Hofmann, periodista en Tel Aviv.

¿Quién ha manoseado, amenzadado, violado?

Pero definitivamente tengo un problema con esta campaña, porque no va a cambiar nada. Mientras las mujeres (solo muy pocos hombres han compartido este hashtag) no tengamos el valor de actuar al respecto, los agresores podrán seguir en el anonimato . #MeToo puede significar todo: desde el acoso sexual verbal hasta la violación. Desde la agresión en el metro hasta el chantaje sexual del jefe. Sobre todo, #MeToo no tiene nombres. ¿Quién ha manoseado, amenazado, violado?

Hace años paseaba con una colega por el casco antiguo de Jerusalén cuando un joven de 12 o 13 años nos ofreció un atajo para mostrarnos la Vía Dolorosa. Nosotras aceptamos e hicimos bromas con el chico porque él sabía hablar bien inglés, pero me di cuenta de que íbamos en la dirección equivocada. Cuando le pedí explicaciones, me empujó contra la pared de una casa y me manoseó brutalmente entre las piernas. Todo sucedió tan rápido que mi única reacción fue vertir el agua de mi botella en su cara. Se echó a correr. Al final de ese desértico callejón había tres hombres jóvenes, aparentemente el motivo de nuestro "atajo”, así que también nos fuimos corriendo.

Tuve suerte. No he sido violada. Tampoco he sufrido nunca chantaje sexual por parte de un jefe. Pero hasta la actualidad, los callejones del casco antiguo de Jerusalén me siguen creando malestar. Me recuerdan la rabia que sentí por mí y por el agresor, porque fui tan tonta al no perseguirlo. Hasta hoy no he contado a mucha gente lo que me sucedió ese día.

¡Cuenten su historia detalladamente!

Me puedo imaginar lo que están viviendo las mujeres que después de una agresión sexual temen por su trabajo y todo lo que han cosechado laboralmente. En muchas partes de este mundo también temen perder su reconocimiento social, el "honor familiar”. Es totalmente comprensible que prefieran callarse.

Si usted ahora comparte #MeToo, puede ser el primer paso para llegar a la opinión pública. Cuantas más mujeres cuenten concretamente lo que les sucedió, podrán librarse mejor de la vergüenza. ¡Ustedes no son las culpables, queridas mujeres, los agresores son los culpables! Por lo tanto, cuenten sus historias en Twitter, en Facebook y a la Policía. Informen de todo muy detalladamente. Y si conocen el nombre de los agresores, díganlos. Solo entonces podrá cambiar algo.

Sarah Judit Hofmann (RMR/ER)