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“Mi papá alemán”: amor familiar y el tormento de un secreto

Felipe Espinosa Wang
28 de octubre de 2019

Entre su fascinación por los inmigrantes y la figura de su padre, Mónica Müller hace un terrible descubrimiento en medio de su reconstrucción: la relación de su familia con el oscuro pasado del pueblo natal de su padre.

"Mi papá alemán - una historia argentina", de la editorial Seix Barral (2018). Foto: Felipe Espinosa Wang
"Mi papá alemán - una historia argentina", de la editorial Seix Barral (2018)Imagen: DW/F. E. Wang

En su más reciente visita a Alemania, en Fráncfort, Colonia y Berlín, la escritora argentina Mónica Müller presentó su último libro "Mi papá alemán”, un emocionante ejercicio literario biográfico, que, más allá de ser una simple memoria, se adentra en el pasado oscuro familiar en el pueblo bávaro de Helmbrechts, sede de uno de los anexos del campo de concentración de Flossenbürg. Müller, quien de joven visitó los idílicos bosques del pueblo de su padre, décadas después desentrañaría un pasado nazi familiar; una historia envuelta entre la negación y el misterio. 

Inmigración

DW: En su libro usted indaga, entre otras cosas, sobre la identidad: la identidad suya y la de su familia en espacios geográficos y épocas diferentes. ¿Qué aprendió o cuáles son sus reflexiones sobre su identidad, sobre el concepto de identidad, en general?

Mónica Müller: En realidad, no busqué nada sobre la identidad. A mí me interesaba el fenómeno de los inmigrantes, y me intrigaba la historia de mi papá, quien no habló mucho de su llegada a la Argentina. Yo empecé ya muy grande, a partir de los 30, a intentar entender su compleja historia, que fue bastante tortuosa.

A los 17 años viajé por primera vez a Alemania, al pueblo de mi papá, a la casa donde nació, que es del siglo XIV. Ahí conocí a mi abuela, a mis tíos, y los lugares donde vivió. ¿Por qué se fue a los seis años del pueblo para vivir 50 años en la Argentina y luego regresar a la misma casa?

Así, por la fascinación que tengo sobre la vida de los inmigrantes, empecé a escribir y construir lo que era él. Para este momento, él ya vivía en Alemania y estaba muy viejo. Dos años después, tras su muerte, decidí seguir con su historia. Entonces, busqué en internet el pueblo de mi papá, Helmbrechts, el paradigma del lugar lindo, bucólico, alegre, hermoso, y la primera entrada que apareció fue el campo de concentración. Encuentro que en el centro del pueblo funcionó, a ocho cuadras de la casa de mi abuelo, un campo de concentración conocido como die Hölle, el infierno, dedicado solo a mujeres. Este campo de concentración es considerado uno de los más feroces; y yo ya había investigado y leído muchos libros que investigan el fenómeno nazi en lo político e ideológico.

Pasado

Pero todo lo había leído anteriormente, sin conocimiento de su pasado familiar…

Sí, cuando yo fui por primera vez a Alemania, con 17 años, a la casa de mi abuela, le pregunté ingenuamente a mi tía: "¿Pasó algo acá? ¿Ustedes supieron algo?". Y siempre me respondían: "Acá nada, ni nos enteramos de nada, debe haber ocurrido en otra ciudad, Berlín. Acá siempre fuimos gente muy buena y alegre".

Y, claramente, era imposible que no supieran de la existencia del campo de concentración…

Claro, si había tan solo 8.000 habitantes, ahí pasaban las mujeres en harapos caminando a la fábrica de municiones, y volvían caminando. Además, de ahí salió una de las marchas de la muerte más horrorosas que hubo: al final de la guerra, 1.500 mujeres se desplazaron hasta la frontera checoslovaca; llegaron solo 300. Este era un camino donde yo solía pasear con mis tíos. Los norteamericanos después revelaron fotos de ese bosque, lleno de cadáveres desenterrados. Eso para mí fue tremendo. Pasé seis meses sin poder dormir, desesperada; me impresionó mi ingenuidad.

Pero, finalmente, fue la pieza que faltaba. Todo cayó en su lugar. Empecé a investigar todo lo que había sobre ese hecho en particular, y me vino la seguridad espantosa de saber que me habían engañado. Antes de saber todo esto, yo ya había visitado a mi padre dos veces a Alemania."¿Sabías algo? ¿Pasó algo?", le había preguntado obsesionada con esto que llaman "la vergüenza de ser alemán", la culpa heredada. "No, acá no", la respuesta siempre fue la misma. Que lo hayan ocultado es lo que a mí más me atormenta. Porque me hace pensar que se sentían responsables, que eran cómplices. Bueno, el libro tiene hasta una foto en donde me parece que está mi tía. Además, sospecho que mi abuelo pudo haber sido guardián del campo de concentración.

Mónica Müller junto a la moderadora Victoria Torres, durante la presentación de su libro en el centro cultural Machado de Colonia.Imagen: DW/F. E. Wang

Presente

Ahora, que visita Alemania nuevamente, se ve usted confrontada con la Alemania que expone en su libro, esa Alemania de su familia y del pasado, y la Alemania que usted ve hoy con sus propios ojos. ¿Existen para usted "dos Alemanias"?

No sé si hay "dos Alemanias”, pero lo que sí hay son dos formas de leer la historia. Me ha sorprendido mucho en Alemania las diferentes reacciones radicales, de un lado del otro. Me he encontrado con gente que conozco que trabajan en organismos de derechos humanos, gente progresista, insospechable, que me han dicho: "Qué bien tu libro, que linda toda la historia de tu papá. Pero, respecto a la política alemana, tenemos distintos puntos de vista". Y les digo: "¿Acaso no es verdad lo que digo en el libro?". A lo que me responden: "Habría que haber vivido en la época para entender". Y claro, también hay gente que te dice: "Gracias por haber escrito esto". A mí esto me parece muy complejo, porque Alemania es de los países que más ha estudiado y trabajado en este tema. Sin embargo, hay quienes consideran hoy problemática la llegada de inmigrantes. 

Hablando de este contexto actual, del auge de la derecha y la xenofobia, ¿ve alguna lección que se pueda sacar de su historia familiar?

No sé si una lección, yo no tengo ni la menor autoridad para dar una lección a nadie. Pero con todo lo que viene ocurriendo socialmente, me gustaría que este libro se leyera en Alemania. Por ejemplo, una amiga alemana me comentó que iba en un tren hace unos meses y escuchó cómo una señora elegante hablaba con su pareja de los turcos, árabes y latinos; de cómo estaban invadiendo y quitando el trabajo (a los alemanes). Además, hablaron de los judíos, de los bancos, de la plata. Mi amiga, espantada, se paró y les dijo: "¿Ustedes están escuchando lo que están diciendo? Aún con la historia nuestra". A lo que respondieron: "Dígame si esto que digo no es verdad".

Cuándo envié este libro a Alemania para ver si alguien quería traducirlo –lo mandé a tres editoriales, a ninguna le interesó– escuché un comentario ridículo que le dijeron a la persona que lo llevó. "Por qué opina la autora sobre la historia alemana si ella es argentina". Y solo aceptó que yo opinara al respecto al enterarse de que tenía también la nacionalidad alemana. Me impresiona mucho este nacionalismo. Cuando terminé el libro, el 13 por ciento de la población había votado por la extrema derecha, así que pensé que sería fantástico que algo así se leyera. Aunque, al mismo tiempo, como esto está sucediendo, me parece muy improbable que se traduzca el libro. No creo que la situación de para eso.

(rml)

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