Michelle Bachelet quiere acabar con los nubarrones
29 de octubre de 2014 Mientras Michelle Bachelet hablaba ante un selecto grupo de comensales en el Gerlin Quartier de Colonia, en Alemania, en la calle, soportando el frío que poco a poco gana las noches alemanas, una treintena de activistas mapuches gritaba con la vana intención de ser oídos por las autoridades. Las dos caras de la misma moneda: mientras afuera gritaban por un conflicto que sigue sin resolver, Bachelet hablaba de un país pujante, con el PIB per cápita más alto de su región y recordando que los inversionistas extranjeros son tratados como si fueran empresarios locales.
En esa frase la presidenta de Chile resumió, en gran medida, el objetivo de su visita de poco menos de tres días a Alemania: Chile busca reforzar los lazos con Europa, y su mandataria escogió Alemania y España, donde culmina su viaje por el Viejo Continente, para mostrar que el país sudamericano sigue siendo un lugar ideal para invertir. “Diría que es el mejor lugar, pero como hay otros amigos latinoamericanos presentes, diré que Chile es un gran lugar para invertir”, dijo Bachelet, haciendo gala de su reconocida simpatía y sentido del humor.
Piedras en el camino
A la cena asistieron el vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, y la ministra presidenta de Renania del Norte-Westfalia, Hannelore Kraft. Todos destacaron en sus discursos la importancia de afianzar los lazos con América Latina. “La relación con Sudamérica tiene para nuestro estado una gran importancia. En Renania del Norte-Westfalia sabemos del enorme potencial económico de esa región. Estoy convencida de que ambas partes pueden obtener beneficios de nuestra relación comercial”, apuntó Kraft.
Bachelet tiene una relación especial con Alemania, donde vivió varios años de su exilio tras el golpe de Estado de 1973, y comenzó su discurso con unas breves palabras en alemán. Ese pequeño gesto, que causó una grata impresión entre los presentes, sirvió para mostrar que la visita a la principal potencia de la zona euro no fue algo casual. Que Alemania sea el país que mueve la locomotora europea no es un detalle que en Chile pasaran por alto. Por ello, Bachelet se abocó a destacar los avances de su país, especialmente con la aprobación del voto de los chilenos en el extranjero, la búsqueda de un sistema electoral más competitivo y la reforma tributaria que generará nuevos ingresos que serán invertidos, aseguró, en garantizar una educación gratuita para todos los chilenos. La presidenta quería “ofrecer” a su país.
Sin embargo, no solo entregó cifras azules. También reconoció que la economía chilena ha perdido dinamismo, que en 2014 el país apenas crecerá un 2 por ciento y que por ello su gobierno ha adoptado medidas. “No nos quedamos de brazos cruzados”, afirmó, asegurando que se invertirán en los próximos años 28 mil millones de dólares en infraestructura y otros campos, con lo que espera reactivar el poder generador de empleo del país. Y dado que las perspectivas deberían mejorar el 2015, invitó a confiar en Chile.
Adiós a los nubarrones
Horas antes de su paso por Colonia, Bachelet recibió un doctorado honoris causa en Freiberg. Y el lunes 27 de octubre se encontró con la canciller Angela Merkel. Las reuniones a alto nivel muestran que Chile sigue siendo un socio interesante para sus pares europeos. En España, el rey Felipe realizó una invitación especial a Bachelet, que será la primera jefa de Estado extranjera que se encuentre con el monarca desde que asumió el cargo tras la abdicación de Juan Carlos, en junio. Bachelet se esmera por mantener la imagen de su país en alto, y por lo mismo reconoce también problemas, al tiempo que ofrece soluciones.
Las manifestaciones de los estudiantes no han cesado, pero sí han disminuido en Chile. Hay diálogos, entrecortados y tensos, pero los hay, entre los jóvenes y las autoridades. La reforma tributaria, resistida por ciertos sectores de la sociedad, saldrá adelante en un Congreso favorable a la coalición de la mandataria. Y el llamado “conflicto” mapuche busca ser abordado desde una óptica distinta, aunque ese foco permanece abierto y los gritos de “los mapuches no somos terroristas” que resonaron en la fría noche colonesa hablan un poco de esas dificultades.
Pero Bachelet tiene hambre de cambios para su país y quiere demostrar que su segundo mandato no cumplirá con esa sentencia que dice que “nunca las segundas partes fueron buenas”. Si bien políticamente el país mantiene su estabilidad y los conflictos sociales pasan por una meseta de tranquilidad, todo se ve amenazado por nubarrones oscuros en la economía. Su viaje a Europa tiene precisamente el objetivo de atraer inversiones para dispersar esos nubarrones, que por ahora parecen ser lo único que podría poner trabas al plan que se trazó Bachelet para su segundo mandato.