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Migración en América y Europa: "El motor es una vida mejor"

José Ospina-Valencia
23 de octubre de 2018

Los europeos han emigrado al continente americano, mientras los latinoamericanos lo hacen dentro del suyo. El éxodo venezolano y la marcha de hondureños hacia EE.UU. obligan a reflexionar sobre este fenómeno.

Caravana de migrantes hondureños hace pausa en Huixtla, México
Caravana de migrantes hondureños hace pausa en Huixtla, MéxicoImagen: AFP/Getty Images/J. Ordonez

DW: ¿Qué tan extraordinario es el fenómeno de la migración?

Jochen Oltmer*: La migración no es, en absoluto, algo extraordinario. Desde que hay humanos, ha habido movimientos migratorios. No hay ninguna sociedad en la que no haya influido la migración. 

Desde 2014 han llegado a Alemania, a pie, más de un millón de sirios que buscan asilo; de Venezuela han huido 2,3 millones, según la ONU, muchos también a pie a los países vecinos. Ahora unos 7.000 hondureños caminan hacia Estados Unidos. ¿Por qué parece ahora este fenómeno una novedad?

Siempre la gente ha huido de regiones o países en guerra o conflicto interno; siempre ha buscado escapar de dictaduras, regímenes autoritarios, de la violencia y la pobreza. De Siria huyen de la guerra, de África de Estados fallidos y de Honduras de la inseguridad y la falta de perspectivas. El motor del migrante es la esperanza de una vida, un futuro mejor.

Si las migraciones no son una "novedad”, ¿por qué en Europa, y ahora en Estados Unidos, las sociedades se muestran tan sorprendidas y reticentes?

Porque ahora la migración masiva proviene de fuera de Europa, mientras en los pasados siglos eran europeos los que huían, pero dentro del continente. Ni siquiera los cientos de miles de migrantes y refugiados causados por la desintegración del Bloque de Europa del Este, en la década de los 80 y 90, acaparó tanta atención en Europa como la migración de ahora. La actual migración masiva del Cercano Oriente y África hacia Europa es empero una constelación especial.

¿En qué sentido?

En diversos. Por una parte, los migrantes recorren grandes distancias y cruzan diferentes fronteras. Por otra, los habitantes de las sociedades a las que los migrantes se dirigen empiezan a preguntarse si las personas que se acercan, realmente, quieren ser parte de la sociedad y si tienen algo en común. La cercanía o lejanía de las culturas son factores importantes a la hora de aceptar o rechazar la migración. No en vano se debate febrilmente en Alemania y Europa sobre el Islam, por ejemplo.

Las sociedades modernas no parecen perder el "miedo” a los extraños. ¿Por qué?

No siempre se siente miedo. Hay más movimientos migratorios exitosos, pero pasan casi inadvertidos. Nadie menciona, por ejemplo, que a Alemania han llegado en las últimas décadas unos 800 mil ciudadanos polacos.

Justo el "miedo” a la migración polaca en Gran Bretaña fue usado para sumarle votos al "brexit”, mientras la misma Polonia rechaza recibir a refugiados. ¿Cómo se entiende eso? 

Cada sociedad tiene sus propias experiencias y posturas frente a la migración. Clásicos países de inmigrantes, como Estados Unidos, siempre han tenido fases en las que la inmigración se ve como un problema. En el mundo no existe ni una forma ni una postura consensuada sobre cómo enfrentar la migración. La forma en que se maneja depende también de si hay figuras políticas que destaquen lo positivo, para bien, o la instrumentalicen para mal.

El profesor Jochen Oltmer es miembro de la Junta del Instituto de Investigaciones de la Universidad de OsnabrückImagen: Michael Gründel

¿Ve usted paralelos entre la caravana de hondureños, las caminatas de los venezolanos y los intentos de africanos de cruzar el Mediterráneo?

Ambos grupos vienen de situaciones políticas, sociales y económicas precarias, de Estados fallidos, como Venezuela, o incapaces de garantizar seguridad y bienestar, como Honduras. Luego no debiera sorprender que muchos busquen una oportunidad fuera de sus países, por ejemplo en Estados Unidos, en donde los centroamericanos mantienen vínculos familiares o de amistad que, a menudo, les financian la cara travesía y los reciben a su llegada. Estos son los fuertes vínculos por los que la marcha se dirige hacia el norte y no hacia el sur.

Pero mientras los migrantes caminan, líderes políticos de los países a los que se dirigen buscan frenarlos, o impedir que huyan de sus países. Angela Merkel selló un pacto con Turquía para que ese país retenga a sirios, iraquíes y afganos. Ahora Trump amenaza con recortar recursos a los países centroamericanos que les permitan el paso a los hondureños. ¿Probado mecanismo de freno a los migrantes?

Desde fines del siglo XIX varios países han aplicado mecanismos de observación, control, redirección, manejo y freno de movimientos migratorios. La Unión Europea (UE) abolió los controles dentro de su territorio, pero los intensificó hacia afuera. Ya en los años 90, Bruselas firmó acuerdos con Estados como Ucrania y Albania y países del norte de África que asumieron la tarea de cerrarle el paso a las migraciones masivas. En América Central, la ayuda al desarrollo de parte de Estados Unidos ha sido claramente utilizada para frenar la migración. También la UE tiene un catálogo de castigos para los países que no cumplan con el compromiso de frenar a los migrantes.

África fue víctima de la colonización europea, Centroamérica de las intervenciones de Washington. ¿Qué se puede hacer en pro y no en contra de esos países?

Las fuentes de los problemas que generan la migración son tan complejas como la migración misma. Eso hace muy difícil desarrollar una política de migración. Pero una cosa es clara: los migrantes y refugiados gozan hoy de derechos que la comunidad internacional está obligada a respetar.

*El politólogo Jochen Oltmer es profesor de historia contemporánea de la Universidad de Osnabrück, miembro de la Junta del Instituto de Investigaciones Migratorias e investigador de las  "condiciones migratorias alemanas, europeas y globales”.

(ers)

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