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Un modelo del COVID-19 puede ayudar a combatirlo

Charlotte Potts
16 de marzo de 2020

Un científico alemán estudia la propagación y la gravedad del virus. Stefan Flasche explica en DW cómo las matemáticas y la computación ayudan a calcular la evolución de la enfermedad.

Símbolo de teclado.
Imagen: picture-alliance/K. Ohlenschläger

DW: Usted investiga sobre la relación entre las matemáticas y la epidemiología en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, y ha diseñado modelos del nuevo coronavirus desde hace meses. ¿Qué ha aprendido sobre el COVID-19?

Stefan Flasche: Estamos observando la propagación y las características del virus, incluyendo su gravedad. El brote en el crucero frente a las costas de Japón nos ayudó a entender la enfermedad en un ambiente de confinamiento, donde hubo la oportunidad de examinar a todos los pasajeros y tripulantes. Así, la proporción entre infección y mortalidad en todas las edades está en el 1%, dependiendo de la edad. El riesgo es mucho menor en los más jóvenes y aumenta drásticamente en los mayores. De acuerdo a esto, el riesgo aumenta gradualmente a partir de los 50. Y a partir de los 60 el riesgo es realmente alto, en caso de contagio.

Se ha escuchado mucho acerca del número de reproducción. ¿Qué significa?

Uno de los parámetros clave en el modelo matemático es lo que llamamos el número de reproducción, o sea, los casos secundarios que una persona infectada causaría en una población susceptible. Si es mayor de uno, se infecta a más de una persona. Las estimaciones divergen un poco. Los datos muestran que una persona infectada infectaría de 2 a 2,5 personas.

¿Qué dificulta predecir el número de casos totales?

El profesor Stefan Flasche es profesor asociado de la London School of Hygiene and Tropical Medicines.Imagen: DW/C. Potts

Las personas que no presentan ningún síntoma clínico de la enfermedad, pero que, aún así, pueden propagarla. Es difícil detectarlos. Nuestra investigación sugiere que entre el 10 y el 30% de todas las transmisiones pueden provenir de personas que no han desarrollado síntomas. Las estrategias de contención se centran en aquellos que muestran síntomas, por lo que los asintomáticos transmisores del virus están fuera del radar. Esa puede ser una de las razones por las que la contención ha fallado en casi todos los países.

¿Es por eso que la situación es tan grave en Italia?

En Italia se dejaron colar un par de casos a través de la red de detección, y muy pronto transmitieron la enfermedad sin que nadie se diera cuenta.

Si una persona muere por coronavirus, lo más probable es que durante dos semanas ya haya contagiado a otras 100 personas. Estos 100 ciudadanos contagian, cada uno, a 100 más, que también pueden demorarse en desarrollar síntomas, si es que sucede, al menos durante dos semanas. Mientras tanto, las infecciones se habrán propagado con una tasa de reproducción de alrededor de 2, y por lo tanto tenemos un crecimiento exponencial. Por cada persona muerta por el COVID-19, se calculan alrededor de 1.000 casos de contagio.

¿Qué podemos aprender de China y Corea del Sur, donde el virus se propagó mucho antes que en Europa y América Latina?

En China y Corea del Sur el número de casos está disminuyendo. Esto es muy interesante para el control del COVID-19 a nivel mundial. Esos países asiáticos han logrado frenar el brote con algunas medidas muy drásticas de distanciamiento social. Una propagación descontrolada hace colapsar los sistemas de salud. Retrasar la velocidad de la propagación es útil para amortiguar el impacto; pero también nos da tiempo para su tratamiento y para el desarollo de vacunas.

Esas son buenas noticias, ya que el aislamiento social es muy efectivo. Pero al mismo tiempo es problemático, porque significa que, tan pronto como se levanten esas restricciones, el número de casos se dispara porque la población no ha desarrollado inmunidad.

Tan pronto como se relajen [las restricciones], es probable que haya un resurgimiento del virus. Las medidas son muy drásticas y tienen un gran impacto en la vida diaria y la economía. Así que sólo se pueden mantener durante un cierto tiempo.

Imagen: picture-alliance/dpa/F. May

Son cada vez más los países que restringen viajes y/o cierran sus fronteras. ¿Cuál es el impacto?

Las restricciones de viaje tienen el objetivo de limitar la cantidad de personas infectadas que ingresan a una ciudad o país. Eso reduce el número de personas que necesiten ser identificadas y rastreadas. Pero, una vez que un país deja entrar el virus, y se detecte una propagación sostenida en la comunidad, el problema pasa a ser mayor.

¿Hay algo más que se pueda hacer?

Centrarse en los grupos de riesgo, que es lo común en caso de cualquier enfermedad infecciosa. Los grupos de riesgo son los primeros en recibir las vacunas o los tratamientos intensivos. Una posible estrategia contra el COVID-19 es que, si no podemos parar el brote, protejamos a los más susceptibles, lo que significa aislar completamente a los enfermos y ancianos, tanto como sea posible.

¿Así que el virus llegó para quedarse?

Es posible frenar la propagación, pero las medidas tienen que ser muy drásticas, y por largo tiempo. Es muy difícil predecir cuánto. No hay evidencia de que esto vaya a desaparecer en el verano del 2020.

Stefan Flasche es profesor asociado de la London School of Hygiene and Tropical Medicines. Su investigación se centra en el diseño de modelos matemáticos de las enfermedades infecciosas. Ha trabajado en la vacuna contra neumocócos, en la respuesta a brotes de gripe porcina y el ébola). Flascher es asesora a la OMS sobre modelos del dengue y la malaria.

(jov/cp)

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