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Moldavia, la Venezuela en los confines de Europa

Robert Schwartz
12 de junio de 2019

La lucha por el poder en Moldavia continúa. Dos presidentes, dos gobiernos y una cantidad sorprendente de actores internacionales: todo un campo de ensayo para futuros escenarios, dice Robert Schwartz.

Protestas en Moldavia.
Protestas en Moldavia.Imagen: DW/V.Calugareanu

Rusia está de vuelta en el escenario político internacional. Por primera vez desde la anexión de Crimea y la guerra en el Este de Ucrania, Moscú acordó con la Unión Europea (UE) y Estados Unidos una acción conjunta para liberar a un pequeño país, la República de Moldavia, del estrangulamiento a manos de un oligarca demasiado poderoso. El enemigo común es Vlad Plahotniuc, el hombre más rico de la República de Moldavia y controlado por su llamado "Partido Demócrata". Una caso sobre política, negocios y justicia.

Durante demasiado tiempo, él y su camarilla pudieron fingir un curso pro-europeo, y al mismo tiempo hacer negocios sucios con Moscú. Hasta que la Unión Europea le cortó las ayudas financieras y condicionó más pagos a la ejecución de reformas. Y hasta que Rusia misma se dio cuenta del doble juego del oligarca. Y, obviamente, hasta que Washington comprendió que Plahotniuc era la apuesta equivocada.

Presión de la UE, Estados Unidos y Rusia

Unos días antes de su caída, altos emisarios de la UE, Estados Unidos y Rusia se habían reunido en la capital moldava, Chisinau, para convencer a dos grupos políticos completamente opuestos de que cooperar era la mejor opción para librarse del corrupto oligarca. 

La alianza proeuropea ACUM y los socialistas prorrusos del presidente Igor Dodon lograron a último minuto formar un gobierno de coalición y así marcar el final de la era Plahotniuc. El hecho de que este no reconozca al nuevo gobierno con la ayuda del Tribunal Constitucional que controla, e incluso que el presidente del Estado, un antiguo aliado, sea destituido de su cargo, no es más que un acto simbólico. Una pequeña acción para impresionar a sus seguidores, nada más.

Acorralado por el exterior, el gran duque moldavo, ahora sin poder, intenta jugar una última carta de triunfo con sus pasaportes ruso y rumano. El antiguo gobierno, que todavía está en el cargo, en medio de la crisis política interna, decidió intempestivamente pasar la embajada de Moldavia en Israel de Tel Aviv a Jerusalén. Una acción para congraciarse con Washington e impresionar a Trump, pero tan evidente es su jugada que carece de toda credibilidad.

Peligro de caos como en Venezuela

¿Cómo continuará esta telenovela? Esta es una pregunta que deben hacerse, sobre todo, el nuevo Primer Ministro, Maia Sandu, y su vice, Andrei Nastase, los dos políticos más importantes de la alianza pro-europea ACUM. Empujados al poder, por la gracia de Dodon, deben actuar con rapidez y decisión para no convertirse en un juguete de los socialistas prorrusos.

La nueva alianza por conveniencia solo debe durar hasta el día en que el presidente no obstaculice la implementación de décadas de reformas retrasadas. Solo así quedará claro cuán seria es la intención de los socialistas en la nueva coalición. A cambio, la UE debe liberar las subvenciones congeladas para mejorar la vida de los habitantes de Moldavia.

La seriedad de Moscú en la cooperación con la UE y EE. UU. también está por demostrarse. La República de Moldavia debería ser solo un campo de prueba para naciones en construcción. Si el experimento Moldavia falla, existe el creciente peligro de que el caos a la venezolana se extienda a toda la región.

(jov/cp)

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