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Movimiento San Isidro: Cuba, la represión ignorada

24 de noviembre de 2020

Escudándose en la atención internacional sobre las elecciones estadounidenses, las crisis latinoamericanas y la pandemia del Covid-19, el gobierno cubano reprime escandalosamente a sus opositores dentro de la isla.

Symbolbild Hungerstreik
Imagen: picture-alliance/Godong

Es una vieja estrategia del castrismo: en La Habana, protestando por la condena amañada de un joven rapero opositor, Denis Solís, un grupo de artistas, intelectuales, científicos y activistas de la sociedad civil independiente, se encierran en una casa y comienzan huelgas de hambre y de sed exigiendo la liberación del músico. Y la respuesta gubernamental es típica: detenciones a quienes quieren conocer detalles o sumarse a la huelga, movilización de la población revolucionaria para hacer actos de repudio delante de la vivienda e incitación a elementos marginales para que insulten y agredan a los huelguistas.

A estas estrategias se suma una más peligrosa: mediante su ejército de troles en internet, el gobierno de La Habana llena las redes sociales de mensajes, memes, falsas noticias, desinformación y denigración, asegurando que ni el rapero Denis Solís, ni los fundadores y actuales miembros del Movimiento San Isidro son artistas, sino delincuentes. Y, como lamentablemente suele suceder con las noticias sobre la represión en Cuba, los medios de prensa internacionales no la considera noticia importante, los organismos internacionales viran la cara y los defensores de la Revolución Cubana fuera de la isla amplifican esa gran mentira, convencidos además de que este, como cualquier otro acto opositor en Cuba, es financiado por el gran enemigo histórico de la Humanidad: Estados Unidos.   

Como dice desde La Habana el artista del performance Amaury Pacheco, uno de los artistas miembro del Movimiento San Isidro: "lo único cierto es que, además de la libertad de Denis Solís, esta huelga surge del hartazgo que tenemos los artistas de que simplemente por pensar distinto y querer hacer un arte independiente, además de expulsarnos de nuestros centros de trabajo y prohibir la promoción de nuestra creación, una y otra vez, semana a semana, nos detenga la policía política, nos encierren, nos amenacen..., sin que nadie en el mundo haga nada".

El arte de la denigración

Vergonzoso resulta que muchos admiradores de lo que pudo ser la Revolución Cubana sigan hoy empecinados en su ceguera cuando ahí están los hechos que demuestran que la denigración ha sido siempre una estrategia contra cualquier pensamiento opositor desde 1959. A Heberto Padilla, uno de los grandes poetas cubanos del siglo XX, en la década del 70 se le catalogó de "mediocre resentido", a raíz del escándalo intelectual conocido como "Caso Padilla", que dividió a la intelectualidad mundial al mostrar el lado oscuro del proceso revolucionario. En los 80, a Reinaldo Arenas, hoy una referencia universal de las letras cubanas, lo tildaron por su homosexualidad de "simple loca de carroza sin talento". Al poeta Manuel Díaz Martínez, un mito vivo de la poesía cubana, lo acusaron en los 90 de ser "un borracho sin obra", porque en 1991 firmó la conocida "Carta de los Diez", en la que diez colegas intelectuales de la isla se atrevieron a exigir reformas gubernamentales a Fidel Castro. Y recientemente, al convertirse en voces críticas, laureados escritores como Ángel Santiesteban, Jorge Ángel Pérez, Rafael Vilches y Rafael Almanza se han tenido que enfrentar a campañas de difamación en las que se les cuelga la etiqueta de "provocadores delincuentes sin talento que buscan reconocimiento internacional haciendo oposición".

Los apoyos ausentes

Dentro de Cuba, el apoyo hacia los huelguistas del Movimiento San Isidro desde el escenario cultural e intelectual es tristemente poco. Además de los pocos que siempre lo hacen, solo algunas voces se han alzado exigiendo el respeto a los reclamos del Movimiento San Isidro: algunos cineastas, entre ellos el renombrado crítico de cine Juan Antonio García; actores de la TV y el cine como Mario Guerra; los raperos independientes y músicos de gran impacto y respeto popular como Haydée Milanés (hija del mítico Pablo Milanés) y Robertico Carcasés.

Amir Valle.Imagen: DW

Fuera de la isla, aparte de una carta abierta firmada por 233 artistas cubanos, mayormente residentes en otros países, se produce solo el usual apoyo de algunos congresistas desde Estados Unidos. Brillan, por su ausencia, las condenas de organismos que debían preocuparse por todas las violaciones cometidas por el gobierno de Miguel Díaz Canel, aprovechando que la atención internacional está centrada en las controvertidas elecciones estadounidenses, en las crisis gubernamentales latinoamericanas y en la pandemia del Covid-19.

A estas alturas, los cubanos que desean un cambio en su país se resignan a estar olvidados por el mundo. ¿Pueden acaso esperar algún apoyo de la ONU, que elige a Cuba como miembro del Consejo de Derechos de Humanos teniendo informes que muestran cuántos derechos se violan en la isla? ¿Pueden esperar apoyo de la UNESCO, que alaba la educación cubana, teniendo evidencias de que es un desastre de calidad y un mecanismo de manipulación ideológica de las nuevas generaciones? ¿Es posible esperar apoyo de la FAO, que ha reconocido que Cuba incumple los estándares universales de alimentación per cápita, pero felicita al país porque, supuestamente, en la isla nadie se muere de hambre? ¿Es lógico esperar apoyo de la Organización Panamericana de la Salud, que, mientras condena en otras naciones la explotación y malos salarios del personal médico, participa en las ganancias que Cuba obtiene del alquiler de cientos de miles de médicos que cumplen misiones internacionalistas fuera de la isla?

Los cubanos han comprobado, a fin de cuentas, que las instituciones, organismos internacionales y grupos regionales, la Unión Europea entre ellos, son un nido de fantoches vividores de la política internacional. Y que Cuba, salvo cuando sirve para intereses económicos y rejuegos políticos, parece no importarle a nadie.

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