Donde hace medio siglo tuvo lugar el festival de Woodstock en el pueblo de Bethel, ahora hay un museo donde se puede celebrar el "Summer of Love". ¿Pero está a la altura del sentimiento Woodstock?
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El Bethel Woods Center for the Arts, ubicado en el estado de Nueva York, es un lugar bastante digno en comparación con las caóticas batallas de barro de Woodstock hace 50 años. El museo, que cuenta la historia del que probablemente es el festival de música más famoso del mundo, ha sido adaptado a las demandas de los baby boomers de hoy. En lugar de tiendas de campaña, hay ascensores para discapacitados, y en lugar de nubes de marihuana humean las máquinas de espresso.
Max Yasgur, que en 1969 puso a disposición de los organizadores del festival su campo para vacas, seguramente no imaginaba que un día un museo se erigiría aquí como un hito en la historia de la música. Incluso la magnitud del evento, con sus casi 500.000 visitantes, fue más que inesperada para él en ese momento. Entre los visitantes se encontraba la ahora pensionista de 72 años Susan, que pasó un fin de semana entero en este campo en medio de la tierra de nadie para conocer el estilo de vida de "Sex, Drugs and Rock'n'Roll".
"Dios estaba allí también"
"Creo realmente que Dios también estaba allí, y yo soy una de las que no consumía drogas. Al menos nada que sea fuerte", cuenta Susan a DW con un guiño. "Woodstock fue una experiencia trascendental para mí. Nunca había visto nada igual".
Los veteranos de Woodstock como Susan regresan a esta tierra sagrada cada año. Es casi un lugar de peregrinación para aquellos que han sobrevivido a la fase de apogeo del rock and roll. Después de todo, no sólo Hendrix y Joplin murieron por sobredosis de drogas poco después de Woodstock. Docenas de fanáticos de Woodstock que fueron parte de la fiesta se encuentran entre los cadáveres en el sótano de la época de la Flower Power.
Eso no impide que Susan recuerde la época con nostalgia y visite el Centro Bethel Woods, que abrió sus puertas en 2006, al menos una vez al año. "Antes de eso, no teníamos ningún lugar adonde ir, aparte de un campo abierto", dice Susan. El lugar es importante para ella, porque encontró aquí por primera vez esas ideas que la convencieron de vivir "una vida llena de amabilidad y respeto". En su tierra natal, en al sur del país, no hubiese experimentado esto en ese tiempo.
El campo en el que tuvo lugar el festival de Woodstock ha sido desde hace mucho tiempo declarado monumento nacional. Una placa conmemorativa se encuentra cerca del lugar donde estaba el escenario. "Aquí hay mucha paz", dice Susan, a pesar de los turistas que la rodean de izquierda a derecha. Muchos de ellos podrían ser sus nietos. El interés en Woodstock es intergeneracional.
Woodstock como fenómeno de los 60
El museo del Centro Bethel Woods presenta el contexto del festival tanto cronológica como abstractamente. Los años 60 se examinan más de cerca aquí; acontecimientos como la llegada del hombre a la Luna, la elección de John F. Kennedy como presidente de EE.UU., el movimiento de derechos civiles o la guerra de Vietnam se presentan como capítulos decisivos en la vida de los baby boomers. Parece como si el fenomeno de Woodstock se hubiera creado como una especie de clímax inevitable de las circunstancias de su época.
La batalla de barro como patrimonio histórico
La génesis de Woodstock es demasiado complicada para ser puesta en un museo, a pesar de que el Centro Bethel Woods hace todo lo posible por tratar el tema desde todos los ángulos. La directora del Centro Bethel Woods, Darlene Fedun, dice que Woodstock, además de su papel en la historia cultural, ha dejado sobre todo una "comunidad que quiere cambiar el mundo a través de la música".
"Como guardianes de este sitio histórico, nuestro objetivo es honrar esa herencia y revivir la motivación que hay detrás de ella", asegura Fedun en el aniversario de Woodstock. ¿Lo logrará 50 años después del festival?
Susan es un poco escéptica al respecto: "No me quiero quejar y aprecio que haya aire acondicionado, ascensores y demás, pero en 1969 sólo teníamos barro para refrescarnos", recuerda. (ct/dz)
30 años de Wacken: el heavy metal se apodera de un pueblo
El "Wacken Open Air" es uno de los festivales de heavy metal más grandes del mundo. Pero empezó como una fiesta popular pequeña. Hoy, acuden al encuentro metaleros de 80 países. Aquí les mostramos qué les fascina.
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"Explosión demográfica"
Cada primer fin de semana de agosto, la población del pueblo de Wacken, en el norte de Alemania, explota: a sus 2.000 habitantes, se añaden 80.000 metaleros. Así, el pueblo se convierte en la tercera ciudad más grande del estado federado de Schleswig-Holstein. Durante tres días, el "Wacken Open Air" ofrece de todo: campamento, duchas, guías, torres de iluminación y mucha música.
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La Meca de los Metaleros
Más de 150 espectáculos se presentan en 9 escenarios: junto con el festival francés "Hellfest" y el "Graspop Metal Meeting" en Bélgica, el "Wacken Open Air" (W:O:A) es uno de los festivales heavy metal más grandes del mundo. En 2019, la banda principal será Slayer, que ha sido denominada banda más dura del mundo. W:O:A es parte de su tour final.
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El inicio
En 1990, dos músicos de heavy metal del lugar tuvieron la idea de organizar un festival en la localidad. En la primera edición, miembros del club de motoqueros de Wacken funcionaron como personal de seguridad. 800 personas acudieron. Hoy, son 80.000.
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Peregrinos a la "tierra sagrada"
El área del festival es enorme: con un tamaño superior a 330 canchas de fútbol, se necesitan 45 kiómetros de vallas. El corazón lo constituye el área de los espectáculos, "Infield" (foto), que los visitantes llaman "tierra sagrada". Pero ya no es cualquier campo: drenajes, grava y rodillos aseguran que los metaleros no caigan en hoyos ni se hundan en el barro.
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Más rápido, duro y ruidoso: el who is who del rock pesado
Después del modesto inicio, cada vez más bandas internacionales se dieron cita en este pueblo. Motorhead y Iron Maiden siempre se presentan, Alice Cooper ha llegado varias veces desde EE.UU, y en 2013, Rammstein (foto) y Deep Purple presentaron unos shows explosivos. Los tres escenarios principales se llaman "Faster", "Harder" y "Louder".
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Campamento bien ordenado
El festival de Wacken desmiente evidentemente ciertos prejuicios: los metaleros no son violentos ni provocan caos. Pese al consumo de 10.000 litros de cerveza por hora, en 2016, solamente se registraron 20 incidentes con daños personales.
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Una tradición: resistir al clima
Wacken es un festival de verano. Pero en el norte de Alemania, esto no significa que haya sol. Al contrario: el "W:O:A" regularmente es inundado por la lluvia. Las batallas de barro son legendarias. Y el pronóstico de este ano lo confirma: lluvias intensas, granizo y borrascas. Un verdadero regalo "hardcore" para el 30° aniversario del "Wacken Open Air".
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Tubería de cerveza
Cerveza y minuciosidad: estos son los dos clichés más conocidos de los alemanes. En el Wacken Open Air, hay una simbiosis impresionante: el ducto de cerveza. En el pasado, camiones llevaban la bebida en cantidades increíbles. Pero dejaban un barrial. Ahora, gracias al ducto, la cerveza llega con más rapidez a la gente sedienta.
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Mundos paralelos
¡Bienvenidos al "Wasteland"! Aparte de la música, también hay algunas áreas temáticas, como esta: el colectivo de artistas "Wasteland Warriors" diseñó esta especie de mundo post-apocalíptico. Los disfraces siempre son hechos a mano, y crean un ambiente más bien apocalíptico.
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¡Aleluya, Wacken!
Pese al ruido y la basura, la mayoría de los habitantes del pueblo de Wacken se alegran por el festival. Muchos ayudan con el montaje y la distribución de la cerveza. Claro que también las tiendas locales se alegran por las avalanchas de visitantes. Y la iglesia del pueblo es parte del festival: como "Metal Church", ofrece conciertos de música folclórica y medieval, así como misas de metal.
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