Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades y su alto consumo de energía es indisociable de los cambios climáticos. Los ecologistas recomiendan permitir que la naturaleza “invada” las urbes.
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Primero, la mala noticia: las secuelas del calentamiento global pueden ser tan dramáticas para la vida en una megalópolis como para los habitantes de las islas amenazadas por el aumento del nivel del mar. En el Viejo Continente, por ejemplo, muchas urbes están asentadas al borde de grandes ríos y, según la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), el 20 por ciento de ellas corre el riesgo de verse inundado. Un peligro similar pende sobre trece de las veinte ciudades más grandes del mundo por estar a orillas del océano.
Este es sólo un aspecto de la crisis que a partir de este lunes (30.11.2015) será objeto de discusión en la XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático (COP21), en París; pero es una faceta ineludible porque más de la mitad de la población mundial vive en ciudades y su alto consumo de energía es indisociable de las inclemencias meteorológicas que hoy la afligen. Ese círculo vicioso es, además, difícil de revertir; por razones económico-existenciales, es ingenuo esperar que millones de citadinos se muden a áreas rurales o menos urbanizadas.
En términos globales, son muy pocos los que están dispuestos a abandonar las grandes capitales para atenuar los factores humanos que propician el calentamiento global. La buena noticia es que esta y otras razones han llevado a las organizaciones ecologistas a idear alternativas más viables para ponerle coto a los efectos negativos de los cambios climáticos. Una de ellas es la noción de “naturbanización”, que aboga por permitir que la naturaleza “invada” las ciudades mediante la arborización planificada de las calles y el ajardinamiento de las fachadas y los techos de los edificios.
Más “verde” y más “azul”
A ese propuesta de reverdecimiento se suman iniciativas “azules” como la de estimular la proliferación de estanques, la de aprovechar el agua de lluvia mediante una canalización o un almacenamiento mejor concebidos, o la de permitir que ríos, arroyos, riberas y pantanos recuperen ciertos espacios perdidos durante los procesos de urbanización de los siglos pasados. En Alemania, la Oficina Federal para la Protección de la Naturaleza (BfN) ha estudiado la factibilidad de estos planteamientos con miras a reducir las emisiones de gases contaminantes.
La presidenta de la BfN, Beate Jessel, enumera los beneficios de estas propuestas: “Los árboles dan sombra, la vegetación en las fachadas de los edificios funcionan como capas de aislamiento térmico y permiten ahorrar energía, los jardines en los techos sirven como depósitos de agua, las áreas verdes abiertas y las veredas conducen el viento desde la periferia hasta el centro urbano y filtran el aire de polvo y otros elementos perjudiciales, y, en general, un mayor verdor en las ciudades las hace menos hostiles para las aves y los insectos”, asegura.
Jessel recuerda que las áreas boscosas retienen enormes cantidades de anhídrido carbónico y que su mantenimiento es tan útil para las ciudades como los árboles que protegen de las avalanchas a los pueblos de las montañas. Al referirse a las iniciativas “azules”, Jessel comenta que una mayor presencia de masas de agua en las ciudades incrementa la humedad del aire y matiza las temperaturas en el medio urbano. La presidenta del BfN cita como casos de aplicación exitosos el “corredor de lluvia” de la ciudad de Kamen, cerca de Dortmund; la fachada vegetal del Concejo Municipal de Viena; y el financiamiento de techos y fachadas “verdes” en Hannover y Hamburgo.
¿Qué se puede hacer contra el cambio climático?
Un 75 por ciento de las emisiones globales surgen del uso de carbón, petróleo y gas. El otro 25 por ciento, de la agricultura y del desmonte. ¿Qué podemos hacer para evitar las emisiones? Aquí, diez propuestas.
Imagen: picture-alliance/dpa
1. Usar menos carbón, gas y petróleo
La mayoría de los gases invernadero vienen de las centrales energéticas, de la industria y del transporte. La calefacción de edificos causa un 6 por ciento de las emisiones globales. Quien usa energía eficiente y ahorra carbón, gas y petróleo, está protegiendo activamente el clima del planeta.
Imagen: picture-alliance/dpa
2. Producción propia de electricidad limpia
La electricidad ya no tiene que salir de las centales de carbón, petróleo y gas. Ya hay alternativas que hasta son más baratas. La electricidad se puede producir fácilmente, incluso en cantidades mayores a las necesarias. Por ejemplo, con celdas y módulos solares sobre los techos con una tecnología que hace tiempo está en el mercado.
Imagen: Mobisol
3. Cooperar con las buenas ideas
Cada vez más comunas, empresas y cooperativas invierten en energías renovables y venden electricidad limpia. Este parque solar pertenece a la compañía Saerbeck, un distrito alemán de 7.200 habitantes que produce más electricidad de lo que necesita y es un ejemplo. Aquí, una delegación de EE. UU. la visita.
Imagen: Gemeinde Saerbeck/Ulrich Gunka
4. No financiar a empresas que dañen el clima
Cada vez más ciudadanos, fondos de jubilaciones, seguros, universidades y ciudades retiran su dinero de empresas que trabajan con energías fósiles. Münster es la primera ciudad que se unió al "Divestment", un movimiento al que pertenecen 57 ciudades del mundo. Este movimiento global ganó tanta dinámica porque todos pueden participar.
Imagen: 350.org/Linda Choritz
5.Viajar en bicicleta, ómnibus y tren
Las bicicletas, el ómnibus y los ferrocarriles ahorran mucho C02. En comparación con el automóvil, un viaje en ómnibus es cinco veces más favorable al clima, y un viaje en tren hasta 15 veces más. Las ciudades que disponen de bicisendas y carriles especiales para los buses son las que más contribuyen con la protección del clima.
Imagen: DW/G. Rueter
6. No volar en avión si no es necesario
Volar es tremendamente dañino para el clima. Los hechos demuestran el dilema: para cumplir con los objetivos climáticos, actualmente cada habitante de la Tierra debería producir por año en promedio un máximo de 5,9 toneladas de CO2. Un vuelo de ida y vuelta entre Berlín y Nueva York produce por persona 6,5 toneladas.
Imagen: Getty Images/AFP/P. Huguen
7. Comer menos carne
Tambien la agricutlura es un problema. En el cultivo del arroz y en los estómagos de los vacunos y ovinos se genera el gas metano, muy perjudicial para el clima. La ganadería y el consumo de carne, que cada vez aumenta más, son puntos críticos debido a la enorme demanda de soja para alimentar a los animales. Para el cultivo de la soja se desmontan bosques y selvas enteras.
Imagen: Getty Images/J. Sullivan
8. Comprar alimentos biológicos
El gas hilarante daña el clima en gran medida. Su porcentaje en las emisiones globales está en un 6 por ciento. Se produce en centrales energéticas y por el uso de motores, pero sobre todo por el empleo de abonos artificiales en la agricultura industrializada. En la agricultura ecológica esos abonos están prohibidos, y eso ayuda a proteger el clima del planeta.
Imagen: imago/R. Lueger
9. Construir y consumir de manera sostenible
En la producción de cemento y hierro se produce mucho CO2. Por el contrario, el cultivo de madera y caña de bambú lo frena. La elección consciente de materiales de construcción contribuye con el clima, y lo mismo vale para el consumo. No es necesario seguir usando vasos plásticos que van a parar por millones a la basura todos los días.
Imagen: Oliver Ristau
10. Asumir nuestra responsabilidad por el clima
¿Cómo se puede evitar la emisión de gases invernadero para que las futuras generaciones puedan vivir sin catástrofes climáticas? Estos alumnos están fascinados por las energías limpias y la ven como una esperanza para un futuro en un planeta al que todos cuidemos. Cada uno de nosotros puede ayudar a que así sea.