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Nicaragua hace las maletas

13 de julio de 2018

Tras el éxodo venezolano, la huida nicaragüense: un creciente número de personas opta por salir del país gobernado por el líder sandinista Daniel Ortega debido a la violencia política que lo sacude desde el 18 de abril.

Nicaragua Proteste in Managua
Más de trescientos asesinatos tras casi tres meses de represión estatal.Imagen: picture-alliance/AP Photo/A. Zuniga

Este viernes (13.7.2018), la Organización de Estados Americanos le dedica una sesión extraordinaria a la crisis de Nicaragua y al recrudecimiento de la violencia política en su territorio. La Asamblea General de ese organismo emitió una declaración en junio donde se evitaba criticar frontalmente al “hombre fuerte” de Managua, Daniel Ortega, por la brutal represión de protestas antigubernamentales. Ahora, cuando el saldo de manifestantes asesinados sobrepasa los trescientos, se negocian apoyos para una moción menos tibia: en el proyecto de resolución que circula en Washington se habla de condenar sin ambages las violaciones de derechos humanos atribuidas al Ejecutivo de Ortega por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. 

No obstante, presumiblemente desalentados por la incapacidad de la OEA para resolver conflictos similares –como el venezolano–, un creciente número de nicaragüenses está optando por abandonar su país a causa de la inestabilidad institucional, política, social y económica que lo aflige. Esta tendencia, evidente desde hace algunas semanas, se suma a la que empezó a finales de la década de los setenta del siglo pasado por razones similares. No es gratuito que se diga que Nicaragua atraviesa la peor coyuntura de los últimos cuarenta años. Y el primero en sentir los efectos de esta situación será el vecino del sur, Costa Rica; el del norte, Honduras, no es atractivo para quienes huyen de un jefe de Estado con talante despótico.

Juan Orlando Hernández, presidente de Honduras.Imagen: Reuters

Honduras, “Guatepeor”

“En Honduras, el Gobierno de Juan Orlando Hernández también reprime y persigue a sus opositores; sobre todo a aquellos que hacen activismo político contra proyectos extractivistas. Pero, además de eso, sus índices de violencia criminal son altísimos. Por si fuera poco, al igual que El Salvador, Honduras está recibiendo de vuelta a ciudadanos repatriados desde Estados Unidos en el marco de la implacable política migratoria de Donald Trump. En fin, las condiciones de vida en Honduras sólo pueden ser llamativas para los nicaragüenses cuyas expectativas no son muy altas”, comenta la antropóloga sociocultural alemana Juliana Ströbele-Gregor, en entrevista con DW. Su observación obliga a preguntar por el perfil de los nuevos emigrantes nicaragüenses.

“De momento, se trata predominantemente de jóvenes estudiantes. Eso tiene sentido, porque ellos han sido uno de los blancos más claramente definidos de la violencia estatal en Nicaragua y su carácter de perseguidos políticos aumenta las probabilidades de que reciban refugio en otros países; así lo establecen los criterios vigentes de las convenciones internacionales sobre migración y asilo”, explica la politóloga Luicy Pedroza, del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA), subrayando que en Nicaragua todavía no se registra una emigración masiva descontrolada. “Al contrario, lo que se está viendo es un incremento en las solicitudes de pasaportes y visados”. Eso es, si se quiere, un síntoma previo al éxodo que algunos temen en Costa Rica.

El mandatario costarricense, Carlos Alvarado Quesada.Imagen: Reuters/J. C. Ulate

Solidaridad latinoamericana

“La constelación es compleja en la frontera sur de Nicaragua. Por un lado, Carlos Alvarado Quesada, el actual presidente de Costa Rica, es uno de los mandatarios más progresistas de América Latina y, por otra parte, los izquierdistas costarricenses deben estar dispuestos a manifestarles su solidaridad a quienes huyen de Daniel Ortega; pero yo no creo que la mayoría de los costarricenses vean a los refugiados nicaragüenses con buenos ojos. La migración de nicaragüenses hacia Costa Rica no es un fenómeno nuevo y nunca fue acogida con simpatía. Ellos siempre fueron objeto de maltratos y explotación laboral; no pienso que ahora las perspectivas sean más prometedoras”, sostiene Ströbele-Gregor. La investigadora del GIGA es más optimista.

“No quiero pintar un panorama color rosa, pero creo que los nicaragüenses pueden contar con el respaldo de los latinoamericanos”, dice Pedroza. La experta advierte que las circunstancias varían de país a país y de gentilicio a gentilicio: en los últimos años, Honduras ha implementado una política fronteriza abiertamente hostil, activistas de derechos humanos han acusado a México de negarles a los migrantes centroamericanos la solidaridad que les brinda a los refugiados venezolanos, y al Ejecutivo panameño se le ha echado en cara el desdén xenofóbico con que trata a su incipiente comunidad venezolana. Sin embargo, asegura Pedroza, las naciones latinoamericanas no se están aislando de su entorno como las europeas o como Estados Unidos.

Juan Carlos Varela, jefe del Gobierno panameño.Imagen: DW

Panamá y Costa Rica, dos imanes

“Aunque América Latina carece de la cohesión de la que goza la Unión Europea y sus Estados no siempre coordinan sus respuestas a desafíos comunes, sus mecanismos subregionales están funcionando para ejercer presión y conseguir que los migrantes del continente no queden del todo desamparados. La respuesta latinoamericana a los retos migratorios es cualitativamente distinta de la ofrecida por el bloque comunitario y Estados Unidos, donde líderes populistas hablan de una ‘crisis de refugiados’ sin mostrar evidencia empírica de ella. El presidente de Estados Unidos, el primer ministro de Hungría y el ministro del Interior alemán exageran las magnitudes de los flujos migratorios para hacer propaganda”, arguye la politóloga del GIGA. 

“Si analizamos con honestidad científica las estadísticas de movimientos humanos entre fronteras nos percataremos de que la migración marítima a través del Mediterráneo hacia Europa Occidental se ha mantenido constante en los últimos años; de que el acuerdo entre Turquía y la Unión Europea ha frenado la llegada de refugiados al espacio Schengen; y de que, a excepción del éxodo venezolano, que causa estragos singulares en América Latina, la migración de centroamericanos y mexicanos hacia Estados Unidos está en uno de sus puntos más bajos. En otras palabras, no hay motivos para que la emigración nicaragüense, espoleada por la violencia estatal, sea abordada como un enorme problema para su vecindario”, esgrime Pedroza.

A sus ojos, Panamá y Costa Rica son los destinos primarios ideales para quienes procuran salir de Nicaragua: Panamá, debido a las oportunidades que su economía les ofrece, y Costa Rica, por razones históricas. “Cerca del 10 por ciento de la población de Costa Rica –medio millón de personas, aproximadamente– está compuesta por nicaragüenses que se radicaron allí hace muchos años. Y eso es un imán para sus compatriotas. Las autoridades costarricenses ya se están preparando para su llegada”, señala la investigadora del GIGA.

Evan Romero-Castillo (JOV)

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