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Nigeria no tiene elección

Jan-Philipp Scholz, desde Nigeria (lgc)28 de marzo de 2015

Tras ser pospuesta la votación, los nigerianos deben elegir este sábado a su presidente. Sin embargo, muchos han perdido el interés por las elecciones, y con razón, según nuestro corresponsal Jan-Philipp Scholz

Nigeria Demonstration gegen Verschiebung der Wahl 7. Februar 2015
Imagen: picture-alliance/AP Photo/O. Gbemiga

El escándalo empezó el 7 de febrero. Lamentablemente las elecciones presidenciales deben retrasarse seis semanas, se dijo. El ejército debía primero derrotar a Boko Haram para garantizar las votaciones en todo el país. Los nigerianos no creían lo que oían. ¿Hablaban el gobierno y los jefes del Ejército de los terroristas que llevan seis años aterrorizando con sus asesinatos, saqueos y secuestros a todo el noreste del país, una zona del tamaño de Portugal? ¿Esos quq han hecho que un millón y medio de personas huyan de sus hogares? ¿Deben ser derrotados ahora? ¿En sólo seis semanas? Muy bien… pero, ¿por qué no se ha hecho antes?

Los éxitos del ejército nigeriano y sus aliados militares en las últimas semanas son impresionantes, a pesar de la reciente noticia de un nuevo secuestro masivo en el norte de la ciudad nigeriana de Damasak. Los informes de testigos presenciales y de periodistas de la región sugieren que Boko Haram puede haber sido expulsado por la ofensiva militar de numerosas zonas que controlaba. Y encontrarse, prácticamente, acorralado. Es un motivo de alegría para los nigerianos, a los que sin embargo les queda la duda: ¿Por qué no se ha hecho en seis años?

Una bofetada a las víctimas del terrorismo

Según Jan-Philipp Scholz, con la mera opción que suponen los candidatos, Nigeria ya perdió la oportunidad de empezar de cero.Imagen: Pius Utomi Ekpei/AFP/Getty Images

Hace unos días el presidente Goodluck Jonathan, dio en una entrevista la respuesta: porque Nigeria no ha querido más guerra desde su sangrienta contienda civil en la década de 1960. Ni produce armas. Pura desfachatez. Nigeria, la economía más grande de África, con un presupuesto de defensa de unos cinco mil millones de euros al año, un país que ha participado en los últimos años en numerosas misiones de mantenimiento de la paz de Sudán del Sur a Liberia, ¿no ha podido durante seis años juntar armas y alianzas para organizar la lucha contra un grupo terrorista brutal en su propio territorio?

Ahora, la fecha en que todo encaja como por arte de magia y se puede por fin actuar enérgicamente contra los terroristas es, casualmente, justo antes de las elecciones presidenciales. La hipocresía del presidente es increíble y supone una bofetada en la cara a los familiares de las miles de víctimas de Boko Haram. Pero lo más indignante es el hecho de que la élite política de Nigeria se dé cuenta, sólo cada cuatro años, de que existe el pueblo nigeriano y de que deben, al menos, ofrecer una apariencia de legitimidad democrática.

Durante años se debían haber preocupado de la suerte de millones de compatriotas que sufrían bajo el terror en el norte del país y, simplemente, no lo hicieron. O, al menos, no se preocuparon lo suficiente como para tratar de pensar seriamente en cómo resolver el conflicto. El presupuesto militar fue saqueado sin miramientos, mientras los terroristas continuaban matando y violando. Un presidente que tiene que responder de este estado de cosas ha perdido, obviamente, toda pretensión de liderazgo.

Un rival con un pasado oscuro

Pero ¿cuál es la alternativa? El único candidato opositor serio es el exdictador militar Muhammadu Buhari. Para muchos nigerianos, sobre todo del norte del país, predominantemente musulmán, es impermeable a la corrupción. Y es famoso, además, por la austeridad de su estilo de vida. Sin embargo, y esto es la otra cara de la moneda, hizo perseguir a la oposición política y encarcelar a muchos críticos durante su época como jefe militar en la década de 1980. Los tiempos y las circunstancias han cambiado, dicen sus defensores.

Mientras tanto, se han establecido en el país instituciones democráticas (más o menos funcionales) que limitan el poder del presidente. Incluso aunque quisiera, no podría volver a llevar a cabo esa represión. ¿Debería eso tranquilizarnos? Si pudiera, lo volvería a hacer. Cuando detentó el poder, de hecho, abusó de él. Que ahora las circunstancias sean diferentes no es, precisamente, gracias a él. Al contrario.

Jan-Philipp Scholz, corresponsal de DW en Nigeria.Imagen: DW/M. Müller

Reza el saber popular que cada pueblo tiene los políticos que se merece. Si aplicáramos este dicho a Nigeria, sería insultar a los 170 millones de habitantes del gigante de África occidental. A quienes trabajan duro para sacar adelante a sus familias. No, Nigeria no tiene los políticos que se merece. Debido a que la elección que se supone que la gente tiene no es, en realidad, tal: ¿o mentiroso o exdictador?

Y por encima de todo se cierne, además, la mano invisible de las fuerzas armadas y de los grandes oligarcas, cuyo dedo señala quién debe gobernar. Si no les gusta el resultado electoral, podrían utilizar su poder para formar un gobierno de transición a su medida. Así que, por desgracia, hay un resultado que ya se ha producido, antes de que abrieran los locales electorales: Nigeria perdió la oportunidad de empezar de cero.

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