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No habrá paz exprés con los talibanes

Sandra Petersmann
10 de julio de 2019

Durante dos días, representantes de los talibanes y del Gobierno afgano hablaron a puerta cerrada en Doha. Esto es alentador, pero no una garantía de paz para Afganistán, dice Sandra Petersmann.

Afghanistan Deutsche Botschaft bei Anschlag in Kabul massiv beschädigt
Imagen: REUTERS/O. Sobhani

Mientras que las ideas iban y venían de un lado al otro de la mesa en Doha, más gente moría en Afganistán. A causa de la guerra y el terror. Como todos los días.

Doha no fue una cumbre de paz afgana, sino un buen encuentro para romper el hielo y despejar el camino para nuevas conversaciones. Fue una cumbre de posibilidades e imposibilidades, sin personal de alto nivel; en un tono a veces áspero, y a veces comprensivo, como dijeron los participantes.

En misión privada

Por iniciativa de Alemania y Catar, representantes del Gobierno afgano y de los talibanes se reunieron oficialmente por primera vez, como particulares. Esa era la condición, porque oficialmente los islamistas radicales todavía se niegan a negociar con el Gobierno. Aunque lo que cuenta es que hablaron durante dos días, en el salón de baile de un hotel exclusivo.

Sandra Petersmann, periodista de DW, reporta desde 2001 sobre Afghanistán.Imagen: DW/B. Geilert

En la delegación de Kabul se encontraba Matin Bek, un joven con estudios, que ahora está a cargo de establecer las administraciones locales. Su padre era un caudillo y murió en un ataque talibán en 2011. Lotfullah Najafizada, el joven director del canal de televisión Tolo News, también estaba allí. Perdió a siete empleados en enero de 2016, cuando un terrorista suicida talibán se inmoló.

Con niñero incluido

También llegó al encuentro Shaharzad Akbar. En febrero de 2017, junto con otros jóvenes activistas de la sociedad civil, Akbar vertió pintura roja en el río Kabul, que atraviesa la capital del mismo nombre.

El agua de color rojo sangre pretendía conmemorar a las víctimas del terror y de la guerra. Hoy, Shaharzad Akbar es asesora de Seguridad Nacional de Afganistán y trajo a su hijo de dos meses a Doha. Durante las charlas, el bebé estuvo al cuidado de su padre. Afganistán también puede ser así.

El diálogo de Doha se inscribió en las negociaciones en curso entre los estadounidenses y los talibanes. El Gobierno de Trump se está moviendo ágilmente, y es muy posible que el jefe negociador estadounidense Zalmay Khalilzad y los talibanes negocien rápidamente un acuerdo marco. Los talibanes exigen un calendario para la retirada de las tropas estadounidenses, los norteamericanos quieren garantías de seguridad y la renuncia al terror.

No habrá paz sólo porque Trump la quiera

Un acuerdo entre Estados Unidos y los islamistas radicales no es un tratado de paz para Afganistán. Es como el marco de un rompecabezas vacío. Sin relleno. Sin justicia.

Nadie debería ceder a la ilusión de que se puede forzar la paz en Afganistán, solo porque el presidente de los Estados Unidos esté luchando por su reelección. Para los estadounidenses y sus aliados, entre ellos también Alemania, "solamente” se trata de los 18 años transcurridos desde el 11 de septiembre de 2001, mientras que para los afganos ya son unas cuatro décadas de guerra contínua.

Son los afganos los que deben aclarar qué papel político deben desempeñar los talibanes en el futuro. Son los afganos, quienes deben decidir hasta qué punto es sensato celebrar elecciones presidenciales a finales de septiembre. Son los afganos quienes deben decidir si quieren adherirse a su constitución democrática o volver a ser un emirato islámico.

En este punto, también se trata de qué papel desempeñarán las mujeres en el futuro. ¿Qué quieren decir los talibanes cuando dicen que las mujeres pueden aprender y trabajar sobre la base de la sharia y la cultura islámica? Según el enviado especial alemán Markus Potzel, once mujeres han viajado de Kabul a Doha. La delegación de los talibanes no incluyó a ninguna mujer.

Gran desconfianza por todas partes

Otra cosa que también forma parte de la realidad afgana son las luchas de poder intestinas que están lastrando actualmente al Gobierno. En las provincias, los señores de la guerra obstaculizan el desarrollo democrático, al tiempo que viven del dinero de Occidente, que los ha convertido en socios.

Del lado de los talibanes, no está claro que sus representantes políticos en Doha tengan los mismos intereses que sus combatientes en el campo de batalla. Los comandantes talibanes controlan ahora casi la mitad del país. ¿Por qué deberían hacer concesiones políticas cuando el tiempo está de su lado?

Quienes quieran lograr paz en Afganistán, necesitan paciencia diplomática. El camino hacia la paz es largo. Y, mientras tanto, seguirá corriendo la sangre. Afganistán fue y es una guerra de intereses. No habrá solución que no involucre a sus difíciles países vecinos, Pakistán e Irán, así como a otras grandes potencias como China, India y Rusia.

Eso hace aún más necesarias conversaciones como las de Doha, en las que los afganos pueden hablar entre sí, a puerta cerrada: sobre lo posible y lo imposible; sobre su país, con y sin guerra.

(pana, rml)

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