“No hay espacio para no aceptar fallo de La Haya”
24 de enero de 2014 Los innumerables viajes de investigación hechos a Lima y a Quito, sumados a la experiencia acumulada en su trabajo como reportero especializado en temas de cancillería, forjaron en la cabeza del periodista chileno Phillip Durán la idea de ordenar las historias que tenía sobre el diferendo marítimo que terminó con Perú y Chile enfrentados en la Corte Internacional de La Haya, instancia jurídica que entregará su veredicto el lunes 27 de enero. Desde mayo de 2013 trabajó arduamente en pos de ese objetivo que vio la luz en las librerías chilenas exactamente una semana antes del fallo.
Durán, que trabaja actualmente como subeditor político en el diario La Segunda y antes se desempeñó en los prestigiosos periódicos El Mercurio y La Tercera, se apasiona con las relaciones internacionales. Ha cubierto cumbres de la APEC, de Mercosur, asambleas generales de la ONU y giras de presidentes chilenos y ha conseguido acceder a información que no es fácil de obtener. “Consideré que había historias que valía la pena trabajar en un formato y un contexto más extenso”, cuenta el profesional en conversación con DW sobre su libro “La hora de los halcones”, lanzado por Editorial Planeta, el relato más detallado y profundo publicado hasta ahora sobre la trastienda de este diferendo.
Esta demanda surge oficialmente en enero de 2008, cuando se presenta el caso en La Haya. Pero viene de mucho antes. ¿Pudo Chile evitar, de alguna manera, la instancia judicial que decidió seguir Perú?
La posibilidad de negociar -y evitar una demanda- está abierta en la medida en que las dos partes están disponibles para ceder algo, lo que no era el caso. Perú preparó su caso con varios años de anticipación y Chile zanjó como defensa que no había nada que negociar porque existían tratados previos. De todas maneras, en el texto se cuentan dos episodios en que diplomáticos chilenos sondearon a personeros peruanos sobre la posibilidad de una salida conversada. Perú, sin embargo, no consideró que fueran ofertas suficientes.
¿En qué consistieron esos intentos de acuerdo y por qué fracasaron?
Uno de ellos fue en 2007, cuando diplomáticos chilenos sondearon la idea de que Perú reconociera el paralelo como límite marítimo mientras Chile aceptaba la versión limeña de la frontera terrestre. En 2010 hubo una situación similar: personeros de Santiago pusieron sobre la mesa que Chile reconociera en alguna forma la presencia peruana en el triángulo externo (área marítima sobre la que Perú exige derechos y que Chile considera alta mar) y Lima admitiese el paralelo como frontera marítima. En ninguna ocasión Perú aceptó conversar. En la Cancillería chilena, en todo caso, niegan cualquier propuesta formal a Lima para abrir una negociación.
¿Podríamos pensar que la demanda es una herramienta para unir a la ciudadanía en torno a un objetivo "nacionalista"? Uno podría preguntarse por qué surge en 2008 y no en 1965, por ejemplo.
La demanda necesitó de varios pasos previos, jurídicos y políticos, para concretarse, como por ejemplo aprobar algunas leyes en el Congreso peruano. Las primeras notas de protesta contra Chile datan de 2000, cuando la apuesta limeña de negociar aún permanecía abierta. Luego, con mucha más decisión, a partir de 2003 el entonces canciller peruano Manuel Rodríguez Cuadros impulsó varias acciones clave.
¿Cómo cuáles?
Como preparar una ley para proyectar el dominio marítimo peruano desde la costa y emplazar a su par chilena Soledad Alvear a negociar, sabiendo que ésta le diría que no: esa negativa dejaba libre la vía hacia un juicio. Los pasos previos concluyeron el 2007, cuando el entonces mandatario peruano Alan García -ya con la decisión tomada de demandar- publica una cartografía marítima. Pero más allá de esos “requisitos”, uno de los elementos sobre la mesa que tuvo García en ese momento fue la creciente presión de los sectores más nacionalistas para retomar la idea de demandar, que él había congelado, pese a que su antecesor, Alejandro Toledo, la había empujado con fuerza.
¿Qué rol juegan Ecuador y Bolivia en esta historia? ¿Buscaron sus gobiernos sacar provecho de este caso?
Ecuador, de todas maneras. Advirtiendo que podría respaldar a Chile en La Haya, Quito presionó a Lima para acordar las coordenadas exactas del límite marítimo entre ambos países. Algo que logró el 2011, convirtiéndose en el primer ganador del conflicto y dejando de lado las expectativas chilenas de un apoyo contra Lima.
¿Y Bolivia?
En el caso de Bolivia, hubo un intento extraño de marcar presencia en el caso: La Paz envió una nota a la Corte de La Haya, haciendo ver que la zona donde el tribunal debía pronunciarse (la frontera terrestre y marítima al norte de Arica, en Chile, y al sur de Tacna, en Perú) era un área de interés para La Paz, pues por ahí pasaría el corredor con soberanía que siempre habían buscado tener y que estuvieron a punto de conseguir en 1975, cuando Augusto Pinochet cerró un acuerdo con el general boliviano Hugo Bánzer, pero todo quedó en nada pues Perú se opuso. Aunque esta carta de Bolivia a La Haya incomodó a ambos países, La Paz pidió no ser incluido en el juicio. En 2013 terminaría presentando su propia reclamación ante el tribunal internacional contra Chile.
¿Vio durante su investigación señales o ánimo de alguna de las partes de no acatar el fallo?
Más allá de comentarios de algunos dirigentes políticos a ambos lados de la frontera, en los gobiernos está la convicción de que rechazar una sentencia traería costos en imagen internacional demasiado grandes. Eso, además de una eventual denuncia ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Por ello es transversal la opinión de que no hay espacio para no acatar el fallo de La Haya.
Si uno mira la prensa de ambos países, parece que en Perú hay un ambiente triunfalista y en Chile, en cambio, hay más mesura. ¿Comparte esa opinión? De ser así, ¿a qué lo atribuye?
Es cierto. Hay varias razones. Primero, las cuentas peruanas de que la demanda está construida de manera tal que si Chile impone su postura en todos los asuntos, queda igual que ahora, mientras que cualquier cambio en la frontera implica ganancia para Lima. Y segundo, las señales del Gobierno chileno diciendo que el fallo podría no favorecer exclusivamente a un solo país. Esto, junto con el primer factor, ha alimentado mayor confianza en Lima.
De acuerdo a lo que ha conversado con diplomáticos y especialistas, ¿cree que alguien gana con estas demandas? ¿Se afianza la institucionalidad internacional, los países despejan potenciales conflictos o, al contrario, se mina la confianza?
La desconfianza entre sectores de ambos países es antigua y profunda. Imagino que si la Corte entrega un fallo claro y éste es manejado con prudencia por ambos gobiernos, podría abrirse -a muy largo plazo- una etapa con menores tensiones. En Perú varios creen que si ellos obtienen un resultado favorable, se podría modificar en algo el balance de una relación que hasta ahora sigue marcada por la dinámica de vencedor-vencido tras la Guerra del Pacífico, en que Chile derrotó una alianza entre Perú y Bolivia.