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“No le veo salida al problema en el Tíbet”

Sabine Peschel/ lbm9 de abril de 2008

La actitud china con respecto a sus minorías es cada vez más implacable y la distancia que separa al país asiático de Occidente crece. El sinólogo Michael Lackner habla sobre presente y pasado en este conflicto.

El conflicto en el Tíbet y los Juegos Olímpicos: inexorablemente unidos.Imagen: AP

La sinología es la ciencia que estudia las lenguas y la cultura chinas. A ella se ha dedicado y dedica Michael Lackner, cuya trayectoria profesional le ha hecho recorrer las universidades de Princeton y Erlangen, además de los Colegios de Economía de Berlín y Göttingen. Con el trasfondo de los Juegos Olímpicos y las protestas en el Tíbet llenando periódicos, DW-WORLD quiso saber la opinión de este experto sobre los últimos acontecimientos en China.

Agentes de seguridad chinos en Lhasa, la capital del Tíbet.Imagen: AP

DW-WORLD: ¿Se alegra usted de que se acerque el ocho de agosto?

Michael Lackner: Me he alegrado más otras veces. China quiere brillar por fuera, pero al mismo tiempo mantener su homogeneidad por dentro. Lo primero, el abrirse al exterior y celebrar en paz y armonía el encuentro de la juventud mundial, seguramente ya no sea posible. Cómo se van a desarrollar los acontecimientos dentro del país, si el Gobierno chino logrará o no sofocar las protestas, eso está aún por ver.

¿Fue un error conceder a Pekín la celebración de los Juegos?

Por lo menos se tuvo en esta decisión muy poca vista. Se infravaloró la capacidad de movilización del Tíbet, de los monjes, pero también la dimensión del control, la intensidad de una represión que no sólo afecta a los tibetanos, sino al acceso de todos los chinos a los medios de comunicación, a la libertad de expresión.

"Sangre y Juegos", puede leerse en este cartel.Imagen: AP

Los Juegos Olímpicos servirán al desarrollo del respeto a los derechos humanos y a la liberalización de China, los periodistas podrán moverse sin restricciones: a esto se comprometió el vicealcalde de Pekín y portavoz de la candidatura china, Lui Jingmin, antes de que el COI optara por entregar la organización de los Juegos a China. ¿Por qué incumple el Gobierno chino sus promesas?

¡El Gobierno chino está cumpliendo con lo prometido! Según las últimas noticias, en los hoteles internacionales y algunos cibercafés el acceso a Internet será libre durante las tres semanas que duren los Juegos: para que los periodistas puedan hacer su trabajo y seguramente también para que puedan informar de que no se les impide el acceso a la Red. Este tipo de promesas las cumple sin problemas cualquier gobierno. Pero, ¡no llegan a todos!

Sin Juegos Olímpicos, ¿se habría condenado al activista Hu Jia a tres años y medio de cárcel?

Personalmente, opino que hubiera recibido la misma condena. Este tipo de condenas las hemos vivido una y otra vez en los últimos años. Lo único relevante es constatar que Pekín no se deja intimidar por los Juegos Olímpicos y mantiene su política de mano dura.

Manifestantes tratan de impedir el recorrido de la antorcha olímpica en Londres.Imagen: AP

Con su candidatura a los JJOO, China se presentó como una nación segura de sí misma. Los Juegos estaban planeados como un evento glamoroso, una escenificación perfecta: la entrada definitiva de un país en la Comunidad Internacional. ¿Cómo van a afectar los daños a la imagen china a la relación de este país con Occidente?

Yo, como otras muchas personas, les hubiera deseado a los chinos que la escenificación les sirviera para remarcar su estatus mundial. Recuerde 1989: el distanciamiento de entonces, casi una ruptura de relaciones, duró años. Cuánto tiempo se requiera esta vez dependerá en gran parte de la facultad para olvidar de Occidente.

El recorrido de la antorcha olímpica, planeado por Pekín como un “trayecto de la armonía”, se está viendo dificultado por las numerosas protestas. El Gobierno chino reacciona con indignación. ¿Son las manifestaciones contra-productivas?

Por supuesto que endurecen los frentes y la situación. No sólo en el Gobierno chino, sino también entre la población china, que no se entera de muchas de las cosas de las que se informa aquí.

De la sociedad china de hoy a la dinastía manchú. ¡Siga leyendo!

Una mujer tibetana exige el boicot de la competición olímpica.Imagen: AP

En la cuestión de los derechos humanos y en temas como la libertad de expresión parece que estemos ante dos sistemas de comunicación diametralmente distintos: lo que en China se presenta como una conspiración de fuerzas anti-chinas, en Occidente se ve como la lucha justificada de minorías reprimidas. ¿No funciona la comunicación?

Así es. Tenemos que procurar mantener vivo el diálogo. Pero la pregunta es, ¿con quién? De momento resulta difícil hablar con el Gobierno chino de estas cosas, especialmente en relación al Tíbet. Me parece por lo tanto importante que exista diálogo en el ámbito de la cultura y las ciencias. Porque me da la impresión, de que en la economía la conversación no se ha interrumpido.

¿De dónde procede la solidaridad de la población china con su Gobierno?

No son sólo los medios, a través de los cuales los chinos perciben sólo una parte de lo que sucede. Es también lo que se llama la “educación patriótica” que, con como mínimo dos décadas de historia, ha alcanzado prácticamente a todos los chinos. ¡Fíjese en los libros de texto, de qué modo se narra la historia de China!

Tíbet, provincia china.Imagen: AP GraphicsBank

En su opinión, ¿qué pasó realmente en el Tíbet el 11 de marzo pasado y los días posteriores? ¿Fue una manifestación pacífica de monjes contra China o una revuelta violenta de frustrados tibetanos?

Las dos cosas al mismo tiempo. Algunos monjes se atienen estrictamente al principio del Dalai Lama, y de Mahatma Gandhi, de la protesta sin violencia. Y hay jóvenes frustrados. ¡Pero esto es una revuelta! Su estilización en manifestación pacífica sólo puede haber salido de los cerebros de algunos periodistas muy, muy pro Tíbet.

¿Cómo legitima China sus derechos sobre el Tíbet?

Observémoslo al contrario. Hasta 1911, los tibetanos, y también los mongoles, le debían lealtad a la dinastía manchú, es decir, a una casa real. Los lamas eran los padres espirituales de los emperadores manchúes, con lo que tenían en China, a través de esos emperadores, una influencia civilizadora. Al Estado nacional chino, que empezaba a formarse en 1911, no se le debía lealtad alguna.

Por eso la situación hoy es tan difícil. Aquí estamos ante el que quizás sea el último imperio de la Tierra, pero éste se justifica usando criterios nacionalistas, como la homogenización o la integridad territorial. Estos criterios que se corresponden más con el concepto de Estado nacional, y no tanto con el de imperio. Si se les puede recomendar algo a los chinos es que vuelvan a las bases imperiales que permiten la tolerancia. Esa es la cuestión fundamental. Pero eso no lo vamos a vivir ni con este Gobierno ni con este Partido.

¿No le ve entonces salida al problema del Tíbet?

De momento, no.

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