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¿No más Evo?

Rosa Muñoz Lima (el) 22 de febrero de 2016

Bolivia parece inclinarse al “no” a una cuarta reelección de Evo Morales, recientemente elegido presidente con el 61 de aprobación. ¿Quiénes y por qué dicen no más? Desde La Paz, un experto respondió a DW.

Imagen: Getty Images/AFP/A. Raldes

“Hay que esperar con mucha serenidad los resultados. No es bueno hacer fiestas anticipadas”, dijo Evo Morales en conferencia de prensa este lunes (22.02.2016) en Palacio Quemado. No obstante −tras gobernar Bolivia desde el 2006 y convocar un referendo constitucional a fin de poder postularse a un cuarto mandato, del 2020 al 2025−, el líder indígena aseguró que estaría también “preparado” para perder.

Y es que, tanto los primeros sondeos a boca de urna como los resultados preliminares divulgados por el Tribunal Electoral −ya con el 72,5 % de los sufragios escrutados−, avanzan que el “no” podría haber superado hasta por diez puntos al “sí”. No obstante, aún quedan votos por escrutar, y el órgano electoral tiene hasta siete días para entregar los resultados oficiales.

El presidente insistió este lunes en la postura de la víspera de su vicepresidente, Álvaro García Linera, quien habló de un “empate técnico”, que podría revertirse al final del cómputo: “estamos esperando que lleguen las actas oficiales del voto del exterior, barrios alejados y comunidades alejadas donde el MAS tiene una elevadísima votación favorable", precisó Linera. “El voto rural siempre hace cambiar”, se consoló Morales.

¿Posibilidad de remontar?

Estas declaraciones han preocupado a los críticos del Ejecutivo, quienes temen que “la única manera de voltear la situación sería algún tipo de fraude” y ven en el mensaje de Linera “prácticamente un mandato al órgano electoral”, asegura −desde La Paz− Iván Velásquez, coordinador en Bolivia de la Fundación Konrad Adenauer (KAS), cercana al conservador partido cristianodemócrata alemán.

Linera asegura que el voto en el exterior podría sumar hasta medio punto a favor del “sí”. Pero los cómputos de “Brasil, Argentina, España, donde la comunidad boliviana es importante”, muestran más bien “ausentismo”, lo contradice Velásquez.

Por otra parte, hay ciertamente “municipios importantes del área rural aún pendientes de ser incluidos en el conteo final” del órgano electoral, pero las previsiones de las empresas encuestadoras (Mori e Ipsos), “cuentan también con datos del área rural”, destaca el coordinador de la KAS.

Como sea, por el momento, la misión de observación electoral de la Organización de Estados Americanos (OEA) ha felicitado a Bolivia por la “alta participación, espíritu cívico y sentido democrático”, y −aunque detectó irregularidades− descartó que puedan considerarse pruebas de fraude electoral.

“Nueva geografía electoral”

Para Velásquez, la geografía electoral de este país, en el que “seis de cada diez bolivianos han ido a votar”, ha cambiado por varias razones de cara al actual referendo. El padrón electoral, que en 2014 era de 5.993.901 votantes, creció en esta elección a 6.502.079 votantes. “Ese elemento ha reflejado nuevos resultados con respecto a 2014”, asegura este economista.

¿Suficiente en contra del líder indígena de centroizquierda que hace apenas un año ganó los comicios presidenciales con el 61 % de los votos? Seguramente no, pero su popularidad se ha visto golpeada también, recientemente, por una denuncia de tráfico de influencias y por la muerte de seis funcionarios durante un incendio intencional de la alcaldía opositora de El Alto.

El presidente boliviano estimó que ganaría el referendo con una ventaja de “alrededor del 70 o 75 %”. Pero –más que cualquier estrategia opositora, con o sin el apoyo estadounidense que el Ejecutivo del MAS insistió en denunciar− los propios “errores del partido de Gobierno” le han puesto el traspié: “No han dado respuesta al caso más sonado de corrupción alrededor del Fondo Indígena, que implica a altos dirigentes del partido de Gobierno que ni siquiera han sido llamados a declarar” y empaña la celebrada inclusión de indígenas y campesinos en el proyecto político del MAS, ilustra Velásquez.

Es así que seis departamentos –y casi todas las ciudades capitales− han dicho, hasta ahora, “no”. Frente a solo tres −La Paz, Oruro y Cochabamba− que van votando “sí”. Y en Cochabamba, por ejemplo, el margen (poco más del 52%) parece relativamente estrecho para un tradicional bastión del MAS.

A la defensiva

“El presidente Morales ha sido siempre reacio a acceder a una entrevista en una contienda electoral, y mucho menos el vicepresidente, pero para esta elección se los ha visto muy mediáticos”, resalta el coordinador de la KAS, y deja en el aire la impresión de una estrategia defensiva del Gobierno frente a la ofensiva de la oposición, centrada sobre todo en las redes sociales.

Doctorado en economía, con investigaciones sobre pobreza extrema, comunidades vulnerables e inversiones en Bolivia, Velásquez relativiza, además, los logros más celebrados hasta ahora por el propio gobierno, analistas y diversos organismos internacionales.

El “exitoso” programa económico de Morales, basado en la explotación de recursos energéticos –“intensivos en tecnologías y capital, pero no en generación de empleos”−, permitió un fuerte crecimiento de la actividad pero solo una “leve” disminución de la pobreza, a costa de “una economía del despilfarro”, asegura.

Así, para los que el domingo votaron “no”, el Gobierno de este país “rentista” (dependiente sobre todo del gas) y fuertemente “importador”, deberá asumir, por lo pronto hasta 2020, el reto de los bajos precios internacionales de los hidrocarburos. Aclarar los casos de corrupción alrededor de recursos supuestamente destinados a generar infraestructuras y beneficios sociales. Y, de cara a los comicios de 2019, recomienda Velásquez, aceptar que “es sano que haya un recambio en el poder, que ayude a que las instituciones democráticas se fortalezcan.”

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