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"No quise morir por una mala causa", dice alemán que se negó a luchar por Hitler

1 de septiembre de 2009

Setenta años después del inicio de la Segunda Guerra Mundial, los héroes alemanes son los que opusieron resistencia al nazismo. Deutsche Welle habló con uno de ellos sobre aquella lucha silenciosa y llena de peligros.

Otto Kaufmann no quiso firmar su libreta de servicios al nazismo.Imagen: Kaufmann

El tema está presente tanto en las películas alemanas de los últimos tiempos como en discusiones actuales en el Parlamento en torno a la rehabilitación de los "desertores de guerra". El asunto surge también en la inauguración hoy (01.09.2009) de un monumento a quienes se opusieron a ser parte de la guerra en la ciudad de Colonia.

Otto Kaufmann*, oriundo de Colonia, nunca fue un desertor. Durante la guerra fue obligado, como tantos otros, a prestar servicio al régimen nacionalsocialista. Sin embargo, muy hábilmente evitó formar parte de la maquinaria homicida nazi. En entrevista con Deutsche Welle, él nos relata su historia.

Deutsche Welle: ¿Puede contarnos un poco sobre usted? ¿Cuándo y dónde nació?

Otto Kaufmann*: Nací en 1915 en la ciudad de Colonia.

Entonces tenía 17 ó 18 años cuando Hitler llegó al poder. ¿Pudo ver a Hitler? ¿Cómo vivió el comienzo del nacionalsocialismo?

Hitler visitó una vez Colonia y nos obligaron a ubicarnos en la calle para saludarlo. Y el que no participaba sufría las consecuencias en la escuela. Cuando terminé mi bachillerato ya habíamos cambiado de profesor encargado unas 10 ó 15 veces, porque una parte de los profesores se oponía al régimen y los removían de su cargo.

Niños y jóvenes eran obligados a participar en las Juventudes Hitlerianas.Imagen: dpa

En la escuela se nos obligaba a participar de las reuniones de las Juventudes Hitlerianas (Hitlerjugend), con la amenaza de que, de no hacerlo, no íbamos a obtener nuestro permiso para el examen de bachillerato. Cierta vez me obligaron a marchar con la sección escolar y tuve que cantar esas canciones incendiarias y desfilar por el barrio de Ehrenfeld. Luego de haber vivido semejante disparate, quemé mi camisa y mi pantalón con insignias hitlerianas en la caldera de mi casa.

¿Cómo vivió el 1º de septiembre de 1939, cuando las tropas de Hitler ocuparon Polonia?

Esa mañana Hitler anunció por radio la ocupación diciendo “Ahora vamos a contraatacar”, como declaración de guerra. Eso se escuchaba en todas partes, que estábamos en guerra. Y se nos hizo notar que podrían producirse ataques aéreos, para lo cual deberíamos preparar nuestros sótanos para protegernos. También lo anunciaron en las noticias semanales del cine.

¿Cuándo empezaron sus dificultades con el régimen?

Después de haber aprobado mi bachillerato trabajé como estudiante en un taller que fabricaba acumuladores eléctricos. Allí se me preguntó si quería conocer al capataz Robert Ley, que era el administrador del Frente Alemán de Trabajadores. Entonces dije que sí, pero era una situación muy desagradable. Ley tomaba mucho, y lo vi borracho en un local de vinos a orillas del Rin. Yo conté lo que vi, y entonces, unas semanas más tarde, estando en mi lugar de trabajo, me llamó el portero para que me presentara en la entrada. Ahí me esperaban agentes de la Gestapo de Bochum para decirme que firmara lo que había dicho sobre Ley. Pero me negué.

Luego me dijeron que no podía moverme del lugar, y que me avisarían qué pasaría conmigo. Estuve un par de días en la cárcel de Brilon. Tuve que presentarme ante la policía local durante varias semanas. Y luego mi padrastro, que era amigo del dueño de la fábrica se puso en contacto con las autoridades del distrito de Brilon, que tenía intereses en dicha empresa, y logró que no me enviaran a un campo de concentración.

¿Cómo logró no tener que pelear en la guerra?

Primero fui empleado en una empresa que producía baterías. Era insustituible, por eso no me enrolaron. Luego reclutaron a todos; como yo tenía una úlcera estomacal, y eso lo puede ver en mi libreta militar, fui examinado varias veces. Hasta 1944 fui útil al servicio con limitaciones; por mi problema del estómago me declararon idóneo para trabajos en el ejército. Pero luego los controles se volvieron más estrictos, y ya no decidía el coronel a quién se enrolaba o no, sino que los médicos tenían que hacer la selección en un hospital.

Entonces se me volvió a llamar para un examen médico. Antes de ir tomé dos copitas de sangre de paloma, que hace que uno se ponga pálido. Me caí desmayado delante del médico. Y así fue como otra vez me declararon incapaz de servir en el ejército. Cuando apenas había soldados, me llamaron para ir como reservista a Flandes. Lo que hice fue simplemente no ir.


"No quise entregar mi vida a una causa podrida y perdida."Imagen: picture-alliance / © Evolve/Photoshot



¿Tuvo contacto con judíos durante la guerra?

Sí. Teníamos una empleada que estaba casada con un judío. Y la obligaron a divorciarse. Tenía una hija, y las perseguían. Primero las tuve en mi casa, y luego las mandé a una granja en la región del Eifel. Eso era muy peligroso, pero estábamos cerca del final de la guerra. Por eso me animé a hacerlo.

La hija vive todavía. Ella más tarde trabajó para los servicios secretos alemanes, creo. Después de la guerra me pidió que hablara con un agente del Servicio Secreto de Brasil, porque querían preguntarme algo. Yo tenía mucha curiosidad y acepté, pero el encuentro nunca se produjo. Tal vez querían saber algo sobre criminales nazis en Brasil, pero no lo sé.

¿Cómo fueron los últimos días de la guerra en Colonia? ¿Tuvo que huír?

Siempre estuve en Colonia en la clandestinidad. La empresa en la que trabajaba se mudó, y no trabajé más. Ya no había una oficina de empadronamiento en Colonia, y apenas si había policías que me podrían haberme buscado. Me mudé 17 veces, y, si recibía una carta que decía que debía registrar mi domicilio, la rompía y me iba. Claro que era peligroso todo aquello.

¿Cómo fue su encuentro con los aliados?

Dos meses antes del fin de la guerra fui a reunirme con mi familia a las sierras del Eifel, y allí tuve mi primer encuentro. En el pueblo había dos tanques alemanes. Habían defendido ese pueblo hasta el final, y luego se habían entregado. Cuando llegaron los estadounidenses, mi hijo mayor se enfermó de pulmonía. Los estadounidenses entraron al sótano donde nos escondíamos y yo levanté el calzoncillo blanco de mi hijo como bandera en señal de que no era soldado y hablé algo en inglés. Tenía conocimientos de inglés porque había estudiado seis meses en Inglaterra.

Ataque aéreo nazi sobre Varsovia, en septiembre de 1939.Imagen: ullstein bild

Les conté a los estadounidenses que no era soldado, que no era nazi, y que nunca había estado en el Partido. El estadounidense tenía una inyección y dijo que se la iba a dar a mi hijo, en alemán. Hablaba mal alemán. Supongo que era judío, porque después conocí a muchos oficiales estadounidenses que eran judíos. Muchos huyeron durante la persecución hacia EE.UU.

Luego él me dijo que estaba estacionado en las cercanías y que, cuando la guerra terminara, me iría a visitar. Un día me vino a ver y me dijo si, ya que tenía conocimientos de inglés, no querría trabajar para ellos.

En esa región había muchos trabajadores esclavos que fueron liberados y querían vengarse. Hacían cosas terribles, como robar o violar. Los estadounidenses, en cambio, se ocuparon de establecer el orden y de que hubiera tranquilidad. Yo viajaba con ellos en un jeep y amonestaba a los rusos.

¿Qué hizo después de la guerra?

Luego de la guerra volví con mi familia a Colonia. El Gobierno de esa ciudad funcionaba en una casa en la que luego vivió mi hijo. Esa era la única casa que quedó más o menos intacta en la ciudad. Me llamaron del Gobierno de la ciudad y me emplearon como distribuidor de baterías. Más tarde me independicé en el mismo ramo.

Como no había pertenecido al partido y había tenido ese problema con la Gestapo, me pidieron que formara parte de un consejo de desnazificación. En el consejo había muchos comunistas. También querían que participara porque yo no era comunista.

No quería hacerlo, no quería enjuiciar a mis compatriotas. En el consejo tenía que decidir si una persona era un nazi activo o sólo un secuaz. Sólo permanecí allí un par de semanas, y lo hice a disgusto, porque no sabía bajo qué condiciones esos hombres se vieron obligados a ingresar al partido.

Usted tomó sangre de palomas para no matar gente. Es un acto muy simbólico, ¿no le parece?

Yo había leído que la sangre de paloma produce que las personas se pongan muy pálidas. Y, a decir verdad, la tomé, en un 50 por ciento para no tener que matar, pero en otro 50 por ciento porque en los últimos minutos antes de hacerlo pensé que no quería dar por perdida a mi vida y tener que dejar solos a mi mujer y a mis hijos.

* El nombre real se mantiene en secreto a petición del entrevistado. Deutsche Welle conoce su identidad.

Autor: Carlos Albuquerque/ CP
Editor: Enrique López Magallón

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