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Los críticos del coronavirus y las teorías de conspiración

Nemanja Rujevic
30 de diciembre de 2021

Cuestionar la inteligencia de los que critiquen las medidas anticoronavirus muestra que no hemos aprendido de la polarización del pasado y cierra la puerta a cualquier posibilidad de diálogo, opina Nemanja Rujevic, de DW

Imagen: picture-alliance/dpa/C. Schmidt

Rastrear a los teóricos de la conspiración es un trabajo de tiempo completo que exige atención constante en Alemania. A finales de enero, los reporteros de la emisora pública bávara de radio y televisión Bayerischer Rundfunk encontraron lo que estaban buscando: Christoph Süß diseccionó en su programa la supuesta teoría conspirativa de que el virus, que en ese punto todavía se encontraba principalmente en la ciudad china de Wuhan y sus alrededores, era mucho peor de lo que la gente en Alemania quería admitir en ese momento.

Süß describió los puntos de vista concordantes como "hipocondría colectiva", "horror pandémico" y "paranoia". Además, se citó a un médico alemán que describió el coronavirus como "no tan peligroso" y que una epidemia grave de gripe dos años antes había sido mucho peor.

Ayer una teoría de la conspiración, hoy parte de la tendencia dominante

Claramente, este ya no es el caso: lo que ayer se consideraba una teoría de la conspiración se ha convertido en un hecho ampliamente aceptado. Y los disparos retóricos detonados por el presentador de Bayerischer Rundfunk lo clasificarían hoy como un "teórico de la conspiración".

Y aún así muchos periodistas, analistas y políticos todavía tienen la necesidad de poner a todos los que piensan de manera diferente en un saco muy definido. Ahora los reportes califican las crecientes protestas contra las medidas de confinamiento anticoronavirus como un lugar de reunión para teóricos de la conspiración, extremistas de derecha y -aquí una nueva- esoteristas de izquierda.

El diario de orientación izquierdista TAZ calificó las protestas como "una mezcla tóxica". Para otros medios de comunicación, fue la participación de "ciudadanos normales" lo que hizo la mezcla tóxica. Y no se debe esperar mucho de los "ciudadanos normales" ya que, como afirmó recientemente un periodista, tienden a permitirse creer cualquier cosa.

Nemanja Rujevic, editor de DW Imagen: DW

¿Ha llegado realmente el punto en el que todos los críticos y manifestantes necesitan aclarar su responsabilidad al decir que no necesariamente están de acuerdo con todo lo que se dice en el escenario? ¿No debería esto estar claro ya?

¿Está prohibido todo tipo de críticas porque algunos de los críticos sospechan que la crisis del coronavirus se planeó desde el principio y solo deben decidir si el virus es un arma biológica creada por China o Estados Unidos, o tal vez incluso un intento de Bill Gates de tomar el poder?

Ecos de la crisis de refugiados

Una espiral de polarización se avecina, como describió con precisión el sitio web del semanario Die Zeit: "Una creciente protesta lleva a una mayor crítica y atención, lo que lleva a más protestas".

Hay algo de déjà-vu al respecto: hace cinco años, la muy alardeada "cultura de bienvenida" aún prevalecía en Alemania, y en muchos artículos de opinión, cualquiera que expresara reservas sobre la política de refugiados alemana era etiquetado como un radical de extrema derecha. Pero excluir cualquier tipo de crítica fue un fracaso espectacular: se convirtió en un impulso para el partido populista de derecha Alternativa para Alemania (AfD), una agrupación que sin duda obtiene votos de muchos neonazis y racistas, pero que nunca habría crecido tanto sin el excluido "ciudadano perfectamente normal".

Lo loco es que la canciller alemana Angela Merkel ha respondido desde hace mucho tiempo a las "preocupaciones de los ciudadanos" mediante la firma de un acuerdo de refugiados con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan y una política de deportación más consistente. Pero debido a que nunca ha salido a decirlo, le han permitido conservar la corona de laureles de "canciller del mundo libre" que le dio la revista Time.

La falla de no aprender del pasado

Parece que poco se ha aprendido de la espiral de polarización previa como tampoco de pandemias anteriores. Una democracia digna de su nombre debe ser capaz de resistir debates y protestas controversiales sin crear divisiones insuperables.

Silenciar las críticas no deseadas con clasificaciones despectivas como "pozo negro" o "teoría de la conspiración" simplemente no es suficiente. Los mismos que se consideran los campeones de la democracia deberían abstenerse de usar tales etiquetas de exclusión.

(rr/ju)

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