Asma Jahangir, valiente activista pakistaní
1 de diciembre de 2014 La abogada pakistaní Asma Jahangir recibió en Estocolmo el Premio Nobel Alternativo junto al extécnico de la NSA estadounidense Edward Snowden, el abogado de derechos humanos de Sri Lanka Basil Fernando y el ambientalista estadounidense Bill McKibben. Jahangir, de 62 años, en una de las más importantes activistas de su país, donde fue presidenta de la Comisión de Derechos Humanos, además de trabajar como enviada especial de la ONU para la libertad religiosa.
Un premio “para todos los activistas”
Jahangir dijo a DW que el Premio Nobel Alternativo no es un galardón individual, sino un reconocimiento a todos los abogados de derechos humanos de Pakistán, quienes deben trabajar bajo condiciones extremadamente difíciles. Por ello, “el premio es un homenaje a todos los pakistaníes que trabajan incansablemente para mejorar la situación de los derechos humanos en el país”. También es un reconocimiento “para quienes han sido víctimas de abusos y no tienen posibilidad de defenderse”.
El premio también muestra al mundo que no todo es malo en Pakistán, y que hay personas que luchan contra la opresión, dijo la galardonada. El país asiático ha conseguido dirigirse hacia la democracia y el estado de derecho “también gracias a los esfuerzos de muchos activistas”, aseguró Jahangir.
Que Jahangir sea una luchadora tan incansable por los derechos humanos no supuso que, además, no debiera enfrentarse con las dificultades que impone una sociedad machista como la pakistaní. “Fui detenida y puesta bajo arresto domiciliario, pero eso solo me hizo más fuerte, más determinada. Como abogada, muchas veces tuve que hacerme cargo de casos difíciles y sensibles, en los que debí defender los derechos de las minorías y las mujeres”, algo que trajo consecuencias para su propia vida. “Siempre recibo amenazas y, honestamente, esas amenazas son muchas veces atemorizantes. Pero no puedo evitarlo, debo seguir adelante”, afirma. En una entrevista con DW en 2012, Jahangir acusó al servicio secreto pakistaní, el ISI, de estar detrás de esas formas de presión.
Una larga lucha
Asma Jahangir nació en 1952 en una familia de buena situación en Lahore. En los sesenta su padre protestó contra la política de Islamabad, que reprimía el movimiento independentista en lo que posteriormente sería Bangladesh. Eso significó que varias veces estuviera preso o con arresto domiciliario. “Esa experiencia influyó mucho en mi vida”, dice Jahangir hoy. “Gracias a eso aprendí a no pensar de forma materialista. Mi padre luchó por sus ideales, y la forma en que regresaba siempre de la cárcel, con una sonrisa, me ha inspirado mucho”. El padre de Asma Jahangir murió a los 61 años de cáncer. “Entonces nos sentamos en su cama mis hermanas y yo y nos dijo ‘no moriré, hijas, seguiré vivo en ustedes'”, recuerda Jahangir.
Las jóvenes hermanas escucharon sus palabras. En 1980 fundaron un foro de derecho femenino. Entre sus muchas otras labores, como presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán o como enviada especial de la ONU para la libertad religiosa, Asma Jahangir alzó también la voz contra la opresión de las minorías religiosas, contra los llamados “crímenes de honor” y contra los malos tratos que reciben los presos en las cárceles pakistaníes.
“Hoy”, dice Asma Jahangir, “el reconocimiento de estos problemas en la sociedad pakistaní es más grande que antes”. Los políticos en su país están más abiertos a tratar estos temas. Y también el derecho a la libertad de expresión está más reconocido y aceptado. Pero Pakistán tiene todavía mucho camino por delante antes de convertirse en una democracia plena. “Las estructuras democráticas son importantes”, dice la activista. “Ellas ayudan a que nuestra voz sea escuchada”.