En Berlín se siente el deseo de que, tras la victoria electoral de Barack Obama, en la política exterior de Estados Unidos se apueste más por una relación amistosa entre iguales. Que no sea como bajo el Gobierno de George W. Bush. También se habla de exigencias concretas.

Estados Unidos ha optado por el cambio, tanto en la política interna como en la exterior. Así lo ha expresado el ministro alemán de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, recordando el discurso del ahora flamante presidente. “Un discurso en el que Barack Obama solicitó infundir vida nueva a las relaciones trasatlánticas. En cuanto a las propuestas que hizo aquí en Berlín –protección al medio ambiente, seguridad energética, política de desarme, mayor cooperación con organizaciones internacionales-, estamos de acuerdo con él”, aseveró el titular de Exteriores.

El verde Joschka Fischer, anterior ministro de Exteriores, si bien aseveró entusiasmado que Barack Obama será un gran presidente, advirtió de demasiadas ilusiones, pues el flamante mandatario en la Casa Blanca exigirá participación europea en cuestiones difíciles. ¿Los ochos años de gobierno de Bush? “Años perdidos”.

¿Qué significa multilateralismo?

Barack Obama ha dejado claro que Estados Unidos sólo pueden afrontar los desafíos de estos tiempos, si colabora con sus socios. El secretario general del CSU, el hermano bávaro de la CDU, reaccionó al triunfo del demócrata: “en primer lugar desata en nosotros una euforia ciega. Sin embargo, eso no basta. Multilateralismo significa también acometer problemas y desafíos en común. Éstos pueden ser Afganistán, pero también Sudán u otros puntos del planeta que mencionó aquí en Berlín”.

Diversos políticos alemanes activos en el parquet internacional no sólo parten del supuesto de que Obama dialogará más con los socios, sino que exigirá más de ellos. Esto podría traducirse, por ejemplo, en una mayor presencia militar en Afganistán. El socialdemócrata Karsten Voigt, coordinador de las relaciones entre Alemania y Estados Unidos, vaticina: “Dirán que los europeos podemos ejercer nuestra influencia en la solución global de los problemas, en Afganistán por ejemplo; o que si ya no intervenimos militarmente en Irak, lo hagamos en el plano económico. O pedirán que colaboremos con ellos en Cercano Oriente”. En cuanto a Rusia, así el político socialdemócrata, debido a la posición estratégica de Alemania y a sus intereses, la discusión está preprogramada.

No sentarse a esperar

Con todo sería equivocado esperar, con temor, a que lleguen las exigencias de Estados Unidos. El Gobierno alemán tiene que dar un paso adelante y, activamente, hacer partícipe a Washington de sus posturas. El cambio climático es un ejemplo.

“Cuando Estados Unidos quiere algo, lo acomete con un ímpetu casi atropellador. En este punto debemos estar atentos, pues justamente en varios campos de las energías renovables somos líderes en el mercado mundial. No podemos dejarnos arrebatar ni nuestra voz ni nuestro voto”, advirtió Karl Theodor Guttenberg, de la conservadora CSU.

Que Europa entera tiene que formular sus intereses claramente, recomendó por su parte el liberal Hans-Dietrich Genscher, antiguo ministro alemán de Exteriores. Genscher desearía que el continente no se quedara sentado esperando a poder consultar “¿cuántos soldados debemos enviar? Deseo que exprese lo que espera y que con este presidente que ha sido elegido por su nueva manera de pensar, se siente a conversar”.