OIM pide ayuda a la UE y a Latinoamérica tras veto de Trump
31 de enero de 2017
La Organización Internacional para las Migraciones propuso que países de la UE y de América Latina "demuestren apertura" y acojan a refugiados, tras el veto migratorio impuesto en EE. UU. por Donald Trump.
Publicidad
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) expresó hoy su "enorme preocupación" por la situación de los refugiados más vulnerables a raíz del veto de EE. UU. y sugirió que otras naciones, de la UE o América Latina, muestren ahora la apertura necesaria para acogerlos.
El director de Comunicación de la OIM, Leonard Doyle, señaló en rueda de prensa que el veto se revisará en 120 días y, tras recordar que muchos han levantado su voz en contra, comentó que "es probablemente el momento de que otras naciones muestren la apertura que EE. UU. ha mostrado durante la última década".
Mencionó en concreto a los países de América Latina, Asia y la Unión Europea. "Si pensamos en la vulnerabilidad de esta gente (...) ayudémoslos", pidió Doyle.
OIM está "enormemente preocupada"
El pasado viernes, el nuevo presidente de EE. UU., Donald Trump, firmó un decreto por el que suspendía la entrada en el país de todos los ciudadanos de Irak, Siria, Irán, Sudán, Libia, Somalia y Yemen (incluidos aquellos con permiso de residencia en EEUU) hasta que se adopten nuevos procesos de escrutinio. En el mismo decreto, suspendió la acogida de refugiados durante 120 días.
El portavoz de la OIM dijo que, aunque está preocupada, la organización respeta "el derecho de cualquier país de decidir quién entra por sus fronteras y el papel de EE. UU. como modelo" en la acogida de refugiados, dado que ha sido "extraordinariamente generoso" en las últimas décadas.
En los últimos años, EE. UU. ha sido uno de los países que ha admitido más refugiados para su reasentamiento, junto con Canadá, Australia y los países nórdicos, según fuentes de la ONU. El portavoz cifró en 19.000 los refugiados sirios reasentados en EE. UU. desde 2014.
Pero admitió que la OIM está "enormemente preocupada", sobre todo por los refugiados "vulnerables que ya han pasado por todo el proceso, por los escrutinios de seguridad de numerosas autoridades relevantes, chequeos médicos y la orientación cultural".
Cuatro años de espera y luego nada
Estas personas, añadió el portavoz, "quizás tras cuatro años de espera y haber estado durante dos décadas en campamentos, han vendido ya sus pertenencias y devuelto las tarjetas de raciones alimentarias, solo para recibir en el último momento la noticia de que no podrán ir" a EE. UU.
En el proceso de escrutinio y chequeos de seguridad para el reasentamiento en EE. UU. "es muy concienzudo y puede tomar hasta dos años", recordó por su parte la portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Vannina Maestracci.
Los refugiados que "entran en EE. UU. son las personas más escrutadas del mundo", destacó.
El ACNUR, que participa también en el proceso de escrutinio inicial, calcula que solo durante esta semana estaba prevista la llegada de más de 800 refugiados a EE. UU.
CP (efe, rtr)
Día Mundial del Migrante: El campamento de refugiados Kakuma o "la nada"
Cada 18 de diciembre se recuerda a millones de migrantes. Kakuma, en Kenia, es uno de los campamentos más grandes del mundo, que acoge a desterrados por las guerras y el hambre desde hace 25 años. DW visitó dicho campo.
Imagen: DW/R. Klein
Cientos de miles de humanos en "la nada"
"Kakuma" quiere decir en kiswahili algo así como "la nada". Ubicado a unos 100 kilómetros de la frontera con Sudán del Sur está en medio de una zona seca y cálida. Aquí viven, más mal que bien, unas 180.000 personas en cabañas o casas de adobe. Sus residentes huyen de la guerra o el hambre en Sudán y Sudán del Sur, Somalia, Uganda y otros países vecinos.
Imagen: Johanniter/Fassio
No paran de llegar refugiados, todos los días
Kakuma fue construido para albergar a 125.000 personas, pero desde su apertura no han parado de llegar personas en busca de refugio. Cada mes se suman unas mil o dos mil personas. Teresa Akong Anthony, en la imagen, vino desde el sur de Sudán hace dos semanas. Ahora espera a la sombra de una choza que ella y sus tres hijos sean registrados como refugiados. La temperatura hoy es de 37 grados.
Imagen: DW/R. Klein
¿Nacionalidad? Refugiado
Kakuma está lleno de jóvenes: más del 60 por ciento de los habitantes tienen menos de 17 años de edad. Muchos han nacido o se han criado en el campo. Para ellos, la palabra "casa" es difícil de definir. A menudo, no tienen ninguna relación con su país de origen, pero tampoco son kenianos. Se trata de jóvenes nacidos como refugiados.
Imagen: DW/R. Klein
Madre malnutrida, bebé malnutrido
Kandida Nibigira huyó de la violencia en Burundi hace tres años. Aquí vive con sus ocho hijos en una choza de barro. La vida para toda la familia es un inmenso reto diario: temperaturas alrededor de los 40 grados, suelo muy seco y poca comida. "Comemos sólo una vez al día", dice esta mujer de 38 años de edad, que intenta dar pecho a su hijo, a pesar de su propia malnutrición.
Imagen: DW/R. Klein
No hay suficiente dinero para la comida
En este campo de refugiados operado por ACNUR se distribuyen alimentos unas dos veces al mes. Si los residentes muestran su tarjeta de racionamiento, reciben aceite, mijo, frijoles, maíz fortificado y jabón. Debido a que no hay suficiente dinero disponible, las raciones de diciembre se redujeron a la mitad. La comida debe ahora alcanzar para todo un mes.
Imagen: DW/R. Klein
El hambre desespera
Hacer colas para recibir las respectivas raciones demora hasta cinco horas. Los trabajadores son aislados por una malla de alambre para protegerlos de la violencia que puede surgir ante la desesperación de la escasez y el hambre.
Imagen: DW/R. Klein
Un campamento convertido en “ciudad”
Además de las tarjetas de racionamiento, los residentes del campo obtienen vales que pueden canjear en ciertas tiendas. En los últimos 25 años, Kakuma se ha convertido en una pequeña ciudad. En el mercado se compran y venden cosas de uso cotidiano: alimentos, herramientas, artículos eléctricos o tarjetas SIM.
Imagen: DW/R. Klein
Mucha gente, poco trabajo
Los refugiados en Kakuma sólo pueden trabajar con un permiso especial, pero hay poco trabajo. Algunos trabajan para organizaciones benéficas. Para aumentar sus posibilidades laborales, hay proyectos individuales de formación. Aquí, tanto los refugiados como la población local pueden formarse en carpintería, electricidad y costura.
Imagen: DW/R. Klein
Sin familia ni educación
"Quiero ser una enfermera," dice Kamuka Ismali Ali, quien huyó de la guerra en el sur de Sudán. "Todavía no sé si mi familia vive”. Kamuka, de 20 años de edad, asiste a una escuela en Kakuma y quiere graduarse. "Cuando la guerra termine, ansío poder volver a ver a mi familia y ayudarla".
Imagen: DW/R. Klein
Integración: auto-sustento y convivencia
Gracias a la ayuda internacional, los habitantes de este campo de refugiados pueden recibir la atención más urgente. Debido a que Kakuma crece todos días y los refugiados son separados de la población local, unas 60.000 personas serán reubicadas en otro nuevo campo, a unos 20 kilómetros de distancia. La idea es promover el auto-sustento de los refugiados y la convivencia con locales.