Muchas golondrinas han volado desde que Florian Kohfeldt dejó su sitio en el banquillo del Werder Bremen para cederlo a Ole Werner. Fue precisamente Werner quien se encargó de corregir de inmediato la pifia histórica del descenso en el torneo 2020-2021 y, al contrario de Kohfeldt, pareció llegar con buena estrella.

Además del ascenso directo, con apenas un torneo en el purgatorio de la segunda división, el Werder Bremen vio en su regreso al máximo circuito cómo el ídolo local Niclas Füllkrug se convertía en un fenómeno mundial, acompañado de una comparsa perfecta en Marvin Duksch, el otro sabueso de la delantera de los verdiblancos.

Es verdad que en torneo actual el Werder Bremen es mal gladiador en casa, pero los números no mienten: el club está colocado en la parte alta de la tabla de la Bundesliga. Desde la perspectiva de la sufrida hinchada de Bremen, que no conoce un solo título desde la Supercopa Alemana el torneo 2009-2010, seguir en primera ya es todo un logro. Y si en vez de copas en la vitrina surgen nuevas figuras, qué mejor.

Werder Bremen, un equipo sin luminarias

Mucho más lejanos que la era Kohfeldt son los tiempos en los que el Werder Bremen tenía jugadores de calidad mundial. El último fue precisamente Özil, formado en la gloriosa cantera el Schalke pero florecido en la ciudad portuaria de Alemania. El club ha tenido desde entonces algunos jugadores de talla internacional como el neerlandés Davy Klaasen, pero nadie como los mencionados.

El más reciente e imprevisto fenómeno de los ídolos locales Füllkrug y Duksch se apagó cuando el ariete emigró al Borussia Dortmund y luego al West Ham. Duksch mantiene la leyenda, pero le falta en la delantera otro atacante de perfil rasposo como lo era su gran amigo Niclas.

¿Nuevos ídolos en el Werder Bremen?

Ole Werner, capitán de compás bien calibrado, detectó para este torneo la necesidad de un recambio generacional. La tarea no es fácil, en un club no muy boyante en lo económico. Pero el técnico lo va logrando, y no solo eso, sino que también, en medio de una lucha fragorosa por la sobrevivencia en la primera división, da lugar poco a poco a las que podrían ser nuevas figuras. Surgen en concreto dos nombres que van creando una ilusión muy temprana.

Derrick Köhn es el primero. A sus 25 años, el mediocampista nacido en Hamburgo y que alguna vez jugó en las juveniles del Bayern Múnich tiene un perfil aventurero: ha pululado por clubes como el Galatasaray de la liga turca, el Willem II de la liga neerlandesa, y en el Hannover de la segunda división alemana. También jugó un partido en la Sub19 de Alemania.

En el torneo actual, y bajo la tutela de Werner, Köhn parece haber llegado a un momento decisivo. Sus números son discretos, un gol sin asistencias a la jornada 10, pero quien lo ha visto en la cancha no puede sino notar el impulso que le da al juego ofensivo, como sucedió en el partido de la jornada 8 contra el Bayer Leverkusen. Si el jugador logra consolidarse, es cuestión que dirá el tiempo. Por lo pronto, el rendimiento le ha bastado para llamar poderosamente la atención.

Surge la "Toppmanía” en Bremen

El segundo nombre ilusiona más. Se trata de Keke Topp, delantero alemán nacido hace apenas 20 años en Gnarrenburg, ciudad de menos de 10.000 habitantes cercana a Bremen. Topp siguió la ruta de Mesut Özil, pero a la inversa. Jugó tres años para el Schalke 04, cedido por el Werder Bremen, antes de su regreso. En este torneo ha jugado 10 partidos. Ole Werner intentó alinearlo de titular en la jornada 1, pero pronto se dio cuenta de que el chico necesitaba un desarrollo más gradual.

Desde entonces ha sido recambio en todos los partidos, y ya contra el Borussia Mönchengladbach marcó por primera vez, para asistir otro gol clave en el primer triunfo del Werder como local en el torneo, contra Holstein Kiel. ¿Será Keke Topp el nuevo Füllkrug? También es pronto para decirlo. Pero en los mentideros futbolísticos de Bremen, gargantas resecas por la exaltación y acaloradas por la cerveza ya hablan de la "Toppmanía”. Ahora todo depende de que el jugador les haga justicia en la cancha.

Por supuesto, las metas del Werder Bremen en este torneo no consisten en formar ídolos sino en lo que Ole Werner, como técnico, ha sabido hacer bien en los últimos tres años: alzar lo más posible a su equipo en la clasificación y no repetir la pesadilla del fin de la era Kohfeldt. Pero, ciertamente, la historia del club obliga a que haya figuras. Y si Köhn y Topp no cuajan como prospectos, Werner tendrá el reto adicional de inventarse otros.