ONGs, "chivo expiatorio del rescate de refugiados"
Barbara Wesel
4 de julio de 2017
Europa aún no tiene una respuesta a la tragedia de refugiados en el Mediterráneo, lamenta Jana Ciernioch de la ONG humanitaria "SOS Mediterráneo". Políticos en campaña las acusan de colaborar con traficantes de personas.
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DW: Roma quiere obligar a los barcos de rescate de las ONG a no desconectar el dispositivo de ubicación de los barcos. ¿Qué significa eso para usted?
Jana Ciernioch: Eso es un sofisma de distracción. Todos los barcos, con excepción de los militares, están obligados a revelar su ubicación, que puede incluso establecerse por Internet. No sé de nadie que desconecte el "transponder”.
Otro requisito es el de revelar las listas de la tripulación de los buques y la financiación de las diferentes ONG ante el Gobierno italiano. ¿Qué opina?
Siempre hemos tenido listas de la tripulación y en cada puerto cada uno se identifica con su respectivo pasaporte. ¿Por qué quieren obstaculizar nuestro trabajo?
¿Sería un problema revelar públicamente su financiación?
Creo que eso no es un problema. Somos organizaciones sin ánimo de lucro, hay informes anuales en los que se dan a conocer las donaciones y sus fuentes.
Lo que las autoridades creen es que algunas ONG le facilitan el trabajo a los traficantes de personas, voluntaria o involuntariamente. ¿Cuál es su reacción?
Las ONG cooperan entre sí. Nos hemos reunido con algunas organizaciones de rescate y acordamos un código de conducta que seguimos. Todos creemos que la cooperación y la transparencia son importantes.
Fiscales en Catania, entre otros, han elevado dichas acusaciones. Ellos acusan a algunas ONG de transportar a traficantes de personas del este del norte de África y de Oriente Medio. ¿Todo sin fundamento?
Sólo puedo hablar por "SOS Mediterráneo", pero las acusaciones son totalmente descabelladas. No hay evidencias, como el mismo fiscal italiano acusador lo reconoció. Hay que ver todo esto en el contexto de la próxima campaña electoral en Italia. Observamos que tras tales acusaciones, siempre hay nuevas propuestas de normas más estrictas. Algunos políticos están tratando de utilizar la tragedia de los refugiados para ganar votos.
¿En qué afecta esta situación su trabajo?
Nosotros hemos trabajado siempre en el Mediterráneo en estrecha cooperación con el Centro Italiano de Control de Rescates. Todas las operaciones en el Mediterráneo son coordinadas con Roma. Así que estamos trabajando dentro de un marco legalmente definido. Nunca ha habido una queja de parte oficial. Las quejas las han hecho políticos en campaña.
Las ONG somos el chivo expiatorio por el fracaso de la política migratoria de la Unión Europea. Comprendemos que algunos italianos estén descontentos, porque el resto de Europa los ha dejado solos ante la inmensa tragedia que tiene lugar todos los días en el Mediterráneo.
Barbara Wesel (JOV/EL)
Día Mundial del Migrante: El campamento de refugiados Kakuma o "la nada"
Cada 18 de diciembre se recuerda a millones de migrantes. Kakuma, en Kenia, es uno de los campamentos más grandes del mundo, que acoge a desterrados por las guerras y el hambre desde hace 25 años. DW visitó dicho campo.
Imagen: DW/R. Klein
Cientos de miles de humanos en "la nada"
"Kakuma" quiere decir en kiswahili algo así como "la nada". Ubicado a unos 100 kilómetros de la frontera con Sudán del Sur está en medio de una zona seca y cálida. Aquí viven, más mal que bien, unas 180.000 personas en cabañas o casas de adobe. Sus residentes huyen de la guerra o el hambre en Sudán y Sudán del Sur, Somalia, Uganda y otros países vecinos.
Imagen: Johanniter/Fassio
No paran de llegar refugiados, todos los días
Kakuma fue construido para albergar a 125.000 personas, pero desde su apertura no han parado de llegar personas en busca de refugio. Cada mes se suman unas mil o dos mil personas. Teresa Akong Anthony, en la imagen, vino desde el sur de Sudán hace dos semanas. Ahora espera a la sombra de una choza que ella y sus tres hijos sean registrados como refugiados. La temperatura hoy es de 37 grados.
Imagen: DW/R. Klein
¿Nacionalidad? Refugiado
Kakuma está lleno de jóvenes: más del 60 por ciento de los habitantes tienen menos de 17 años de edad. Muchos han nacido o se han criado en el campo. Para ellos, la palabra "casa" es difícil de definir. A menudo, no tienen ninguna relación con su país de origen, pero tampoco son kenianos. Se trata de jóvenes nacidos como refugiados.
Imagen: DW/R. Klein
Madre malnutrida, bebé malnutrido
Kandida Nibigira huyó de la violencia en Burundi hace tres años. Aquí vive con sus ocho hijos en una choza de barro. La vida para toda la familia es un inmenso reto diario: temperaturas alrededor de los 40 grados, suelo muy seco y poca comida. "Comemos sólo una vez al día", dice esta mujer de 38 años de edad, que intenta dar pecho a su hijo, a pesar de su propia malnutrición.
Imagen: DW/R. Klein
No hay suficiente dinero para la comida
En este campo de refugiados operado por ACNUR se distribuyen alimentos unas dos veces al mes. Si los residentes muestran su tarjeta de racionamiento, reciben aceite, mijo, frijoles, maíz fortificado y jabón. Debido a que no hay suficiente dinero disponible, las raciones de diciembre se redujeron a la mitad. La comida debe ahora alcanzar para todo un mes.
Imagen: DW/R. Klein
El hambre desespera
Hacer colas para recibir las respectivas raciones demora hasta cinco horas. Los trabajadores son aislados por una malla de alambre para protegerlos de la violencia que puede surgir ante la desesperación de la escasez y el hambre.
Imagen: DW/R. Klein
Un campamento convertido en “ciudad”
Además de las tarjetas de racionamiento, los residentes del campo obtienen vales que pueden canjear en ciertas tiendas. En los últimos 25 años, Kakuma se ha convertido en una pequeña ciudad. En el mercado se compran y venden cosas de uso cotidiano: alimentos, herramientas, artículos eléctricos o tarjetas SIM.
Imagen: DW/R. Klein
Mucha gente, poco trabajo
Los refugiados en Kakuma sólo pueden trabajar con un permiso especial, pero hay poco trabajo. Algunos trabajan para organizaciones benéficas. Para aumentar sus posibilidades laborales, hay proyectos individuales de formación. Aquí, tanto los refugiados como la población local pueden formarse en carpintería, electricidad y costura.
Imagen: DW/R. Klein
Sin familia ni educación
"Quiero ser una enfermera," dice Kamuka Ismali Ali, quien huyó de la guerra en el sur de Sudán. "Todavía no sé si mi familia vive”. Kamuka, de 20 años de edad, asiste a una escuela en Kakuma y quiere graduarse. "Cuando la guerra termine, ansío poder volver a ver a mi familia y ayudarla".
Imagen: DW/R. Klein
Integración: auto-sustento y convivencia
Gracias a la ayuda internacional, los habitantes de este campo de refugiados pueden recibir la atención más urgente. Debido a que Kakuma crece todos días y los refugiados son separados de la población local, unas 60.000 personas serán reubicadas en otro nuevo campo, a unos 20 kilómetros de distancia. La idea es promover el auto-sustento de los refugiados y la convivencia con locales.