La única prioridad de Morales ahora es ganar las elecciones presidenciales del 20 de octubre. Él no piensa en las consecuencias medioambientales que sus políticas tienen en Bolivia y el mundo entero, dice Johan Ramírez.
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El 9 de julio firmó el decreto 3973, el cual autoriza la quema de tierras de forma masiva en dos municipios del departamento de Santa Cruz. La medida, que facilita los procesos de limpieza y preparación de terrenos de cara a nuevas temporadas de cosechas, pretende impulsar el crecimiento económico del país, especialmente en agricultura. Antes, cada familia de campesinos podía "chaquear” (nombre dado en Bolivia a la quema) una hectárea antes de cada cosecha. Una actividad que debía ser supervisada por el corregidor del municipio. Ahora, el decreto 3973 permite a los campesinos "chaquear” sin límites de extensión, al tiempo que, indirectamente, deja sin efecto cualquier forma de control.
Pero para Evo Morales el asunto es simple: se trata de una decisión bien recibida por sus bases militantes, las cuales habitan mayoritariamente en zonas rurales. Al beneficiar a esta población, aumentan sus posibilidades de ganar las elecciones del próximo octubre. Pero el asunto es mucho más complejo que esto. Todos los países de América Latina se valen de la quema de tierras para preparar el terreno en agricultura. El problema en Bolivia es que estas tierras forman parte del Amazonas, pulmón del mundo. Entonces, cualquier decisión que afecte esta gigantesca reserva natural tendrá consecuencias sobre todos los habitantes del planeta.
Puertas adentro, esta vez los incendios también cobran una importancia especial por tratarse de un año electoral. Las autoridades de Santa Cruz, principal bastión opositor del país, denuncian que no han recibido apoyo por parte del Ejecutivo con el fin de dejarlos sin capacidad de responder ante la contingencia, y así hacerles perder apoyo popular. También aseguran que Morales no ha querido declarar el Estado de desastre nacional —lo cual permitiría la entrada de cooperación internacional—, pues de hacerlo quedaría en evidencia su incapacidad para enfrentar la situación, lo cual representaría un costo político de cara a los comicios generales.
En cualquier caso, estamos ante una gigantesca catástrofe natural que va más allá de la política interna, y que pone en riesgo 6.7 millones de Km² de bosque, un millón de Km² de ecosistemas acuáticos, 44.000 especies de plantas, 2.200 especies de animales, cerca de 20% del agua dulce del planeta y 10% de la reserva de carbono del mundo. Esto sin contar que 350 grupos indígenas y 34 millones de personas podrían resultar afectadas. Así, presa de un juego político, queda atrapada y ardiendo la extraordinaria selva amazónica.
(jov)
Naturaleza amenazada en Venezuela
Ante la magnitud de la crisis humanitaria que vive Venezuela, los efectos sobre la biodiversidad han sido invisibilizados o ignorados. Científicos alertan sobre el daño a la flora y fauna del país.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
Antiguo reducto de biodiversidad
Venezuela posee una rica diversidad que hoy está amenazada de diferentes formas. La crisis económica del país ha intensificado la presión sobre los recursos naturales, con riesgo para los hábitats, las especies de flora y fauna y, a la larga, también para el ser humano.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
Delfines perseguidos
La necesidad ha llevado a los venezolanos a buscar nuevas fuentes de ingreso y alimento. Aunque su captura y consumo están prohibidos, el delfín es cazado para la venta y consumo. También el que se enreda en las mallas de pesca es aprovechado. En el lago Maracaibo se registran cada vez más muertes de la especie Sotalia guianensis, uno de los delfines más pequeños del mundo.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
Víctima de las redes
Esta tonina fue hallada flotando en el lago de Maracaibo sin su aleta caudal, la que fue removida con un cuchillo. Los biólogos que la encontraron presumen que el animal se enredó en una red y, al no poder aprovecharlo, cortaron su cola para liberarlo. Como este ejemplar, muchos caen en las mallas que los pescadores que, con la crisis, intensifican sus tareas.
Imagen: María Puerto
Los últimos manatíes
El manatí está en la Lista Roja de la IUCN como especie severamente amenazada. Ha sido cazado por largo tiempo y su captura se ha intensificado en los últimos años, a medida que la crisis se ha vuelto más severa. Los lugareños recurren a su carne como fuente proteica y para la venta.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
El mercado de las mascotas
Las nutrias, como la neotropical (foto), son muy codiciadas como mascotas. La venta de uno de estos animalitos puede reportar fácilmente el equivalente a un sueldo. La nutria gigante o perro de agua está calificado en peligro de extinción por la IUCN. Diferentes especies de aves silvestres también son cazadas y traficadas en el mercado ilegal.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
Falta de control y vigilancia
Bajos recursos, falta de medios, escasez de personal. Los parques y reservas no son vigilados y protegidos como corresponde, según relatan investigadores. En sus salidas a terreno comprueban la impunidad con que se comenten delitos ambientales.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
Investigación restringida
La falta de recursos afecta también a proyectos de estudio. Muchos científicos han abandonado el país y los que quedan no cuentan con medios para salir a terreno o realizar sus investigaciones. Los datos sobre el estado de conservación de la fauna y flora venezolana están desactualizados o incompletos. Así también es difícil promover planes de protección.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
Pobreza y sobreexplotación
“La presión económica se exacerba en las zonas costeras de Venezuela, que son muy deprimidas, sobreexplotadas y viven de la pesca. El pescado se vende muy barato y muchas veces tampoco quieren consumirlo, buscan otra fuente proteica”, dice la bióloga Yurasi Briceño, del programa de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, IVIC.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
Urge proteger a las especies
Existen 24 especies de delfines y ballenas en Venezuela, y en todo el país actualmente sólo hay seis personas trabajando en ellas, de las cuales dos no tienen financiamiento para ir al campo, dice Yurasi Briceño: “Esto es extremadamente peligroso para la biodiversidad. Necesitamos con urgencia datos oficiales para hacer un informe para proteger estas especies. Mientras tanto, la cacería continúa”.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
Especies vulnerables
Un amplio espectro de especies están amenazados por la caza, el tráfico, la contaminación o la reducción de sus hábitats. El caimán del Orinoco está catalogado en peligro crítico, de acuerdo con la lista roja de la IUCN.
Imagen: Federico Mosquera Guerra/Fundación Omacha
Derrames petroleros
“En el lago de Maracaibo, área de extracción petrolera desde 1920, en los últimos 10 años no se ha vuelto a hacer revisión a las miles de torres petroleras. Durante todas mis salidas en embarcación, desde el 2015, siempre he encontrado derrames petroleros. Son diarios, constantes y algunos de magnitudes muy significativas”, denuncia la bióloga Yurasi Briceño. Para muestra, esta foto.
Imagen: Olga Herrera
Minería y contaminación
Preocupan también las descargas en el medio ambiente de contaminantes de la minería, como el mercurio. “El drama es que es un enemigo invisible, los síntomas aparecen después de años de acumularlo y puede producir enfermedades graves. Es urgente evaluar las concentraciones de mercurio en Venezuela”, afirma Fernando Trujillo, biólogo y director científico de Fundación Omacha.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
Optimismo ante todo
Los investigadores en Venezuela se las arreglan con los medios que tienen y hacen su mayor esfuerzo por evitar o disminuir en parte la tragedia. “Si no tenemos aceite para salir en la lancha o es peligroso, hacemos campañas educativas para que los pescadores conozcan la fauna y las leyes, y sepan cómo puede repercutir la cacería de estos animales”, dice la bióloga Yurasi Briceño.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
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