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Opinión: A la espera de tiempos mejores

Barbara Wesel
28 de mayo de 2017

La cumbre del G7 pudo haber traído el fin de la alianza; pero seis de sus participantes frenaron al séptimo: Donald Trump. El evento fue bastante penoso, dice Barbara Wesel.

Italien G7 - Angela Merkel und Donald Trump
En primer plano, el presidente de EE. UU., Donald Trump.Imagen: Reuters/A. Bianchi

Da igual que Donald Trump haya dicho que Alemania es “mala” o “malísima”. El mandatario estadounidense puso en bandeja de plata la oportunidad para devolver el insulto: “con el debido respeto, señor presidente, usted es un idiota”. En esta absurda mezcla de insinuaciones y mala voluntad, con Trump atacando a la industria automotriz y a las exportaciones germanas, la estupidez es especialmente ofensiva. ¿El “hombre fuerte” de Washington realmente quiere empezar una guerra comercial con la Unión Europea? Vamos, Mr. President...

Una cumbre no es un curso escolar

Para Angela Merkel y sus homólogos, el encuentro de Taormina fue una verdadera prueba de paciencia. Como participante de alto nivel, la canciller alemana se dio a la tarea de contener a Trump mientras éste se abría paso como un toro en esa tienda de porcelana que es la política internacional. Y lo hizo con una ecuanimidad infinita, como un buen maestro de primaria cuando lidia con niños tercos, reacios a aprender una lección. Una de las cosas que el nuevo ocupante de la Casa Blanca no quiere ver, por ejemplo, es que el cambio climático es una amenaza seria y que el Acuerdo de París es una necesidad.

Los otros seis mandatarios del G7 se lo han explicado detalladamente a Trump. Poco después, su asesor dijo que el presidente había aprendido mucho en Taormina. El encuentro de los principales países industrializados fue como un curso de ayuda para un magnate de los bienes raíces, desprevenido y desinteresado. Lo cual es una insolencia. Pero una de muchas, si nos fijamos en el manejo de Trump con sus socios internacionales. Lamentablemente, el hombre es además el presidente de Estados Unidos y por eso no está permitido perder los nervios con él.

El G7, a salvo... por ahora

Los diplomáticos saben lo importante que son este tipo de “formatos”, rituales y reuniones periódicas con una atmósfera brillante y con bellas imágenes. Las reuniones son un espectáculo político de negocios que obliga a los jefes de Estado y de Gobierno a practicar la disciplina. Los nuevos siempre deben afirmar sus similitudes con los demás miembros o decidir terminar con su participación.

Barbada Wesel, redactora de DW.

Ante esta posibilidad, incluso el díscolo presidente de Estados Unidos parece haberse controlado. Alguien debió llamar la atención de Trump por breves instantes y aclararle que “¡América primero!” equivale al aislamiento, que eso realmente significa “¡América sola!”. Y que sería prematuro hacer estallar el mal humor y la falta de interés de los Estados industrializados.

Consenso mínimo en lugar de progreso

Bastante se ha dicho y escrito sobre los rasgos sociópatas de Trump, sobre su falta de inteligencia, educación, conocimiento, integridad... en fin, sobre todo lo que hace a las personas ser gente. Sus actuaciones en la Unión Europea, en Bruselas, en la OTAN y en la cumbre del G7 sólo confirmaron lo que ya sabíamos de este hombre. El presidente de Estados Unidos confunde la migración con el terrorismo, toma al cambio climático como una teoría de conspiración, daña la alianza de defensa de la OTAN y humilla a los líderes de otros países. Él impidió que al final de la reunión se lograran resultados sustanciales, o incluso, progreso. Da la impresión de que le divierte que sus colegas del G7 tengan que esforzarse más de la cuenta.

En Estados Unidos se dice con ruda sutileza: es mejor que el enemigo se quede en nuestra casa y orine fuera a que desde fuera ensucie nuestro nido. La mala noticia es que Trump está empapando nuestro nido. Esto huele mal. Pero debemos esperar a que los votantes o el sistema político de Estados Unidos nos salve de este presidente. Estamos a la espera de tiempos mejores y trataremos, hasta entonces, de mantenernos dentro del nido tanto como sea posible.

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