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Opinión: ahora sí, Mugabe ya es historia

Claus Stäcker
22 de noviembre de 2017

Robert Mugabe dimitió después de 37 años. Si su sucesor Mnangagwa resulta ser un Mugabe “light”, la ola revolucionaria que se apoderó de Zimbabue también lo arrastrará, opina Claus Stäcker.

Simbabwe Rücktritt Robert Mugabe | feiernde Menschen in Harare
Imagen: Reuters/P. Bulawayo

A veces la primavera tarda un poco más en llegar. Dos días se aferró Mugabe, de 93 años, sin reparos a su puesto, balbuceando en una extraña aparición televisiva sobre la próxima conferencia de su partido e inquietó así no sólo a sus obedientes generales, sino a medio mundo. La población, que ya celebraba, tuvo que contener horrorizada la respiración. La sombra del dictador es larga. Pero tan pronto Mugabe se dio por vencido y el Parlamento, controlado por su partido ZANU-PF, finalmente le forzó a renunciar, la fiesta continuó en las calles. Esta vez con desbordante e imparable demostración de alegría.

Los críticos de Mugabe, como el periodista y empresario de medios Trevor Ncube, reaccionaron emocionalmente. "Nunca pensé que podría presenciar este día”, tuiteó. "Mugabe renuncia mientras estoy vivo. Este es un hito en el camino hacia esa Zimbabue que queremos. Pero no será fácil", añadió.  

Por segunda vez en 48 horas, personas de todas las razas, generaciones y tiendas políticas se abrazaron, Zimbabue celebró su propia primavera africana y después de 37 años, la era de Mugabe llegó a su fin. Una era que comenzó con mucha esperanza, pero después fue precaria, y en la que al menos tres elecciones fueron manipuladas. El país está experimentando ahora, en todas las trincheras políticas, un punto de quiebre y un alivio interminable.

El golpista

Pero ya mañana empieza el trabajo y con él quizás también la resaca. El nuevo hombre fuerte, Emmerson Mnangagwa, compañero por mucho tiempo y partidario de Mugabe, ha mostrado un instinto correcto y ha utilizado el estado de ánimo para el cambio, especialmente en su propio partido. Despedido por Mugabe como vicepresidente, se fue al exilio. Acaba de regresar de China, país que al parecer desempeña un papel clave como nueva potencia mundial y socio económico más importante de Zimbabue.

Claus Stäcker, periodista de DW.

Mnangagwa orquestó este suave golpe desde fuera, pero hasta hace poco exigía garantías de seguridad a Mugabe. Un cuidadoso golpista. Se dice que estuvo trabajando durante años para lograr el cambio de poder y que ha llevado a cabo conversaciones de alianza con incontables enemigos de Mugabe que fueron insultados, maltratados y humillados por el exmandatario.

Es probable que su cálculo sea respaldado por los militares y por la antigua mayoría, de dos tercios, en el Parlamento para llevar al partido gobernante ZANU-PF a una victoria electoral en 2018. Las posibilidades son buenas, porque la oposición está dividida como nunca antes. El egoísmo y la falta de perspicacia llevaron a varias divisiones del otrora fuerte Movimiento por el Cambio Democrático (MDC), que incluso había ganado las elecciones en 2008.

No es el hombre del mañana

Pero el callado Mnangagwa, apodado el Cocodrilo, es un hombre del ayer. Guerrillero, marxista e inteligente, dirige un círculo militar similar a una junta que, después de las elecciones perdidas en 2008, instó a Mugabe a permanecer en el cargo por todos los medios posibles. Es el mismo grupo que con soldados de élite norcoreanos organizó masacres de hasta 20.000 indígenas ndebele a principios de la década de 1980. Hasta la fecha, este asesinato masivo no ha sido tratado, a pesar de que muchos zimbabuenses están dispuestos a perdonar. 

Mnangagwa es el hombre del momento, pero no el hombre del mañana. Por tanto, fue importante que miles de zimbabuenses se atrevieran a salir a las calles el fin de semana y que no se dejaran utilizar para una marcha del ZANU-PF. Representaron a las diferentes voces del país. Y hay dudas si le darán otra oportunidad al partido de Mugabe. Mnangagwa, de 75 años de edad y director principal de la transición, es un hombre de viejas costumbres. Solo si logra reflotar la arruinada economía, puede esperar el apoyo de la gente. Si resulta ser nada más que un Mugabe "light”, la ola revolucionaria que se apoderó de Zimbabue pronto lo arrastrará, al igual que a su odiado predecesor.

Autor Claus Stäcker (CT/DZC)

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