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Opinión: Alemania fracasó en Afganistán

21 de agosto de 2021

El gobierno alemán se enfrenta al desastre de su política en Afganistán. Incluso después del triunfo de los talibanes, está tardando en asumir algún tipo de responsabilidad. Esto es vergonzoso, opina Marcel Fürstenau.

Deutschland, Berlin | Protest für die Evakuierung von Menschen aus Afghanistan
Imagen: John Macdougall/AFP/Getty Images

"¡Salgan de Afganistán!" Esta ha sido una demanda del partido alemán La Izquierda desde 2001, cuando comenzó la misión militar de Alemania en el marco de la operación ISAF, dirigida por la OTAN.

¿Fue esta una demanda fácil y barata de hacer porque este partido de la oposición nunca tuvo que asumir las responsabilidades del gobierno y con ellas también la responsabilidad de las misiones de combate de las fuerzas armadas alemanas? La respuesta es sí y no.

Sí, porque luchar contra los talibanes y su terrorismo estaba, al menos al comienzo del milenio, vinculado a una esperanza justificada de progreso y democracia que beneficiaran al pueblo de Afganistán.

Y no, porque se hizo evidente muy rápidamente que esta lucha no se podía ganar, en vista del hecho de que un gobierno afgano tras otro falló en controlar el problema básico de la corrupción, muy probablemente porque ninguno de ellos quería hacerlo.

Occidente nunca hizo un esfuerzo serio para cambiar eso y, como sucede tan a menudo durante las operaciones militares, no prestó suficiente consideración a la cultura y la historia del país que se propuso pacificar.

Desperdiciado espacio de maniobra

"¡Salgan de Afganistán!" Este lema aparentemente trillado empleado por el peso político ligero que es el partido La Izquierda en Alemania fue de hecho parte de las deliberaciones del gobierno alemán por muchos años también. La pregunta era simplemente ¿cuándo? Por supuesto, los responsables, sobre todo la canciller alemana Angela Merkel, que tiene el poder de establecer líneas directrices de política, sabían que la respuesta a esto la daría Washington.

Estados Unidos siempre había marcado el ritmo durante esta campaña, que fue un completo fracaso, tanto en el sentido militar como humanitario. Y también lo hizo recientemente cuando "¡fuera de Afganistán!" de repente se convirtió en la orden del día.

Aun así, el gobierno alemán tenía cierto margen de maniobra, más en el ámbito civil que en el militar. Porque Alemania y solo Alemania es responsable del actual trato burocrático y mezquino de su propio personal contratado localmente y sus familias.

Marcel Fürstenau, corresponsal de DWImagen: DW

Falta el plan B

Es terrible y una vergüenza para este gobierno alemán que muchas de estas personas no hayan salido de Afganistán a tiempo. En junio, el ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Heiko Maas, aún descartaba una rápida victoria de los talibanes. Cuando ese mismo escenario se hizo realidad, culpó al Servicio Federal de Inteligencia de Alemania (BND). Las críticas a la evaluación incorrecta de la situación por parte de esta oficina pueden estar justificadas. Sin embargo, hay mucho más al respecto.

Cualquier política con visión de futuro debe estar preparada para todos los escenarios imaginables. Debería haber estado listo un plan B, un plan para una rápida evacuación de la Embajada de Alemania en Kabul y de los muchos afganos en cuyo apoyo, a menudo en peligro de muerte, las fuerzas armadas alemanas confiaron, especialmente durante su desastrosa y fallida misión.

La coordinación política necesaria para manejar la situación en Afganistán estuvo ausente a la hora de la derrota militar y durante las semanas que la precedieron: Cancillería, Ministerio de Defensa e Interior y Ministerio de Economía carecían de una estrategia conjunta.

Merkel tiene que dar algunas explicaciones

La principal responsabilidad de esto recae en la Cancillería, donde todos los hilos se unen. Aquí es donde se toman las decisiones clave durante las reuniones semanales del gabinete. Este es la instancia ante la que responde el BND, responsable de recabar inteligencia en el exterior, y donde está presente un coordinador de los servicios secretos.

En resumen, Merkel ahora tiene que dar algunas explicaciones. Para ella, así como para todas las demás personas en Alemania, todo lo que queda es la esperanza de que las evacuaciones de alemanes y afganos, que comenzaron demasiado tarde, tengan éxito.

Todavía es posible salvar muchas vidas. Para lograrlo, ningún precio puede ser demasiado alto, ni financiera ni políticamente. No obstante, hay una cosa que es poco probable que este gobierno alemán logre después de este desastre: recuperar la confianza que se ha perdido tanto en Alemania como en Afganistán.

(rr/mn)

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