La descalificación en Rusia es reflejo de la crisis de identidad y la falta de liderazgo que aquejan a Alemania. Un país indeciso y pasivo, que deja que otros dominen el juego, dice Joscha Weber.
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En las catacumbas del Estádio Jornalista Mário Filho, más conocido como Maracaná, dos altos directivos alemanes se encontraron en ese memorable 13 de julio de 2014. Se rieron, se lanzaron cumplidos, tomaron cerveza. Ambos estaban en el apogeo de sus carreras. El uno, el entrenador nacional Joachim Löw, que acababa de asegurarle a Alemania la cuarta estrella en la final de la Copa del Mundo en Río de Janeiro. La otra figura era una mujer, Angela Merkel, la canciller, quien acababa de obtener el mejor segundo resultado de votación desde 1990 en su tercer mandato. Merkel se encontraba en la cúspide de su popularidad.
Desde el comienzo de su mandato, Merkel siempre había buscado la cercanía del equipo nacional, conociendo su efecto positivo. Sus estrechos vínculos con Löw, entre tanto, van más allá de las citas fotográficas: se estiman y se reúnen regularmente para cenar.
Alemania se pelea
Ahora, esos dos íconos alemanes están contra la pared. Tras la debacle en Rusia, hay cada vez más voces que piden la renuncia de Löw. A eso está acostumbrada Merkel, lo nuevo son las voces que desde su propia coalición conservadora lo hacen, así sea soterradamente.
La disputa abierta entre los dos partidos hermanos (CDU y CSU) sobre la admisión de refugiados ya registrados en otros estados de la UE y la hecatombe del equipo alemán en la Copa del Mundo no tienen nada que ver entre sí. Pero ambos reflejan el estado de ánimo reinante en Alemania. Una disputa que divide.
El sentimiento de unidad del verano 2014 ha sido olvidado. Todos tienen una opinión diferente sobre el número de refugiados, la seguridad pública, la inclusión de futbolistas hijos de migrantes en el equipo nacional alemán. Alemania debate.
Hay una grieta en Alemania, un país considerado modelo internacional. Y a los que no les ha gustado nunca el papel pionero de Alemania se alegran.
Crisis interna
La crisis alemana es hecha en casa, en todos los sectores. La industria de automóviles, emblemática en Alemania, omitió las innovaciones y creyó poder engañar a los clientes. La industria automotriz, líder mundial, sacrosanta en Alemania.
Alemania, bajo el liderazgo de Angela Merkel, ignoró durante demasiado tiempo a los críticos europeos y alemanes. No actuó, solo observó como sus oponentes se organizaban. Y ahora está aislada. Así como el fútbol alemán, que se durmió sobre los laureles e hizo caso omiso de las notables deficiencias preparativas para la Copa 2018. Hoy vemos el resultado. Una selección sin ganas.
Una oportunidad
Una cierta autocomplacencia, aferrarse a fórmulas exitosas del pasado y finalmente una mala comunicación son paralelos evidentes a lo largo de la crisis alemana.
Alemania parece estar demasiado ocupada consigo misma este verano de 2018. Y eso también es un problema de falta de liderazgo. Angela Merkel, Joachim Löw y los altos directivos de la industria automotriz, amén de sus éxitos pasados, perdieron las ganas de escalar, perdieron la sed de más éxitos y la percepción de las críticas en su entorno.
Así como la Asociación alemana del Fútbol desestimó el rechazo al encuentro de Özil y Gündogan con el autócrata turco Erdogan, asimismo Merkel lo ha hecho con la opinión de muchos frente a la crisis de refugiados.
La consecuencia: la mayoría de los alemanes ya no respalda a sus icónos de otrora, Merkel y Löw. Y ahora es probable que tanto el entrenador como la canciller sean víctimas de su propia ineptitud.
Joscha Weber (jov/er)
Políticos y deporte: ¿brillar con luz propia?
Merkel visitó la selección nacional de fútbol de Alemania. ¿Solo un acto de relaciones públicas? El hecho es que los políticos alemanes siempre se han deslumbrado con los mejores atletas. Lo que a veces no salió bien.
Imagen: Reuters
Tan emocional como nunca antes
No es nuevo que la canciller busque acercarse a los futbolistas favoritos de Alemania. En los Mundiales, es una invitada habitual de la tribuna, como en Brasil 2014. Ahí se vive la experiencia de una forma tan emocional como nunca antes. A veces hay también personas dudosas del fútbol, como el entonces controversial y ahora suspendido presidente de la FIFA, Joseph Blatter.
Imagen: imago/ActionPictures
Medio desnudos con la canciller
Los vestuarios son sagrados para los futbolistas. No a todos les gusta cuando este espacio íntimo se usa para escenificar un acto. Visiblemente avergonzado, Mesut Özil le da la mano a la canciller, quien después de un partido en casa contra Turquía busca acercarse al jugador, nacido allí. No se sabe si le preguntaron a Özil si le gustaría ser promocionado como un excelente ejemplo de integración.
Imagen: picture alliance/dpa
"Para mi presidente"
En 2018, aparecieron fotos muy controversiales de Özil e Ilkay Gündogan con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan. Gündogan incluso dedicó su camiseta a "mi presidente". Esto sucedió poco antes de las elecciones en Turquía. Ambos jugadores nacionales alemanes tenían que temer por su imagen y disculparse.
Imagen: picture-alliance/dpa/Uncredited/Presdential Press Service
Su presidente soy yo.
Pocos días después, Gündogan y Özil fueron invitados a visitar en Berlín al presidente Frank-Walter Steinmeier. Parecía una penitencia. El mensaje político que envió Steinmeier fue claro: puede que los dos sean turcos de corazón, pero su presidente soy yo.
Fue el primero en descubrir a la selección nacional como medio de relaciones públicas. Inesperadamente, Helmut Kohl viajó a México para la final de la Copa del Mundo de 1986 que el equipo perdió 2-3 ante Argentina. El viaje de Kohl a expensas de los contribuyentes fue muy criticado y no todos los futbolistas querían abrazos del canciller.
Imagen: Imago/Werek
De ave de mal agüero a muleto de buena suerte
Cuatro años más tarde, Kohl estaba en misión oficial en la final de la Copa del Mundo en Roma. A medida que avanzaba la unificación alemana, su índice de popularidad era más alto que nunca, por lo que esta vez no se escucharon críticas. Además, el Canciller trajo suerte esta vez: 1-0 marcó la revancha contra Argentina. Kohl felicitó al jefe del equipo Franz Beckenbauer por el título mundial.
Imagen: picture-alliance/dpa/L. Perenyi
No solamente fútbol
En 1985, se encuentra el presidente federal Richard von Weizsäcker con el tenista Boris Becker, quien se había convertido unos días en héroe nacional con su victoria en Wimbledon. Se puede dudar si Weizsäcker necesitaba beneficiarse del éxito de las estrellas: según las encuestas, él es el presidente más popular de la historia. Y probablemente no por Boris Becker.
Imagen: Imago/Frinke
¿Acusaciones de dopaje? Ciego y sordo
Hoy quizás se arrepiente de esta imagen. El político del SPD, Rudolf Scharping, se acercó a Jan Ullrich, ganador del Tour de Francia en 1997. Scharping se convirtió después en miembro de la federación de ciclismo e ignoró los rumores de dopaje que circulaban en ese entonces. Años más tarde, cuando "Ulle" y sus colegas finalmente fueron condenados, los políticos se habían ido hace mucho tiempo.
Imagen: Imago/Kosecki
La "cara más bella del socialismo"
Incluso en el régimen de injusticia de la República Democrática Alemana (RDA), el deporte era importante. Para demostrar la supuesta superioridad sobre el Oeste, incluso se hizo política con él. La patinadora artística Katharina Witt, aquí con el jefe de Estado de la RDA, Erich Honecker, fue considerada una atleta modelo socialista y disfrutaba de privilegios. Es criticada hasta el día de hoy.
Imagen: picture-alliance/dpa/K. Oberst
De la Cancillería a la Bundesliga
Gerhard Schröder, canciller federal entre 1998 y 2005, es un gran fanático del fútbol. El exdelantero realzó así su imagen de luchador. Hoy es el presidente del consejo de administración del club de la Bundesliga Hannover 96. Examinar críticamente el trabajo de la junta debe ser a veces difícil: Martin Kind, el jefe del club, es un buen amigo y compañero de tenis.
Imagen: picture-alliance/dpa/P. Steffen
Políticos al micrófono
Para concluir, un ejemplo de cuán colorida puede ser la proximidad entre la política y el fútbol: Edmund Stoiber y Theo Waigel como comentaristas. Stoiber, entonces primer ministro bávaro y empedernido fanático del Bayern, y el entonces ministro de Finanzas, fanático del 1860 Múnich, se divirtieron visiblemente en el derbi local de Munich de los dos equipos en el estadio Olímpico.