Con la compra de Monsanto, el consorcio agroquímico alemán Bayer ha cerrado el trato del año. Y esa es una noticia realmente buena, a pesar de que el negocio entraña riesgos nada desestimables, comenta Henrik Böhme.
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La encarnación del mal se muda: de ahora en adelante estará domiciliada en Leverkusen. No faltará quien describa de esa manera la compra de la empresa estadounidense Monsanto, productora de químicos y biotecnología para la agricultura, por parte de la compañía alemana Bayer, otro gigante del ámbito químico y farmacéutico. Después de todo, Monsanto ha protagonizado más de una controversia debido a su agresiva manera de hacer negocios y a las polémicas en torno a los efectos toxicológicos y ambientales de su mercancía, tan dependiente de la ingeniería genética: Monsanto es el fabricante del herbicida Roundup, cuyo principio activo es el glifosato. Aunque se sospecha que este producto puede generar cáncer, la Unión Europea autorizó su uso en su territorio. Todo esto caldea los ánimos entre los críticos de la agroindustria en el bloque comunitario; ahora, ellos podrán protestar directamente frente a las puertas de Monsanto en Renania del Norte-Westfalia.
Los “número uno” del mundo
Convertir a Bayer en el “número uno” de su rubro a escala global era el objetivo del ambicioso plan de absorción trazado por Werner Baumann, quien no tiene ni medio año en la jefatura del consorcio alemán. Para alcanzar esa meta, la empresa de Leverkusen se mostró dispuesta a hundir las manos en los bolsillos: 66.000 millones de dólares no es sólo una suma enorme, sino también la más grande oferta en efectivo jamás hecha en la historia de la economía. Por lo general, este tipo de tratos se consuma mediante el intercambio de acciones. Y ya que estamos hablando en términos superlativos, mencionemos también que la absorción de Monsanto por parte de Bayer es la más grande jamás orquestada por una empresa alemana. Hasta ahora, este ha sido el negocio del año.
¿Era necesaria esta absorción?
Desde luego, cabe preguntar si todo esto era necesario. Bayer metió al villano en casa y además pagó mucho dinero por ello. Ahora Bayer está obligado a recuperar esa inversión porque, al contrario de otras empresas, no está sentada sobre un cofre lleno de oro. Por otra parte, ¿no es esta una excelente noticia para Alemania como centro económico? ¿No es bueno que una compañía que cotiza en la Bolsa de valores germana sea la “número uno” de su ámbito a escala internacional? La historia podría haberse desarrollado de otra manera. Syngenta, el rival suizo de Bayer, está siendo engullido por los chinos.
¿Qué vamos a comer mañana?
También el futuro de la agricultura es digital. “Cosecha digital” es la palabra de moda para lo que viene. La población mundial no deja de crecer y habrá que seguir alimentando bocas hambrientas. Y eso en tiempos cuando las cosechas se ven amenazadas o destruidas en muchas partes por los efectos del calentamiento global. Ese escenario debería permitir que se reflexione sobre nuevas formas de cultivos. El hecho de que ahora Bayer tenga la última palabra en el seno de Monsanto –es decir, una compañía con sede en Alemania, donde el uso de ingeniería genética está casi totalmente prohibido– ejercerá una gran influencia sobre el portafolio de la nueva megaempresa. Es probable que, al fusionar sus competencias, el nuevo consorcio logre dar mejores respuestas a la incógnita en torno a cómo alimentar a miles de millones de personas sin degenerar el mundo natural. De lograrlo, cada centavo invertido en la absorción de Monsanto habrá valido la pena.
Usted puede leer la versión original de este comentario en alemán, aquí.
Monsanto en India: el algodón de la muerte
En lugar de aportarles más beneficios, a los campesinos indios el algodón transgénico les trae enfermedades y muerte. Un reportaje de la región Vidarbha, en el Estado de Maharashtra.
Imagen: Isabell Zipfel
200.000 suicidios
Una mujer india dio a conocer esta foto de su esposo, que se suicidó en su campo de algodón tomando pesticidas. Desde comienzos del siglo XXI cometieron suicidio más de 200.000 campesinos en ese país, según informan organizaciones no gubernamentales.
Imagen: Isabell Zipfel
Solas en el sembradío
Las mujeres cuyos esposos se suicidan tienen que sacar adelante a sus familias solas. La mayoría de ellas tienen que continuar con el duro trabajo en los campos de algodón. Otras cultivan granos de soja como alternativa. En India el algodón se cultiva en pequeños sembradíos en forma manual, sin maquinarias.
Imagen: Isabell Zipfel
Algodón transgénico
En más del 90 por ciento de los cultivos en India se siembra algodón transgénico BT. El grupo Monsanto colocó genes de la bacteria Bacillus thurinngiensis (BT) para aumentar la resistencia de las plantas contra insectos. Las semillas son caras, pero prometen obtener mayores ganancias y ahorros en pesticidas.
Imagen: Isabell Zipfel
Monsanto domina el mercado
India es un inmenso mercado para Monsanto. El poderoso grupo cultiva allí 12 millones de hectáreas de algodón. Además de las caras semillas BT, también vende el pesticida Roundup, en las cercanías de la ciudad Wardha. Las semillas BT son resistentes al Roundup.
Imagen: Isabell Zipfel
Sin protección contra pesticidas
Las semillas BT desplazaron casi totalmente a las especies autóctonas en la región de Vidarbha, donde también se usa el herbicida Roundup. Aunque los pesticidas son muy tóxicos, los agricultores los aplican sin máscaras de protección. En ningún otro cultivo se usa tanta cantidad de pesticida como en el del algodón.
Imagen: Isabell Zipfel
Poca resistencia a la sequía
El algodón crece en suelos pobres en nutrientes, pero necesita mucha humedad. Algunas variantes del algodón BT no soportan bien la sequía. En Vidarbha no hay regadíos artificiales. La mayoría de los cultivos dependen de las lluvias monzónicas.
Imagen: Isabell Zipfel
Pérdidas para los agricultores
Los agricultores indios deben comprar las semillas BT de Monsanto todos los años. A eso se suman los gastos para combatir las plagas. Si la cosecha es magra, los campesinos se endeudan a menudo para afrontar los costos. Vandana Shiva, ganadora del Premio Nobel Alternativo, dice que esa es la razón por la cual muchos trabajadores del campo se suicidan.
Imagen: Isabell Zipfel
Cosecha escasa
Muchos agricultores de la región de Vidarbha se quejan de los altos costos y los bajos beneficios por cosechas escasas desde que usan las semillas BT de Monsanto. Además, la situación se complica porque faltan sistemas de riego artificiales. Pero hay estudios que también afirman que, en otras regiones de India, los trabajadores mejoraron sus ganancias.
Imagen: Isabell Zipfel
Vivienda y depósito
La viuda de un campesino indio que se quitó la vida guarda parte de la cosecha en su vivienda. Es una de las cerca de diez millones de personas que cultivan allí algodón. Un cuarto de la producción mundial de esa planta proviene de India, que es el segundo mayor productor, después de China y EE. UU.
Imagen: Isabell Zipfel
Sin esperanza
En Waifan y otras aldeas de la región de Vidarbha, la esperanza de los agricultores de que su situación mejorase gracias al cultivo de algodón transgénico no se hizo realidad. Aún se están estudiando los motivos de los suicidios, que algunos investigadores atribuyen al empleo de las semillas BT de Monsanto.