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Opinión: Bayer alcanzó su meta, Monsanto

Henrik Böhme14 de septiembre de 2016

Con la compra de Monsanto, el consorcio agroquímico alemán Bayer ha cerrado el trato del año. Y esa es una noticia realmente buena, a pesar de que el negocio entraña riesgos nada desestimables, comenta Henrik Böhme.

Monsanto Schriftzug
Imagen: Reuters/B.McDermid

La encarnación del mal se muda: de ahora en adelante estará domiciliada en Leverkusen. No faltará quien describa de esa manera la compra de la empresa estadounidense Monsanto, productora de químicos y biotecnología para la agricultura, por parte de la compañía alemana Bayer, otro gigante del ámbito químico y farmacéutico. Después de todo, Monsanto ha protagonizado más de una controversia debido a su agresiva manera de hacer negocios y a las polémicas en torno a los efectos toxicológicos y ambientales de su mercancía, tan dependiente de la ingeniería genética: Monsanto es el fabricante del herbicida Roundup, cuyo principio activo es el glifosato. Aunque se sospecha que este producto puede generar cáncer, la Unión Europea autorizó su uso en su territorio. Todo esto caldea los ánimos entre los críticos de la agroindustria en el bloque comunitario; ahora, ellos podrán protestar directamente frente a las puertas de Monsanto en Renania del Norte-Westfalia.

Los “número uno” del mundo

Convertir a Bayer en el “número uno” de su rubro a escala global era el objetivo del ambicioso plan de absorción trazado por Werner Baumann, quien no tiene ni medio año en la jefatura del consorcio alemán. Para alcanzar esa meta, la empresa de Leverkusen se mostró dispuesta a hundir las manos en los bolsillos: 66.000 millones de dólares no es sólo una suma enorme, sino también la más grande oferta en efectivo jamás hecha en la historia de la economía. Por lo general, este tipo de tratos se consuma mediante el intercambio de acciones. Y ya que estamos hablando en términos superlativos, mencionemos también que la absorción de Monsanto por parte de Bayer es la más grande jamás orquestada por una empresa alemana. Hasta ahora, este ha sido el negocio del año.

Henrik Böhme.Imagen: DW

¿Era necesaria esta absorción?

Desde luego, cabe preguntar si todo esto era necesario. Bayer metió al villano en casa y además pagó mucho dinero por ello. Ahora Bayer está obligado a recuperar esa inversión porque, al contrario de otras empresas, no está sentada sobre un cofre lleno de oro. Por otra parte, ¿no es esta una excelente noticia para Alemania como centro económico? ¿No es bueno que una compañía que cotiza en la Bolsa de valores germana sea la “número uno” de su ámbito a escala internacional? La historia podría haberse desarrollado de otra manera. Syngenta, el rival suizo de Bayer, está siendo engullido por los chinos.

¿Qué vamos a comer mañana?

También el futuro de la agricultura es digital. “Cosecha digital” es la palabra de moda para lo que viene. La población mundial no deja de crecer y habrá que seguir alimentando bocas hambrientas. Y eso en tiempos cuando las cosechas se ven amenazadas o destruidas en muchas partes por los efectos del calentamiento global. Ese escenario debería permitir que se reflexione sobre nuevas formas de cultivos. El hecho de que ahora Bayer tenga la última palabra en el seno de Monsanto –es decir, una compañía con sede en Alemania, donde el uso de ingeniería genética está casi totalmente prohibido– ejercerá una gran influencia sobre el portafolio de la nueva megaempresa. Es probable que, al fusionar sus competencias, el nuevo consorcio logre dar mejores respuestas a la incógnita en torno a cómo alimentar a miles de millones de personas sin degenerar el mundo natural. De lograrlo, cada centavo invertido en la absorción de Monsanto habrá valido la pena.

Usted puede leer la versión original de este comentario en alemán, aquí.

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