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Opinión: Boris Nemtsov, el padre que no conocí

Zhanna Nemtsova27 de febrero de 2016

El 27 de febrero de 2015, el líder opositor ruso Boris Nemtsov fue asesinado en Moscú. Su hija, la periodista de DW Zhanna Nemtsova, comenta el legado de su padre.

Imagen: DW/N. Jolver

Siempre sueño que le hago una larga entrevista a mi padre. Allí hablamos algunas horas sobre Dios y el mundo, y le planteo todas las preguntas que a lo largo de este año he ido acumulando. ¿Por qué el apuro? Antes parecía que teníamos todo el tiempo por delante. Ya no. Solo una vez pude entrevistarlo, brevemente, para el canal de televisión ruso RBC. Margaret Thatcher había muerto y le pregunté a mi jefe si no deberíamos invitar a mi padre para hablar de la Dama de Hierro. Él era uno de los pocos rusos que se había reunido personalmente con ella varias veces.

Reconocimiento tardío

En ese tiempo, él ya estaba en la lista negra de la mayoría de las emisoras rusas. Por eso me sorprendió que se hiciera una excepción. Discutimos mucho sobre el trato que debíamos darnos al aire. Finalmente decidimos que yo lo presentaría brevemente y lo tutearía. Hablamos sobre Thatcher y por qué en 1993 ella visitó Nizhny Novgorod y no Moscú o San Petersburgo, cuándo y por qué se selló la entrega de Hong Kong a China y por qué estaba en contra de la integración europea. Extractos de esa entrevista aún están disponibles en YouTube.

No tuve la posibilidad de conocer mucho a mi padre en vida. Tras su trágica muerte, he tenido la oportunidad, a través de mucha gente, de redescubrirlo. Leí nuevamente sus libros, vi sus entrevistas, me encontré con personas que trataron y trabajaron con él. Y también hice algunos descubrimientos.

Zhanna Nemtsova.Imagen: DW/M.Müller

De gobernador a opositor

Sabía, obviamente, que mi padre fue un gobernador excepcional. Hizo realidad una reforma agraria, construyó calles e incorporó a su obra el programa “Apartamentos para familiares de militares”. Pero no tenía idea de que periódicos de todo el mundo habían escrito sobre el gobernador de Nizhny Novgorod, donde se destacaba que la ciudad era una fuente de atracción dentro del mapa ruso. Solo el hecho de que el periódico privado The Nishny Nowgorod Times fuera creado allí, da muestras de cuántos extranjeros visitaban la urbe.

Mi padre no tenía un gran ojo para entender a las personas, eso lo admitió también él. Con sarcasmo solía decir que era fácil pasar por conocedor de la naturaleza humana, pues bastaba solamente con odiarlo todo: al final tendrás razón en muchas cosas y creerán que eres un sagaz lector de la realidad. En realidad, él no lo era.

Pero fue el primer político, en 2006, en describir de forma precisa cómo sería el proceder de Vladimir Putin como dirigente. En su libro “La confesión de un rebelde” (publicado en 2007), escribió: “Hay una necesidad de un nuevo tipo de líder que encarne una nueva etapa en el desarrollo del país. ¿Qué caracteriza a la nueva Rusia? La nostalgia imperial y el orgullo patrio. Es una fase de letargo en el que la gente no desea ni libertad de expresión ni democracia, ni ninguno de los derechos elementales. En ese contexto aparece Putin con su discurso sobre la caída de la Unión Soviética, su afán -no siempre exitoso- de actuar a nivel internacional, su deseo, declarado por todos los medios, de restaurar la Rusia, la poderosa Rusia”.

Esas líneas fueron escritas mucho antes de la guerra en Georgia, de la anexión de Crimea, de la guerra en Ucrania y de la intervención en Siria. Entonces, en 2007, cuando la economía marchaba bien, casi nadie quería escuchar a mi padre. Lo trataban con condescendencia como uno de los perdedores de los años 90, los que no habían encontrado su lugar en el “sistema”. Pero hoy no existe duda alguna de que los deseos imperiales están en el centro de las acciones políticas de Putin.

Mi camino

Desde que soy adulta, mi padre ha estado casi siempre en la oposición. Son más de diez años. En la Rusia actual es inútil y - como se puede ver- también riesgoso ser opositor. Ese es el destino de las personas que defienden con pasión una idea. Por eso la oposición en Rusia es tan marginal. Durante años, distintas personas han intentado convencerme de que mi padre no tenía razón. Es un error criticar a Putin, nadie escucha a los críticos, dicen. Para mi cumpleaños número 30, mi jefe en la emisora RBC me felicitó diciéndome que yo había encontrado un mejor camino que el de mi padre.

Siempre he sido una demócrata y reconozco que Rusia se dirige en la dirección equivocada. Pero, tras la anexión de Crimea se me hizo evidente que el mejor camino en estos casos no podía ser la abstinencia política. Así fue como ese marzo de 2014 se convirtió en un presagio de lo que vendría. El mismo año le dije a mi madre que ese sería el último cumpleaños que festejaríamos como siempre. Por desgracia, mi premonición se hizo realidad. La muerte de mi padre hace un año me obligó a tomar el único camino correcto que nos ofrece la vida: no ceder en cuestiones elementales, siempre ser uno mismo. Por desgracia, eso no podrá experimentarlo mi padre en carne propia.



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