Opinión: ¿Cómo promover los autos eléctricos?
19 de mayo de 2016Para conseguir un impulso de la movilidad eléctrica en Alemania, el Estado ahora quiere poner dinero en sus manos. Mucho dinero, pues, como quien dice, el dinero hace milagros. Hasta ahora, la venta de autos eléctricos ha sido lenta. Menos de 50 mil vehículos circulan con electricidad en este país, de un total de por lo menos 45 millones de automóviles. Con dinero estatal, esto debería cambiar. Quien compre un auto eléctrico debería recibir 4.000 euros, mientras que un conductor de auto híbrido obtendría 3.000 euros. El bono de compra será válido hasta que el fondo de 1.200 millones de euros quede vacío. Luego, el mercado automovilístico habrá cambiado: hasta 500 mil vehículos eléctricos podrán circular por las calles de Alemania el 2020, estima el Gobierno. El que siga teniendo dudas sobre la viabilidad de los coches eléctricos será convencido por otros beneficios tributarios, ya que, quien conduzca uno de estos vehículos, se liberará por 10 años de pagar el impuesto automotriz.
Buenas leyes, mejores que malos regalos
Suena bien, pero no lo es. En el fondo, no cambia la pobreza del auto eléctrico. Al contrario: ni siquiera con todos estos premios y bonos estos vehículos se venderán como pan caliente. Esto se debe principalmente a su mal rendimiento y a una política de malas decisiones.
Para mover de verdad el mercado automotriz se necesita un nuevo semáforo. Rojo para los que usan gasolina, verde para quienes usan vehículos eléctricos. El uso de vehículos de combustión interna debe ser cada día menos atractivo. Y, en cambio, el de automóviles eléctricos debe convertirse en un ejemplo. Esto crea una fuerte resistencia en el poderoso lobby automotriz y la idea se descarta antes de siquiera haber hecho el intento. Por eso la reforma despierta poco entusiasmo.
Saltos reales de innovación del automóvil compatibles con el medio ambiente sólo se han dado cuando los legisladores introducen exigencias estrictas. Por ejemplo, haciendo más rígidas las normas de emisión, los vehículos diésel podrían ser expulsados de las ciudades. No pedir, sino exigir: esa debería ser la política del Estado Federal. Límites estrictos para las emisiones contaminantes y el consumo de combustible son la clave para movilidad eléctrica. Precisamente ante esa claridad el Gobierno se atemoriza.
¿Electricidad del carbón?
En lugar de dinero de regalo, lo que necesita la movilidad eléctrica es, ante todo, un concepto lógico. Y precisamente en el cambio energético es donde Alemania cojea. Un aumento en la flota de vehículos eléctricos en realidad sólo tiene sentido si la oferta de energía amigable con el medio ambiente también se incrementa. Porque por cada kilómetros que un automóvil avance gracias a electricidad producida por carbón o por energía atómica, la política medioambiental se hunde en la irracionalidad. Una irracionalidad cara, además.
Lo que no tiene sentido es que el Gobierno desee impulsar la movilidad eléctrica y, al mismo tiempo, frene el cambio energético y la producción de energías renovables. La promoción de la energía eólica y solar se limitará significativamente. Con ello, los dueños de autos eléctricos que recarguen sus vehículos en sus propios sistemas de almacenaje de energía solar deberán pagar costos que compensarán las ganancias de tener un coche a electricidad. Quien desee que los nuevos usuarios de autos eléctricos estén felices con sus carros deberá cambiar esa política.
Los autos eléctricos son un complemento sensato
Los automóviles eléctricos podrían ser, pese a todo, un enorme aporte a la protección del medioambiente. Para esto, tiene que cambiar algo más que sólo el estimulo para que haya menos vehículos. Algo especialmente difícil debido a los hábitos ciudadanos. Si bien los autos eléctricos no son el vehículo adecuado para un viaje de vacaciones a Italia, ciertamente lo son para todas las personas interesadas en ir y volver de su lugar de trabajo ubicado a menos de 100 kilómetros de casa.
Alrededor de un tercio de todos los vehículos que hay en Alemania se usan para ese propósito. En números esto representa un mercado potencial de al menos 15 millones de vehículos, alimentados constantemente por energía verde: todo un cambio en el modo de transportarse. Esto es especialmente cierto en zonas rurales y en las afueras de las ciudades, donde el transporte público ofrece menos flexibilidad. En lugar de obsequiarles dinero, la política debería ofrecerles otras ventajas a estos usuarios: viajes sin congestión y estacionamientos públicos en las grandes ciudades, por ejemplo, solo para coches eléctricos de baja emisión. Apuesten a que entonces los coches se venderían como pan caliente.