El ministro del Interior de Alemania, Thomas de Maizière, se preocupa por la cohesión de la sociedad alemana y ha propuesto un nuevo debate "Leitkultur". No es una mala idea, opina Marcel Fürstenau.
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El debate sobre la "cultura identitaria" es un tema sensible para muchos en Alemania. En especial, cuando los conservadores utilizan la palabra en sus debates políticos, ya que siempre los escépticos de lo germano perciben que esto significa imponer la homogeneidad cultural a costa de la diversidad. Este tipo de reacción es fácil de entender tras ver cómo los populistas usan y abusan del tema. Cuando AfD (Alternativa para Alemania) habla sobre este tema lo hace con la intención de excluir, al promover básicamente que se reemplace el multiculturalismo con la cultura identitaria.
Esa dualidad es ajena para el ministro de Interior alemán, Thomas de Maizière, quien presentó su catálogo de diez puntos resumiendo la esencia de la cultura identitaria germana, intentando promover el dialogo cultural. Es evidente que nuestra historia nos define y, por ello, de ninguna manera es banal cuando de Maizière se refiere a los alemanes como "herederos de su historia, con todos sus altos y bajos”.
La huella del cristianismo en Alemania
No todos quieren aceptar esa herencia, ni aquellos que han nacido aquí ni los inmigrantes. Cuando de Mazière declara que la "relación especial con el derecho de existencia de Israel” forma parte de la cultura identitaria de Alemania, no lo hace para incitar sentimientos de culpa, sino para asumir la responsabilidad de ese capitulo oscuro de la historia del país.
Por fortuna, el ministro tampoco evade el rol ambivalente del cristianismo. El nombre de Martin Lutero personifica la división en la iglesia cristiana, por muy neutral que uno lo quiera ver. Sin embargo, no es contradictorio enaltecer a la religión como factor de unidad y no de discrepancia en la sociedad, cuando el ministro impulsa un modelo tripartito de iglesia, sinagoga y mezquita.
Por supuesto que, a 500 años de la Reforma, Alemania está fuertemente marcada por el cristianismo. Enfatizar eso no significa que no se valoren otras religiones o que se interponga el cristianismo por encima de ellas, es simplemente un hecho en su historia.
Nada moralizador ni discriminatorio
El ministro de Interior ha incluido varios aspectos que vale la pena considerar, como el valor de la educación, la crianza y los modales. Allí no se encuentra nada moralizador, ni discriminatorio. Es simplemente una firme expectativa.
Una frase clave es que "la fuerza y la seguridad interna sobre nuestra propia cultura genera, como consecuencia, tolerancia hacia otros”. De Maizière se enfoca expresamente en aquellos inmigrantes que piensan quedarse. ¿Qué pasa si estos "no conocen, no quieren conocer o rechazan” la cultura identitaria? En ese caso, teme de Maizière, la integración no tendrá éxito.
Como este temor tiene sus justificaciones, su iniciativa de "Leitkultur” también está justificada. De hecho, en tiempos de creciente polarización social, esta cultura identitaria se necesita con urgencia.
Algunos catalogarán la contribución del ministro como una maniobra política, y en eso tendrán razón. ¿Pero qué hay de malo con que el hombre encargado de los asuntos internos de su país ponga este tema sobre la mesa en un año electoral importante? Nada. Más bien, todo lo contrario: el ministro está cumpliendo con su responsabilidad, al iniciar un debate con el fin de mejorar la cohesión social. Y a este debate todos están invitados a participar de manera constructiva.
Marcel Fürstenau (JCG/DZC)
Alemania, país de inmigración
Alemania es, después de EE. UU., el segundo país con mayor afluencia de inmigrantes. Una muestra en la Casa de la Historia de Bonn ofrece una sinopsis de las corrientes inmigratorias de los últimos 60 años.
Imagen: DW/J. Hennig
Segundo mayor país de inmigrantes
Solo en 2013, la inmigración neta a Alemania fue de 437.000 personas. A partir de los años 50, La RFA y la RDA atrajeron a trabajadores extranjeros. Hoy los inmigrantes provienen principalmente de los nuevos países miembros de la Unión Europea, quienes enriquecen la cultura y las tradiciones alemanas. En el museo Casa de la Historia, en Bonn, se puede ver una retrospectiva de los últimos 60 años.
Imagen: DW/J. Hennig
Los "trabajadores del extranjero"
En los años 50, la República Federal de Alemania vive un boom económico, y para abastecer el mercado laboral, el gobierno se esfuerza en atraer trabajadores extranjeros. La mayoría de ellos llegan con muy poco, dejando atrás una vida en su país de origen.
Imagen: DW/J. Hennig
Búsqueda de empleo
Entre 1955 y 1968, Alemania firma nueve acuerdos de inmigración con otros países: España, Grecia, Turquía, Marruecos, Corea del Sur, Portugal, Túnez y Yugoslavia. Quienes buscaban empleo podían postularse desde su país de origen en las “Oficinas de enlace”.
Imagen: DW/J. Hennig
Controles de salud
Antes de que un inmigrante pudiera trabajar en Alemania se le realizaban estudios médicos. Los análisis se llevaban a cabo en el país de origen. Solo quien estaba sano y era capaz de desempeñarse en sus tareas obtenía un puesto en Alemania Occidental.
Imagen: DW/J. Hennig
El inmigrante número 1 millón
En 1974 llegó a Alemania el inmigrante 1.000.000. era Armando Rodrigues de Sá, de Portugal, un carpintero de 38 años, quien recibió como premio un ciclomotor. Cuando fue nombrado por altoparlante en una estación de tranvía de Colonia con motivo de su llegada, creyó que querían deportarlo.
Imagen: DW/J. Hennig
Recorriendo Europa con un Ford Transit
El turco Sabri Güler recorrió Europa con este Ford Transit. El comerciante compró ese automóvil para viajar de Alemania a Turquía. Era un modelo muy cómodo y popular entre los trabajadores provenientes de Turquía.
Imagen: DW/J. Hennig
Trabajadores para Alemania Oriental
También en la RDA se atrajo a inmigrantes a mitades de los años 60. Se los llamó “contratados” y trabajaban, sobre todo, en la industria textil. Llegaban de países comunistas como Vietnam, Cuba y Argelia. En la RDA había, sin embargo, menos inmigrantes que en la RFA. En 1989 sólo eran 190.000, mientras en el oeste alcanzaban los cinco millones.
Imagen: DW/J. Hennig
Comida multicultural
Muchos inmigrantes trabajaban para luego recoger a sus familias y llevar una vida juntos en Alemania. Trajeron con ellos gran número de tradiciones, entre ellas, sus hábitos culinarios, que hoy forman parte de la cocina alemana, como, por ejemplo, el Döner, hecho de láminas de carne de cordero o pollo.
Imagen: DW/J. Hennig
Aumento de delitos xenófobos
Durante los años 80 y 90, se comenzó a generar una atmósfera de crítica a la inmigración en la opinión pública alemana, y en los medios se debatía el temor a la criminalidad de jóvenes, hijos de extranjeros. El resultado fue una ola de actos violentos xenófobos y racistas contra inmigrantes.
Imagen: DW/J. Hennig
Tradición vs. multiculturalidad
También dentro de muchas familias de inmigrantes se produjeron conflictos culturales. En su film “Contra la pared”, el cineasta alemán Fatih Akin, de origen turco, trata el choque de la educación tradicional musulmana con la vida occidental. En la Berlinale de 2004, la película fue la primera cinta alemana en recibir un Oso de Oro después de 17 años.
Imagen: DW/J. Hennig
Príncipe Balam I.
La asociación de carnaval “Koe Jonge e.V.” nombró príncipe de su desfile a Balam Byarubanga en 2011. Balam I es el primer príncipe afroalemán de carnaval. Los responsables de la asociación enviaron una clara señal contra el racismo y a favor de la integración. Su traje puede verse en la exposición en la Casa de la Historia, en Bonn.