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Opinión: Distensión sí, pero a precio muy alto

Rupert Wiederwald
7 de enero de 2018

El ministro alemán de Exteriores recibe a su colega turco y el caso Yücel es puesto sobre la mesa. Turquía parece estar abandonando la confrontación, pero el precio es alto. Demasiado alto, opina Rupert Wiederwald.

Deutschland Außenministertreffen in Goslar | Mevlut Cavusoglu und Sigmar Gabriel (Asschnitt vom Händeschütteln)
Imagen: Getty Images/AFP/T. Schwarz

"Haremos todo lo posible para mejorar la relación germano-turca". Eso es lo que dijo ayer sábado (6.01.2018) el ministro alemán de Asuntos Exteriores, Sigmar Gabriel, tras el encuentro con su colega turco, Mevlüt Cavusoglu, en la ciudad alemana de Goslar. Gabriel no comentó lo que exactamente quiso decir con "todo", pero se deja entrever. Por ejemplo, en una entrevista con la revista alemana Der Spiegel, Gabriel vincula el tema de las exportaciones de armas a Turquía, que en estos momentos están detenidas, con el caso del periodista encarcelado Deniz Yücel. Algo que sería un acuerdo cínico y perjudicial.

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Cínico y dañino

Un acuerdo tal debilitaría precisamente la posición que Alemania ha adquirido en los últimos meses hacia Turquía, como resultado de una política bien equilibrada, de claros límites y de cautela diplomática. Alemania se ha asegurado de que la unión aduanera con la UE, que Turquía desea, se encuentre actualmente en suspenso.

Rupert Wiederwald, periodista de DW.Imagen: DW/B. Geilert

Esto ha golpeado sensiblemente a Turquía y provoca un efecto mayor en aquel país que hacer declaraciones públicas contundentes. Lo mismo se aplica a varios proyectos armamentísticos que han quedado detenidos. Irónicamente, utilizar el destino del periodista germano-turco Denis Yücel para renovar las exportaciones de armas es cínico, ya que Yücel ha criticado reiteradamente a las fuerzas de seguridad turcas y sus acciones en las zonas kurdas. Canjear su libertad rearmando precisamente a esas fuerzas militares es difícil de explicar.

Los derechos de libertad no son negociables

Además sería perjudicial, porque Alemania perdería credibilidad para oponerse a Turquía y otros Estados autoritarios. Los derechos de libertad no son negociables y no pueden ser canjeados por el precio de varios tanques. De lo contrario, un país al que le encanta pontificar a nivel internacional sobre derechos fundamentales se convierte en chantajeable. Y sus ciudadanos corren el peligro de convertirse en rehenes de conflictos diplomáticos, que pueden apaciguarse gracias a armas, tanques y misiles.

La presión mostró su efecto

El mismo Gabriel rechaza este tipo de acuerdos, pero el daño ya está hecho. La presión ejercida cuidadosamente sobre Turquía estaba surtiendo efecto. El presidente Recep Tayyip Erdogan y su Gobierno parecían tener, de repente, un tono conciliador. Porque en Ankara crece la percepción de que muchos de los problemas económicos turcos se pueden resolver mejor con la Unión Europea que con Rusia o China. Ese era el camino adecuado para mejorar la situación de los derechos humanos. Sin embargo, Turquía recibe ahora innecesariamente la impresión de que en Alemania los derechos también son negociables. Ese no puede ser el objetivo de la política exterior alemana.

Autor: Rupert Wiederwald (CT/MS)

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