¿Puede un solo hombre acabar con décadas de acercamiento? Este 20 de enero podría ser el inicio de una era de relaciones entre EE.UU. y México marcadas por una rudeza tan larga y alta como las millas del muro de Trump.
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La probabilidad de que a sus 70 años, Donald Trump, el nuevo presidente de EE. UU., cambie de personalidad y de estilo es reducida, especialmente si todos se limitan solo a lamentar su tono y trato en vez de exigir otro.
Estará por verse si las estructuras oficiales de una democracia fuerte como lo es la estadounidense logran elevar la sensibilidad diplomática del estadista y perdura la esperanza de que en sus primeros 100 días profundice en el abc de la etiqueta internacional.
Pero sin perder más tiempo tiene que imperar la conciencia inmediata de que la opinión pública no tiene por qué aceptar maltratos ni verbales ni de otra índole de nadie, mucho menos del presidente de la primera potencia democrática de este planeta.
En la política, en los negocios y en el día a día las formas son básicas. Un "America great again” sin cortesía, educación y protocolo no deja de ser un slogan vacío y sin sustancia para grandeza alguna. Y quien crea que la rudeza del nuevo mandatario se limitará a humillaciones y amenazas contra sus vecinos mexicanos se equivoca.
Unidos desde y para siempre
Estados Unidos no es una isla solitaria en un planeta desierto. El año de 1846 parece una fecha lejana, pero en la historia de la humanidad fue ayer cuando la conquista territorial hizo de Estados Unidos una potencia continental con las riquezas adquiridas a expensas de México: extensos yacimientos petrolíferos en Arizona, depósitos de oro y plata en California y los puertos de la costa del Pacífico.
La grandeza del pasado y del presente la ha logrado sobre los hombros de muchos países, entre otros los de México. Por eso y mucho más, Estados Unidos, baluarte de la democracia y la libertad, le debe al mundo entero y especialmente a sus vecinos del sur un trato ejemplar y justo. El muro de Trump representaría todo lo contrario: el impulso oficial de la discriminación y el racismo. Una ruptura con toda medida civilizatoria.
Exigir puentes, no muros
La dependencia producto de la integración que han logrado México, Estados Unidos y Canadá juntos desde 1994 es enorme. Las empresas estadounidenses han aumentado sus inversiones en territorio mexicano a un ritmo constante en las últimas décadas. Los mexicanos y sus vecinos, especialmente los socios comerciales estadounidenses y canadienses, tienen la obligación de demandar una relación digna y segura y exigir el fin de políticas y discursos explosivos. Tan grande como las ganancias es también su responsabilidad. Toca a todos ellos salir a las calles como lo han hecho este sábado millones de mujeres no solo en Estados Unidos. ¡Es hora de exigir puentes y no muros!
El muro de Trump: ¿de acero o cemento?
Donald Trump tiene un objetivo: construir un muro. Este sería el mayor proyecto de construcción para el magnate de bienes raíces. Actualmente ya existe una valla de acero y alambre de púas entre México y EE.UU.
Imagen: Reuters/J. L. Gonzalez
Trump y las obras de construcción….
“Voy a construir un muro en nuestra frontera sur… nadie construye mejor que yo, y voy a hacer que México pague por esta valla”. Esto es lo que dijo el presidente electo de los Estados Unidos de América durante su campaña electoral. Él ya ha construido principalmente casas de varios pisos y hoteles. El muro fronterizo es la prioridad de sus puntos sobre política de inmigración.
Imagen: picture-alliance/AP Photo/C. Torres
No es nada nuevo
La frontera entre EE.UU. y México tiene 3.200 kilómetros de largo, de los cuales 1.100 ya están cercados. La frontera cubre cuatro estados estadounidenses y seis estados mexicanos. Pasa a través del desierto y grandes ciudades. Hay sólo una pequeña parte de la frontera en Nuevo México que está abierta. Otros sitios son vigilados por las fuerzas de la protección de fronteras de EE.UU.
Imagen: Reuters/M. Blake
Obstáculo de acero
Se estima que cada año llegan cerca de 350.000 ilegales a EE.UU. Una gran parte proviene de México. El que vive ilegalmente en Estados Unidos tiene muchos problemas. Algunos mexicanos son tolerados, pero sus familias, al otro lado de la frontera, no obtienen una visa. Los inmigrantes buscan una vida mejor, trabajo y más dinero para sus familias.
Imagen: picture-alliance/dpa/A. Zepeda
Un pequeño roce
Muchas familias están separadas por la valla. Un abrazo es imposible. Apenas se pueden rozar las manos que pasan entre las vigas de acero. La esperanza de volverse a reunir se esfuma con la elección de Donald Trump.
Imagen: picture-alliance/ZumaPress/J. West
Las amenazas no los asustan
“Cuando México envía a su gente, no envía a los mejores”, dijo Trump durante su campaña.” “Envían gente con muchos problemas. Son drogadictos, delincuentes, violadores. Algunos, supongo, son buenas personas”. Trump quiere deportar a los ilegales, al menos a los criminales. A pesar de las amenazas, muchos mexicanos mantienen su planes de irse a Estados Unidos.
Imagen: picture-alliance/AP Photo/G. Bull
Desierto, frontera y de regreso…
Para algunos mexicanos su sueño terminó en la frontera. Se encuentran en la cárcel o muchas veces llegan a morir. Medios de comunicación critican a las fuerzas de seguridad estadounidenses que vigilan la frontera. Seis mexicanos inocentes fueron abatidos. Nadie fue condenado. Sólo en 2015, un miembro de la protección fronteriza de Estados Unidos fue acusado por un fiscal federal.
Imagen: Reuters/D.A. Garcia
La escopeta asusta a invitados no deseados
Jim Chilton, un agricultor estadounidense, vigila su propiedad. Su granja de 200.000 metros cuadrados se encuentra al sureste de Arizona y limita con México. Sólo se interpone una cerca de alambre de púas. Chilton se siente reponsable de su propia seguridad y lleva siempre su arma de fuego.
Imagen: Getty Images/AFP/F.J. Brown
Un final curioso
“Muro de la tortilla“ es el nombre coloquial, más bien despectivo, que se da a los 22,5 kilómetros que hay entre el paso fronterizo de Otay Mesa en San Diego, California, y el Océano Pacífico.
Autor: Sabrina Pabst / (KM)