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Opinión: ¡Dragnea, Rumania quiere otra cosa!

Robert Schwartz
11 de agosto de 2018

En Bucarest, la Policía actuó brutalmente contra manifestantes pacíficos. Los responsables de este abuso deben ir a la corte, exige Robert Schwartz.

Rumänien Anti-Regierungsproteste in Bukarest
Imagen: Reuters/Inquam Photos/A. Neagoe

Nunca antes la caída de un Gobierno democrático rumano ha sido tan clara: con una masa de policías y gendarmes, el Ejecutivo de Bucarest ha querido mostrarle al mundo entero quién tiene el poder en Rumania. Alrededor de cien mil personas llegaron a la Plaza de la Victoria, frente a la  sede de Gobierno, para protestar contra la corrupción y la arbitrariedad y para que el Estado de derecho y la Justicia demuestren su independencia. Muchas de estas personas venían de distintas partes de Europa para exigir que los valores que conocieron en las otras naciones europeas estén presentes en su país de origen.

Fue un grito por la democracia y la normalidad en un país que está asfixiado, dominado por la cleptocracia y el nepotismo. Una novedad absoluta en Europa: decenas de miles de ciudadanos que viven y trabajan en el extranjero llegaron para participar en la manifestación para demostrar junto a sus amigos, familiares y conocidos que no han olvidado su tierra natal. Rumanos nacionales e internacionales quisieron dar el mismo mensaje: ¡detengan la caída de Rumania!

¡Inconcebible!

La respuesta del Gobierno fue brutal. Los distintos grupos vandálicos y alborotadores que se mezclaron con los manifestantes pacíficos lograron provocar a la Policía, que utilizó indiscriminadamente gases lacrimógenos, carros lanzaagua y porras contra familias con niños, ancianos y periodistas. Contra personas simples que no querían renunciar a su esperanza de vivir de nuevo en una democracia funcional. En casa y no en el extranjero, donde trabajan, estudian, y viven porque no tienen ninguna perspectiva en su antiguo hogar.

Redactor de DW en Bucarest.

Los recuerdos de Tiananmen y Taksim volvieron a despertar al igual que la "Mineriada” de junio de 1990 en Bucarest. En ese momento, luego del llamado al derrocamiento de la dictadura de Nicolae Ceausescu, los tránsfugas postcomunistas propiciaron la llegada de miles de mineros a la capital para consolidar su nuevo poder. Los "Mineri” tenían el encargo de taparles la boca a todos los políticos liberales contrarios a ellos, desde políticos opositores hasta estudiantes e intelectuales. ¡Lo que lograron con la mayor brutalidad!

Ahora fueron los policías y gendarmes los que usaron la violencia para llevar a acabo una misión similar contra los manifestantes pacíficos. ¡Inconcebible en una democracia! Una vez más, y para mejor comprensión: no fue un ataque contra demostraciones de violencia de izquierda o de extrema derecha, como ocurre en ocasiones especiales en toda Europa. ¡Esto fue una declaración de guerra contra su propia gente! La responsabilidad es indudablemente del Gobierno.

Y con Liviu Dragnea al mando, el poderoso líder de los socialdemócratas gobernantes que por manipular elecciones no puede ser electo primer ministro, sigue manejando todos los pasos del Gabinete en su rol de presidente del Parlamento. Muchos ministros y otros funcionarios, incluido el ministro del Interior, provienen de la región donde Dragnea gobernó como "barón local" en su rol de presidente del Consejo Distrital. Como muestra de eterna lealtad, estos hombres hoy actúan totalmente sometidos a su "maestro". Bajo el manto de la democracia parlamentaria, llegó a controlar gradualmente la Justicia y las instituciones del Estado.

¡Ahora esto debe terminar! ¡La democracia es diferente! La remodelación del Estado por parte de Dragnea y sus camaradas debe ser detenida. Los responsables del despliegue brutal de represión en este memorable 10 de agosto deben ir a la corte. El líder liberal Klaus Iohannis tiene todas las herramientas disponibles para liberar a su país de la última de las garras de la cleptocracia. Tiene el apoyo de la mayoría de los rumanos dentro y fuera del país. Los más de cien mil manifestantes en Bucarest y en otras importantes ciudades del país lo han demostrado nuevamente de manera impresionante.

Autor: Robert Schwartz (MN/FEW)

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