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Opinión: El asesinato de Lübcke, un ataque al sistema

19 de junio de 2019

Se evalúa la posibilidad de que el político democristiano Walter Lübcke haya muerto a manos de un neonazi. De confirmarse esa sospecha, quedará claro que sus asesinos buscan atacar a la democracia, dice Marcel Fürstenau.

Walter Lübcke ist tot
Imagen: picture-alliance/dpa/U. Zucchi

Hacer comparaciones es tan tentador como riesgoso: éstas pueden terminar siendo poco certeras y desorientando tanto al que las hace como al que las lee. Como muestra, la expresión "Fracción del Ejército Pardo”, usada para referirse al grupo terrorista Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU), de cuya existencia se supo apenas en 2011. Algunos perciben que los asesinatos sistemáticos y los atentados con bombas perpetrados por esos extremistas de derecha son equiparables a los actos terroristas orquestados entre 1970 y 1998 por los ultraizquierdistas de la Fracción del Ejército Rojo (RAF). En realidad, entre ambos grupos hay diferencias enormes, incluso tras el homicidio del político democristiano Walter Lübcke.

Marcel Fürstenau, comentarista de DW.Imagen: DW/S. Eichberg

Los extremistas de izquierda de la RAF desafiaban al Estado alemán y a la sociedad sin esconder sus caras. Sus nombres y sus rostros eran conocidos; sobre todo los de Ulrike Meinhof y Andreas Baader. También eran conocidos los nombres y las caras de las víctimas que la RAF tenía en la mira; estas eran, generalmente, representantes de las instituciones estatales y de la economía nacional: el presidente de la Conferedación de Asociaciones de Patronos Alemanes y de la Federación de Industriales Alemanes Hanns-Martin Schleyer; el Fiscal General de la República Federal de Alemania entre 1974 y 1977, Siegfried Buback; y los banqueros Jürgen Ponto y Alfred Herrhausen. Estas personas y muchas otras eran figuras emblemáticas del "sistema fascista”, desde la perspectiva misantrópica y llena de odio de la RAF.

La escena del crimen, lugar simbólico

En cambio, los extremistas de derecha en Alemania han actuado durante décadas de una manera totalmente diferente: sus víctimas, casi todas extranjeras o percibidas como tales, no eran personajes prominentes, sino "gente de a pie” que tuvo la mala suerte de estar en el lugar incorrecto en el momento menos oportuno. Estas personas murieron porque, a los ojos de sus asesinos cobardes, su sola presencia en territorio alemán ponía en peligro una supuesta "germanidad”. Los ataques incendiarios de Mölln y Solingen en los años noventa del siglo pasado son atribuibles a los mismos esquemas racistas que catalizaron la serie de asesinatos de la NSU. Casi cualquiera habría podido ser víctima de este grupo. Sobre todo la escena del crimen era un lugar simbólico para esos criminales: edificios habitados por extranjeros, albergues de refugiados y negocios manejados por extranjeros.

En cambio, Walter Lübcke no concuerda con el perfil tradicional de las víctimas de los ultraderechistas. Él no era extranjero ni era percibido como tal y, además, era una persona pública. Como jefe del distrito de Kassel, él encarnaba al Estado, desde el punto de vista de su asesino (o sus asesinos). Él fue un político que desafió abiertamente a los extremistas de derecha. En otras palabras, Lübcke era, a sus ojos, uno de sus enemigos declarados… Si estas especulaciones fueran confirmadas por quienes investigan su asesinato –y, en este instante, son muchos los indicios que apuntan en esa dirección–, el destino de Lübcke constituiría un punto de inflexión alarmante.

Nazis de viejo y nuevo cuño amenazan a Alemania

Atentados previos contra políticos perpetrados por ultraderechistas –incluido aquel del cual fue víctima Henriette Reker cuando aspiraba al cargo de alcaldesa de Colonia– causaron heridas graves, pero no muertes. Lübcke sería el primer político regional asesinado por extremistas de derecha desde que estos envenenaron el ambiente hace cuatro años con sus arengas contra los refugiados. Desde hace mucho se viene advirtiendo que un crimen de esta índole podría ocurrir. Al parecer, estos temores se han materializado.

Quien ahora equipare la peligrosidad del extremismo de izquierda con la del extremismo de derecha estará tergiversando la realidad irresponsablemente: son los nazis de viejo y nuevo cuño los que amenazan a la sociedad alemana, hoy más que nunca. Han llegado al punto de atacar al sistema democrático y a sus representantes. La gran diferencia entre la RAF de ayer y los ultraderechistas de hoy es que los asesinos de derecha siguen actuando tras el escudo del anonimato y sin reivindicar públicamente sus matanzas. Eso los hace más peligrosos.

(erc/eal)

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