La canciller Angela Merkel nunca estuvo sometida a tanta presión como ahora. Pero es posible que su otoño político aún se resista a llegar, opina Christoph Strack.
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Será la decimoprimera vez que Angela Merkel vuelva a retomar su rutina política después de las vacaciones de verano. Aunque hablar de rutina no sería del todo correcto, porque la canciller no trabaja su turno de ocho horas con su termo y su fiambrera. Sobre todo este año, porque tendrá menos rutina que nunca y tendrá que asumir muchos riesgos.
Cuando los observadores divisan el ocaso de Merkel, el escenario parece catastrófico. Dando una mirada atrás, desde 2006 aparecen titulares como “difícil tarea”, “caos”, o “peores índices de popularidad desde…”. Aun así, aunque a algunos no les guste la actitud ponderada y paciente de Merkel, en sus escasas conferencias de prensa en épocas alarmistas se muestra consciente de la tensión pero apuesta por la calma y la negociación. Aunque sea después de los ataques de Würzburg y Ansbach.
Ni burka, ni doble nacionalidad
La situación de la seguridad en Alemania ha cambiado. La coalición de gobierno trata de responder a la demanda de justicia con distintas medidas. Y aunque algunos representantes del núcleo duro de la Unión Cristianodemócrata (CDU) y responsables de Interior de Meckleburgo-Prepomerania y Berlín exijan la prohibición del burka y la doble nacionalidad, estos no son los grandes retos de Merkel. No tienen relación con la amenaza del terrorismo. Un hecho que quedó patente con la tranquila actuación del muchas veces criticado ministro del Interior, Thomas de Maiziere, que rechazó tales pretensiones con calma y decisión.
Para Merkel, tiene que ser frustrante el funcionamiento de la integración de refugiados en el mercado laboral. No entre las pequeñas empresas del campo, sino por parte de los “grandes”. Y ese será un tema que tratará con directivos de los grandes consorcios alemanes.
Retos en política exterior
Sin embargo, tampoco es todo esto lo que hace peligrar la posición de Merkel. Si el otoño de 2016 se convierte, políticamente hablando, en un otoño caliente para ella, las amenazas más serías vendrían de la política exterior. Y no solo por lo que pueda suceder en Turquía.
Entre sus días de descanso en los Alpes, el ministro de Exteriores Steinmeier tuvo que viajar a Rusia para participar en las conversaciones sobre las crisis de Siria y Ucrania. En la primera conferencia de prensa del Gobierno tras las vacaciones, se trataron casi exclusivamente asuntos de política exterior. Y el jueves por la noche, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, se reunirá con Merkel para hablar sobre el "brexit" y el futuro de la Unión Europea. Su Berlín es la otra Bruselas.
Hay demasiadas crisis internacionales. Y si el conflicto en Ucrania escala o empeoran las relaciones con Turquía, la presión para que Merkel no solo participe en conversaciones, sino que también decida y actúe, será cada vez mayor. Hasta ahora, es la única cuyo ministro de Exteriores sigue en contacto con Rusia. Sobre todo por Ucrania, pero también por Siria. ¿Qué pasará si la situación se complica en Turquía? ¿Y si en vez de millones de sirios llegan cientos de miles de kurdos desde Turquía? En un mundo donde los populistas destacan en la escena internacional, la presión para que la canciller actúe rápidamente sería enorme.
Nunca antes hubo tantos refugiados como en 2015. Muchos han llegado a Alemania. "Es un desafío histórico", señaló la canciller Angela Merkel. Una mirada retrospectiva a un año estremecedor.
Imagen: Reuters/O. Teofilovski
Grecia: una puerta hacia la UE
Estos jóvenes procedentes de Siria superaron una peligrosa etapa de su viaje. Llegaron a Grecia y, por ende, a la Unión Europea. Pero con ello no alcanzaron todavía su meta. Quieren seguir rumbo al norte, hacia otros países de la UE. La mayor parte huyó en 2015 a Alemania y Suecia.
Imagen: Reuters/Y. Behrakis
Peligro en el Mediterráneo
El camino que han recorrido encierra peligros mortales. Reiteradamente zozobraron embarcaciones no aptas para la travesía. Estos niños sirios y su padre tuvieron suerte. Fueron rescatados en el Mediterráneo por pescadores griegos de la isla Lesbos.
Imagen: Reuters/Y. Behrakis
La imagen que conmovió al mundo
Aylan Kurdi, de tres años de edad, no sobrevivió. A comienzos de septiembre se ahogó con su hermano y su madre en el Egeo, cuando intentaban llegar a la isla de Kos. La foto de este niño sirio muerto dio la vuelta al mundo, conmoviendo a miles de personas.
Imagen: Reuters/Stringer
Contrastes a la vista
Kos, a menos de cinco kilómetros de Turquía, es la meta de muchos refugiados. Llegan a las playas donde solo solía haber turistas. Este grupo de refugiados paquistaníes logró arribar con un bote inflable.
Imagen: Reuters/Y. Behrakis
Caos total
Muchos refugiados quedan varados en Kos, porque solo pueden continuar viaje a tierra continental tras haberse registrado. En el verano, la tensión escaló cuando las autoridades hicieron esperar a los refugiados en un estadio para hacer ese trámite, a pleno sol y sin agua.
Imagen: Reuters/Y. Behrakis
Un transbordador para refugiados
Debido a la insostenible situación imperante en la isla se produjeron disturbios. Para reducir la tensión, las autoridades griegas arrendaron un barco en el que se habilitaron posibilidades de alojamiento para 2.500 refugiados y una oficina de registro.
Imagen: Reuters/A. Konstantinidis
El dilema de Europa
Por la misma época, más al norte, en la frontera greco-macedonia, policías fronterizos impiden el paso a la gente. En el tumulto hay niños que lloran, separados de sus padres. "Pura desesperación" se llama la foto tomada por Georgi Licovski. La Unicef la distinguió como la foto del año, ya que plasma "el dilema de Europa y su responsabilidad".
Imagen: picture-alliance/dpa/G. Licovski
Un símbolo negativo
A fines del verano, Budapest se convirtió en un símbolo del fracaso de las autoridades y de la xenofobia. Miles de refugiados acampaban en los alrededores de una estación ferroviaria de capital húngara. El gobierno les prohibió continuar su viaje. En consecuencia, muchos siguieron su camino a pie, rumbo a Alemania.
Imagen: picture-alliance/dpa/B. Roessler
Se abre el paso
El 5 de septiembre se despejó el camino para los refugiados. La canciller alemana, Angela Merkel, tomó con su par austríaco, Werner Feymann, la decisión de permitir a la gente continuar el viaje. Varios trenes especiales y buses se dirigieron por esos días a Viena y Múnich.
Imagen: picture alliance/landov/A. Zavallis
Bienvenidos, refugiados
El primer fin de semana llegaron a Múnich cerca de 20.000 refugiados. En la estación central de la ciudad se reunieron innumerables voluntarios para atender a los refugiados y proporcionarles alimentos y vestimenta.
Imagen: Getty Images/AFP/P. Stollarz
"Lo lograremos"
Mientras Merkel era aclamada por los refugiados y los partidarios de darles asilo, en otros sectores de Alemania surgía el descontento. En una conferencia de prensa, Merkel respondió a las críticas con estas palabras: "Si tenemos que disculparnos por mostrar un rostro gentil en una situación de emergencia, este no es mi país". Otra frase se convirtió en su mantra: "Lo lograremos".
Imagen: Reuters/F. Bensch
Historias en el equipaje
A fines de septiembre, la policía publicó una imagen conmovedora. Una niña refugiada hizo este dibujo y se lo regaló a un policía de Passau. Muestra el horror que vivieron muchos refugiados y su gran alegría de estar por fin a salvo.
Imagen: picture-alliance/dpa/Bundespolizei
El drama continúa
A fines de octubre habían llegado a Alemania más de 750.000 refugiados. Pero el flujo no cesaba. Los países de la denominada "ruta de los Balcanes" se veían superados y cerraron sus fronteras. Solo se siguió permitiendo el paso a sirios, afganos e iraquíes. Como una forma de protesta, algunos refugiados de otros países se cosieron los labios.
Imagen: picture-alliance/dpa/G. Licovski
Sin final a la vista
"¡Ayúdanos, Alemania!", dicen los carteles de los manifestantes en la frontera con Macedonia. En Europa se acerca el invierno y miles de personas, incluyendo niños, se encuentran atrapadas en tierra de nadie. Entretanto, incluso Suecia, considerado un país abierto a los refugiados, estableció transitoriamente controles fronterizos. La UE cuenta para 2016 con otros tres millones de refugiados.