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Opinión: ensalada macedonia, ensalada griega

Spiros Moskovou
4 de febrero de 2018

Por fin parece cercana una solución al eterno conflicto terminológico de Macedonia. Pero ni el pueblo ni los políticos griegos están preparados, opina Spiros Moskovou.

Griechenland Proteste in Thessaloniki Namensstreit Mazedonien
Imagen: Reuters/A. Avramidis

Los patriotas griegos quieren defender su patria con una gran manifestación que tendrá lugar este domingo (04.02.2018) en Atenas y así afirmar los derechos de su nación frente a los usurpadores macedonios del norte. Todos estarán presentes: la Iglesia ortodoxa, las asociaciones griegas del norte del país, diputados de extrema derecha, e incluso el compositor y gurú de la izquierda alternativa Mikis Theodorakis.

Los manifestantes no quieren ninguna solución

La rabia de los que protestan se dirige contra una solución que solo ahora empieza a perfilarse, tras 25 años de conflicto terminológico con la vecina República de Macedonia. Y esto es así porque, de acuerdo con la interpretación histórica y política griega, solo la provincia homónima del norte de Grecia puede llevar este nombre de rica tradición. La historia como una posesión, una propiedad, no como una continuidad viva.

En consecuencia, para Atenas el país vecino se llama Antigua República Yugoslava de Macedonia, mientras que para la mayoría de los griegos sencillamente es Skopie. A raíz de las objeciones griegas, Macedonia lleva años en la sala de espera de la Unión Europea y la OTAN.

Spiros Moskovou dirige la redacción griega de DW

Este movimiento, no obstante, debería ir al grano: el nuevo primer ministro macedonio, el socialdemócrata Zoran Zaef, se ha mostrado dispuesto a ceder. El mandatario griego, Alexis Tsipras, también ha hecho pública su disposición a dar el paso. El objetivo es resolver la disputa terminológica lo suficientemente rápido como para que en la próxima cumbre de la OTAN en julio esté abierto el camino para la entrada de Macedonia en la alianza atlántica.

Entretanto, el gobierno griego ha reconocido que la república vecina no puede cambiar de nombre completamente. La palabra Macedonia debe ser parte de la solución, muy probablemente con un complemento (ya sea "del norte”, "nueva” o "alta” Macedonia), de forma que ello no pueda derivarse en ninguna reclamación territorial por parte de Skopie. Atenas está abierta a este compromiso, pero el problema es que el gobierno de Tsipras debe contar con la voz (y el voto) de su socio de coalición, los populistas de derecha de Griegos Independientes (ANEL).

Sin embargo, los agitadores de ANEL no están listos para dejarles de forma alguna el nombre de Macedonia a sus vecinos y se muestran inflexibles. Naturalmente, en el Parlamento se podría aprobar un compromiso con el voto a favor de la oposición. Pero esto sería tensar la cuerda sobre la que camina el Gobierno y probablemente implicaría su final prematuro. Cierto es que Syriza podría gobernar con lo que queda de la socialdemocracia del Pasok. Pero, por el momento, la oposición conservadora no quiere dejar ver sus cartas. La Nueva Democracia de Kyriakos Mitsotakis se refugia en las encuestas favorables y no está dispuesta a ser de ayuda al Gobierno de Tsipras en un eventual éxito de política exterior. Hasta ahora los conservadores se han negado a establecer una postura respecto a la disputa terminológica.

La solución de esta interminable y anacrónica disputa entre Grecia y Macedonia abriría una etapa importante para la normalización del sudeste europeo tras las guerras de Yugoslavia. La región en su totalidad podría sacudirse una carga del pasado y abrir nuevas vías hacia la estabilización. Pero por desgracia parece que el sistema político de Grecia sigue sin ser lo suficientemente maduro para dedicarse a la política del siglo XXI. El ejemplo de Macedonia evidencia los errores del pasado: en las décadas pretéritas, los partidos griegos han perdido la oportunidad de aclarar a su electorado que la Macedonia griega es obviamente griega. Pero no es la única.

Autor: Spiros Moskovou (EAL/DZC)

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