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Es absurdo que la líder de Myanmar se acerque a Orban

Verena Hölzl
Verena Hölzl
9 de junio de 2019

La consejera de Estado de Myanmar y el primer ministro húngaro emitieron una declaración contra los musulmanes. De este modo, Aung San Suu Kyi perdió finalmente el rol moral que alguna vez tuvo, dice Verena Hölzl.

No es como el Oeste lo imaginaba. Durante años, Occidente apoyó a Myanmar en su evolución de una dictadura militar a una democracia, sólo para que finalmente la figura de la libertad del país, Aung San Suu Kyi, se convierta en una simpatizante populista de derecha.

La semana pasada, el Premio Nobel de la Paz voló a Europa. Allí no se reunió con el presidente francés Emmanuel Macron ni con la canciller alemana Angela Merkel, sino con el líder populista de derecha Hungría, Viktor Orban, conocido por su retórica antinmigrante.

La reunión, que fue un asunto armonioso, representa una afrenta importante para Occidente, que, sin embargo, se esfuerza por mantener algún tipo de relación diplomática con Myanmar. Hace dos años, Occidente estaba consternado por la campaña de limpieza étnica del ejército de Myanmar contra la minoría musulmana rohingya del país.

Durante su encuentro con Orban, Suu Kyi dejó muy claro que le importan muy poco los valores occidentales y las sutilezas diplomáticas. Posteriormente, Suu Kyi y Orban emitieron una declaración conjunta islamofóbica en la que afirmaron que la inmigración, y las crecientes poblaciones musulmanas de ambos países planteaban un grave problema.

Verena Hölzl, desde MyanmarImagen: privat

Suu Kyi muestra su verdadero rostro

Sin embargo, es absurdo que Suu Kyi haga tal afirmación. La población musulmana de Myanmar no está creciendo. De hecho, el Ejército de Myanmar expulsó a casi un millón de rohingya del país, obligándolos a huir a su vecino Bangladesh. 

Sin embargo, dentro de Myanmar, el aparato de propaganda militar ha estado haciendo creer a la gente que la minoría musulmana del país está conformada en realidad inmigrantes ilegales, a pesar de que alguna vez fueron ciudadanos comunes.

Hoy en día, no puede haber duda –incluso para aquellos que todavía le dan el beneficio de la duda– sobre las verdaderas creencias de Suu Kyi. Ella apoya a los militares asesinos de Myanmar, y aparentemente también a los populistas de derecha de Europa, que desprecian los derechos humanos. No porque se vea obligada, sino porque así lo quiere.

Porque incluso Hungría no podrá evitar que, si la UE así lo decide, se retiren las beneficios comerciales sobre Myanmar debido a violaciones de derechos humanos. Después de todo, Suu Kyi parece estar ahora del mismo lado que los militares, con los que cogobierna el país. No debería haber pedido a los militares, a los que la Corte Penal Internacional puede acusar de crímenes de guerra, que persigan a los insurgentes de la minoría de Rakhine. Tampoco debería haber reprendido a los críticos en el Foro Económico Mundial por sacar a relucir el encarcelamiento de dos reporteros de Reuters, que denunciaron la masacre de 10 hombres rohingya.

Anhelo de aprobación

Suu Kyi ha estado recibiendo críticas de Occidente desde hace tiempo, y es comprensible que añore el apoyo que alguna vez recibió. Resulta trágico que aparentemente intente compensar esto buscando la aprobación de la extrema derecha europea.

Antes de reunirse con Orban la semana pasada, Suu Kyi visitó República Checa. En un movimiento extraño, el Primer Ministro Andrej Babis elogió su compromiso con los derechos humanos. Mientras tanto, expertos están debatiendo si su negativa a denunciar las violaciones de los derechos humanos en la Rohingya la implica en la limpieza étnica.

Occidente está justificadamente horrorizado por la transformación de Suu Kyi - probablemente aún más porque alguna vez fue muy admirada, y porque muchos ahora se sienten avergonzados por ello. Pero, ¿cuánta más angustia debe sentir el pueblo de Myanmar por la transformación de Suu Kyi?

Recientemente, un joven activista me dijo: "Aung San Suu Kyi ha perdido su posición moral." El joven, que fundó una campaña para fomentar la unidad entre budistas y musulmanes mediante la distribución de rosas blancas durante el mes santo del Ramadán, me dijo que Occidente debería centrarse en su generación. Porque, como él dijo, "somos la única esperanza".

(dg/few)

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