Detrás de la fachada de elecciones democráticas, la manipulación y la apatía política cuestionan la legitimidad del sistema ruso, opina Ingo Mannteufel.
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A nadie le sorprende el resultado de las elecciones al Parlamento ruso. El hecho de que Rusia Unida, el partido en el poder, haya salido reforzado con una clara mayoría de dos tercios en la Duma ya se había decidido, presuntamente, en los gabinetes del Kremlin. Exactamente igual que el hecho de que a la Duma solo entrasen otros tres partidos controlados por el Kremlin. Al Gobierno le mereció la pena conseguir el resultado deseado sin que se hayan producido protestas como hace cinco años. Entonces, miles de rusos se manifestaron en las frías calles de Moscú y San Petersburgo para demostrar su descontento por las falsificaciones y la manipulación.
Fachada democrática
Esta vez hubo también grabaciones y otros indicios que apuntan a manipulaciones. Por ejemplo, un video que muestra cómo se introducen muchas papeletas juntas en una urna. Pero, a diferencia de 2011, no se movilizaron los descontentos ni los que piensan diferente. La represión de los años pasados ha sumido a la mayoría en una apatía política.
Para los críticos, nadie tenía opciones reales contra Rusia Unida, partido en el poder favorecido tanto por los medios como por la administración. Por eso, el Kremlin pudo adornar la fachada democrática y nombró a una nueva directora de la junta electoral, redujo el umbral de votos necesarios para entrar al Parlamento del 7% al 5% y permitió que concurriesen partidos críticos con el Gobierno.
El clima político del país, aparentemente amenazado desde el exterior, solo sirvió para que a los electores les quedase todavía más claro que no había alternativa al partido de Putin. Y la baja participación del 48% es una muestra de lo bien que ha funcionado este concepto de despolitizar la sociedad rusa. En comparación, la participación en 2011 fue del 60%, aunque ambas cifras podrían estar manipuladas.
La apatía como factor de estabilidad
La pobre participación no se puede comparar con las bajas cifras de otros países democráticos. En Rusia, los electores que tienen relación directa con el Estado (funcionarios, soldados, maestros, trabajadores de industrias estatales...) están prácticamente obligados a ir a votar. Especialmente en las grandes ciudades es difícil escaparse de esa presión.
El derecho a no ir a votar les corresponde, sobre todo, a los que tienen cierta independencia económica de las estructuras del Estado y viven en grandes ciudades como Moscú y San Petersburgo. En estas metrópolis rusas, la participación fue menor que el 48% alcanzado en las zonas rurales. La noche electoral se habló de cifras por debajo del 20%, que más tarde fueron corregidas al alza, quizás por las papeletas añadidas. Pero el mayor indicio de esa apatía política fue cuando se publicó que las cifras de participación oficiales, y posiblemente manipuladas, de las grandes ciudades solo eran de un tercio del censo.
Legitimidad cuestionable
Por ahora, este desinterés por la política favorece al Kremlin, que obtuvo la composición deseada en la Duma. ¿Pero qué legitimidad tiene una institución política, si la mayoría de ciudadanos de Moscú, San Petersburgo o Novosibirsk ni siquiera acuden a las elecciones y la participación no llega ni a la mitad en todo el país? Los cimientos de esa fachada democrática de Rusia no parecen nada sólidos. Por eso, tampoco sorprende que, precisamente el día después de las selecciones, aparezcan planes según los cuales el Kremlin pretende integrar todos los servicios secretos y estructuras de seguridad en torno a un omnipotente Ministerio de Seguridad similar a la KGB.
Políticos en la mira de la sátira
Trátese de Merkel, Putin, Trump o Bush: cada quien tiene su propio estilo de hacer política y también reacciona de forma diferente a la sátira.
Imagen: ZDF Neo Magazin Royale
Angela Merkel
Durante el apogeo de la crisis del euro, muchas revistas y periódicos griegos retrataron a la canciller alemana, Angela Merkel, con símbolos nazis. En la portada que se puede ver en la imagen, la revista satírica "Mystiki Ellada" mostró en 2012 a Merkel vestida con el uniforme de soldado del Ejército de la Alemania nazi. En ningún momento la canciller sopesó proceder legalmente contra el medio.
Imagen: picture-alliance/Rolf Haid
Vladímir Putin
Las fotos vacacionales del presidente ruso, Vladímir Putin, sirven de inspiración a humoristas satíricos de todo el mundo. Desde que el hombre fuerte del Kremlin se dejó fotografiar montando a caballo a pecho descubierto, el torso desnudo del presidente es un motivo muy popular, por ejemplo en el Carnaval de Colonia de 2015.
Imagen: picture-alliance/dpa/R. Weihrauch
Donald Trump
El precandidato presidencial republicano Donald Trump es el blanco predilecto de muchos caricaturistas y humoristas. No obstante, el magnate es muy sensible a las críticas. El periódico Boston Globe publicó un encabezado ficticio, en el que hace parodia de las propuestas del precandidato en torno a la política de inmigración. Trump calificó al diario de “estúpido” y “despreciable”.
Imagen: picture-alliance/AP Photo/The Boston Globe
Kim Jong-Un
El dirigente comunista de Corea del Norte no tiene mucho sentido del humor. Para impedir que la película satírica “La entrevista” se estrenara en 2012 en los cines estadounidenses, el régimen norcoreano lanzó una serie de ataques cibernéticos. Los estudios cinematográficos Sony fueron hackeados, y también se registraron muchas amenazas de atentados contra cines estadounidenses.
El expresidente estadounidense George W. Bush es uno de los políticos que más ha inspirado a los cómicos en Estados Unidos. La supuesta falta de intelecto del exmandatario de origen tejano ha sido motivo de burla por parte de los humoristas.
Imagen: Getty Images/M. Tama
Jaroslaw Kaczynski
A principios de año, un carro alegórico del desfile del Carnaval de Dusseldorf provocó tensiones diplomáticas entre Alemania y Polonia. Esta es representada como una mujer maltratada y pisoteada por el líder del partido de los nacionalconservadores, Jaroslaw Kaczynski. El ministro de Relaciones Exteriores polaco dijo que el carro mostraba el “desprecio hacia Polonia y los políticos polacos”.
Imagen: picture-alliance/dpa/F. Gambarini
Benjamín Netanjahu
El primer ministro israelí suele ser objeto de burla del programa de televisión “Eretz Nehederet” (Un país hermoso). En esta escena, los cómicos hacen una parodia de las negociaciones entre el jefe de Estado de Israel y la organización palestina Hamás. No obstante, Netanyahu nunca se ha indignado. Al contrario, en 2013 visitó el programa como invitado estelar.
Imagen: Getty Images/AFP/J. Guez
Winston Churchill
La sátira política tiene una larga tradición: esta caricatura británica de 1915 muestra a Winston Churchill, que en aquel entonces era ministro de Marina, como un Aquiles desaliñado en la guerra de Troya. El dibujo que lleva el título “La lucha de los barcos” hace alusión a la guerra marítima por los Dardanelos, que perdió Churchill.
Imagen: picture-alliance/akg-images
Hugo Chávez
El difunto expresidente venezolano Hugo Chávez tampoco se salvó de la sátira, como se puede apreciar en esta caricatura de 2012. Muchas personas cercanas al exmandatario aseguran que tenía un excelente sentido del humor y que sus bromas estaban cargadas de metáforas. Por ejemplo, se hizo famosa su frase “huele a azufre” con la que se refirió a George W. Bush.
Imagen: Roberto Weil
Jamenei y Carrell
En 1987 una sátira del líder de la revolución iraní, el ayatolá Jamenei, provocó un escándalo en la televisión alemana. El moderador Rudi Carrel había mostrado un montaje fotográfico de Jamenei: durante una visita de Estado a Alemania manifestantes supuestamente lanzan ropa interior contra el ayatolá. Como consecuencia, dos diplomáticos alemanes fueron expulsados de Teherán.
Imagen: picture-alliance/dpa/I. Wagner
Erdogan y Böhmermann
Aún está por verse si el poema del cómico alemán Böhmermann sobre el presidente turco llevará a una crisis diplomática parecida a la de 1987. Está claro que no es la primera ni la última vez que la sátira política provoca tensiones diplomáticas a nivel internacional.