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Opinión: fiel hasta la muerte

Marcel Fürstenau9 de diciembre de 2015

Beate Zschäpe se declara inocente y afirma que quiso detener los planes de sus cómplices de la célula neonazi NSU. Su poco creíble testimonio es un dudoso intento de salvar lo que se pueda, opina Marcel Fürstenau.

Imagen: Reuters/M. Dalder

Beate Zschäpe podía haber salvado muchas vidas humanas. Pero dejó de hacerlo para no perder a “su familia”. Así se refirió la principal acusada en el llamado “Juicio NSU” a sus cómplices ultraderechistas Uwe Böhnhardt y Uwe Mundlos. Ambos, según es convicción de la Fiscalía Federal, asesinaron con alevosía a nueve hombres de origen extranjero y a una oficial de policía entre 2000 y 2007. Zschäpe negó haber estado involucrada en la planeación o la ejecución de tales crímenes. Esta sola suposición ya es difícil de creer. Finalmente, el trío vivió 13 años en la clandestinidad.

Compasión para gatos, pero no para personas

La acusada afirmó que luego del primer asesinato, que tuvo como víctima a Enver Simsek, de Núremberg, quedó “conmocionada” y consternada. Pero pese a ello, supuestamente no pudo separarse de los asesinos que no mostraron piedad. Por miedo a perder a Böhnhardt, su pareja sentimental. Por miedo a que ambos hombres se suicidaran. Y a causa de esos temores, Zschäpe asumió la muerte de otras nueve personas inocentes. ¡Increíble! La mujer de 40 años no se siente jurídicamente responsable ni por los asesinatos, ni por los atentados con bombas, ni por los asaltos. Tampoco dice verse a sí misma como miembro de la célula neonazi NSU.

Tanto desconocimiento fingido es una burla hacia las víctimas y sus familiares. ¿Quién puede creerle a Zschäpe cuando dice ofrecer “sinceras” disculpas a los deudos? Tuvo oportunidad de hacerlo desde mayo de 2013, cuando comenzó el juicio en el cual padres, madres y hermanos de los asesinados demandaron esclarecimiento. Viene al caso recordar estas imágenes para evaluar la credibilidad –o falta de ella- de la declaración que consta de 53 páginas. El dolor de los familiares de los fallecidos y el de los traumatizados heridos por las bombas dejó incólume todo ese tiempo a Zschäpe.

A ella le faltó toda forma de empatía hacia personas desconocidas, pero eso sí, ¡se preocupó amorosamente de sus gatos! Para que los pobres felinos pudieran seguir viviendo aún sin su dueña, Zschäpe los puso a buen resguardo antes de que explotara su apartamento. La testigo reconoció haber prendido fuego a la vivienda en la que habitó junto con Böhnhardt y Mundlos, luego de la muerte de ambos. Pero dijo no haber tenido nada que ver con el video en el que los hombres reconocieron los atentados. En cada caso, dijo haberse enterado cuando los ataques ya estaban consumados. Aseguró no haber escuchado, visto o dicho nada antes: es el típico comportamiento de quien se dice supuestamente inocentes.

Tortura a las víctimas

Con todo, Zschäpe declara que se siente “moralmente culpable” al haber fallado en impedir que sus amigos mataran. También estos arrebatos de conciencia se antojan fingidos en vista de los monstruosos crímenes cometidos por la NSU. Poco ayudará a Zschäpe el haber roto finalmente su silencio en la audiencia 249 (¡!) de este juicio. Tomando en cuenta cómo ha transcurrido éste, le parece un hecho que recibirá una pena de muchos años de prisión. Y merecidamente, desde el punto de vista jurídico. Pero hay otro cargo que no es justiciable: con su largo silencio, Zschäpe impuso una tortura innecesaria a los familiares de las víctimas. Y eso es también una forma de culpabilidad moral.

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