Hasta ahora el debate en Alemania sobre seguridad interior se centraba en posibles atentados terroristas. Tras los abusos sexuales de Nochevieja en Colonia todo ha cambiado, opina Marcel Fürstenau.
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La probabilidad de ser víctima de un atentado terrorista en Colonia, Múnich o Leipzig es realmente escasa. Aun así en Alemania hace mucho que no se sentía tanto miedo. Esas emociones son comprensibles en vista de imágenes como las de los atentados de París de noviembre 2015. Otras ciudades como Londres (2005), Madrid (2004) o Nueva York (2001) ya vivieron hechos similares, atentados que impresionan mucho más a los ciudadanos occidentales que los atentados en países como Afganistán, Irak o Siria. Esos países y regiones no solo quedan lejos geográficamente, sino también religiosa y culturalmente.
Cuando explotan bombas en Bagdad y dejan cientos de muertos, nadie piensa en su seguridad en Alemania. Pero si un hombre entra gritando “Alá es grande” en una comisaria de París, el terror se siente cerca.
Alemania, la isla de los felices
A escala mundial, este país es envidiablemente seguro tanto en al interior como en al exterior. A pesar de eso, es necesario romper con ciertos tabúes. Después de los ataques de Nochevieja en varias ciudades alemanes, el debate está al rojo vivo. Un aspecto positivo, puesto que solo así se podrá hablar claramente de delitos criminales e inhumanos. No son nuevos, pero fue necesario que sucediese algo tan terrible para abrir la puerta a la discusión sobre la seguridad interna.
La seguridad interna no se limita a la defensa antiterrorista. Hay otras disciplinas como el extremismo de derecha e izquierda, zonas socialmente deprimidas, sociedades paralelas y todo un abanico de delitos diarios como robos y hurtos. Todo esto y mucho más es parte de la seguridad interna. Prácticamente todo el mundo ha sido víctima de un delito alguna vez, pero no hay sensación de inseguridad. Ahora, observando las reacciones a nuestro alrededor y, sobre todo, en las redes sociales, algo parece haber cambiado.
Injusticia tiene que ser castigada
Hasta ahora, viajar en metro por la noche no era problema para las mujeres. Todo cambio desde Nochevieja y para volver a recuperar la confianza en la seguridad se necesita un cambio de agujas. La sociedad es quién puede accionar la palanca. Las injusticias han de ser castigadas. No con leyes más duras, sino aplicando las existentes, incluida la deportación de delincuentes si es necesario. No se trata de xenofobia, sino de Estado de derecho. Las penas son también parte importante de la seguridad, ya que ofrecen la sensación de que el delito no quedará sin condena. El problema radica en que el porcentaje de delitos esclarecidos es bajo. Algunas veces prácticamente tendiendo a cero, como cuando se roba una bicicleta. Los ataques corporales son más fáciles de aclarar, pero los daños morales no se alivian fácilmente. Y cuantos más se produzcan y más se informe sobre ello, más aumentará la sensación de inseguridad. Incluso entre los que no están para nada afectados.
Se podría cambiar la tendencia invirtiendo correctamente en seguridad. Primero con presencia policial en las zonas públicas. Merecen apoyo moral y material, y aunque a veces las críticas contra la policía estén justificadas, deberían ser dirigidas a los responsables políticos. Actualmente vivimos las consecuencias de una máxima que se practica desde hace tiempo: “menos Estado, más privado”. Como consecuencia, aumentan los servicios de seguridad privada, algo que no todos pueden permitirse y además entierra lentamente el monopolio de la fuerza por parte del Estado.
¿Cómo parar esa creciente inseguridad? No será fácil, pero sí posible con un debate duro, sincero, amplio y paciente que desista de seguir lemas populistas. Una discusión en la que también habrá que hablar sobre el aumento de la videovigilancia o la intervención del Ejército en el interior. ¿O queremos acostumbrarnos a celebrar la Nochevieja en la puerta de Brandemburgo rodeados de miles de soldados?
El año de los refugiados
Nunca antes hubo tantos refugiados como en 2015. Muchos han llegado a Alemania. "Es un desafío histórico", señaló la canciller Angela Merkel. Una mirada retrospectiva a un año estremecedor.
Imagen: Reuters/O. Teofilovski
Grecia: una puerta hacia la UE
Estos jóvenes procedentes de Siria superaron una peligrosa etapa de su viaje. Llegaron a Grecia y, por ende, a la Unión Europea. Pero con ello no alcanzaron todavía su meta. Quieren seguir rumbo al norte, hacia otros países de la UE. La mayor parte huyó en 2015 a Alemania y Suecia.
Imagen: Reuters/Y. Behrakis
Peligro en el Mediterráneo
El camino que han recorrido encierra peligros mortales. Reiteradamente zozobraron embarcaciones no aptas para la travesía. Estos niños sirios y su padre tuvieron suerte. Fueron rescatados en el Mediterráneo por pescadores griegos de la isla Lesbos.
Imagen: Reuters/Y. Behrakis
La imagen que conmovió al mundo
Aylan Kurdi, de tres años de edad, no sobrevivió. A comienzos de septiembre se ahogó con su hermano y su madre en el Egeo, cuando intentaban llegar a la isla de Kos. La foto de este niño sirio muerto dio la vuelta al mundo, conmoviendo a miles de personas.
Imagen: Reuters/Stringer
Contrastes a la vista
Kos, a menos de cinco kilómetros de Turquía, es la meta de muchos refugiados. Llegan a las playas donde solo solía haber turistas. Este grupo de refugiados paquistaníes logró arribar con un bote inflable.
Imagen: Reuters/Y. Behrakis
Caos total
Muchos refugiados quedan varados en Kos, porque solo pueden continuar viaje a tierra continental tras haberse registrado. En el verano, la tensión escaló cuando las autoridades hicieron esperar a los refugiados en un estadio para hacer ese trámite, a pleno sol y sin agua.
Imagen: Reuters/Y. Behrakis
Un transbordador para refugiados
Debido a la insostenible situación imperante en la isla se produjeron disturbios. Para reducir la tensión, las autoridades griegas arrendaron un barco en el que se habilitaron posibilidades de alojamiento para 2.500 refugiados y una oficina de registro.
Imagen: Reuters/A. Konstantinidis
El dilema de Europa
Por la misma época, más al norte, en la frontera greco-macedonia, policías fronterizos impiden el paso a la gente. En el tumulto hay niños que lloran, separados de sus padres. "Pura desesperación" se llama la foto tomada por Georgi Licovski. La Unicef la distinguió como la foto del año, ya que plasma "el dilema de Europa y su responsabilidad".
Imagen: picture-alliance/dpa/G. Licovski
Un símbolo negativo
A fines del verano, Budapest se convirtió en un símbolo del fracaso de las autoridades y de la xenofobia. Miles de refugiados acampaban en los alrededores de una estación ferroviaria de capital húngara. El gobierno les prohibió continuar su viaje. En consecuencia, muchos siguieron su camino a pie, rumbo a Alemania.
Imagen: picture-alliance/dpa/B. Roessler
Se abre el paso
El 5 de septiembre se despejó el camino para los refugiados. La canciller alemana, Angela Merkel, tomó con su par austríaco, Werner Feymann, la decisión de permitir a la gente continuar el viaje. Varios trenes especiales y buses se dirigieron por esos días a Viena y Múnich.
Imagen: picture alliance/landov/A. Zavallis
Bienvenidos, refugiados
El primer fin de semana llegaron a Múnich cerca de 20.000 refugiados. En la estación central de la ciudad se reunieron innumerables voluntarios para atender a los refugiados y proporcionarles alimentos y vestimenta.
Imagen: Getty Images/AFP/P. Stollarz
"Lo lograremos"
Mientras Merkel era aclamada por los refugiados y los partidarios de darles asilo, en otros sectores de Alemania surgía el descontento. En una conferencia de prensa, Merkel respondió a las críticas con estas palabras: "Si tenemos que disculparnos por mostrar un rostro gentil en una situación de emergencia, este no es mi país". Otra frase se convirtió en su mantra: "Lo lograremos".
Imagen: Reuters/F. Bensch
Historias en el equipaje
A fines de septiembre, la policía publicó una imagen conmovedora. Una niña refugiada hizo este dibujo y se lo regaló a un policía de Passau. Muestra el horror que vivieron muchos refugiados y su gran alegría de estar por fin a salvo.
Imagen: picture-alliance/dpa/Bundespolizei
El drama continúa
A fines de octubre habían llegado a Alemania más de 750.000 refugiados. Pero el flujo no cesaba. Los países de la denominada "ruta de los Balcanes" se veían superados y cerraron sus fronteras. Solo se siguió permitiendo el paso a sirios, afganos e iraquíes. Como una forma de protesta, algunos refugiados de otros países se cosieron los labios.
Imagen: picture-alliance/dpa/G. Licovski
Sin final a la vista
"¡Ayúdanos, Alemania!", dicen los carteles de los manifestantes en la frontera con Macedonia. En Europa se acerca el invierno y miles de personas, incluyendo niños, se encuentran atrapadas en tierra de nadie. Entretanto, incluso Suecia, considerado un país abierto a los refugiados, estableció transitoriamente controles fronterizos. La UE cuenta para 2016 con otros tres millones de refugiados.