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Opinión: Israel vota hasta la extenuación

Sarah Judith Hofmann
25 de marzo de 2021

En Israel se repiten tantas veces las elecciones que se pone en peligro la democracia. El desencanto con la política crece, y las fuerzas periféricas de la sociedad se beneficiarán, dice Sarah Hofmann desde Tel Aviv.

Israel Parlamentswahl  | Wahlsieger Netanjahu
Imagen: Noam Moskowitz/dpa/picture alliance

Este 23 de marzo, los israelíes estaban llamados a elegir un nuevo Parlamento por cuarta vez en dos años. Y con él un primer ministro que sigue siendo el mismo desde hace doce años:  Benjamin Netanyahu. Y que desde hace varios años enfrenta juicios por corrupción.

Pero incluso después de estas elecciones no habrá una mayoría clara. Netanyahu y los posibles socios de coalición no lograron los escaños suficientes en el Parlamento. Pero tampoco los conseguirán los adversarios de Netanyahu.

Si lo que ocurre en Israel en estos momentos no fuera tan triste, esta farsa política causaría hilaridad. Pero lo que está en juego es nada menos que aquello de lo que a Israel le gusta presumir: ser la única democracia de Oriente Medio. Las elecciones no son un fin en sí mismas. El objetivo de unas elecciones democráticas es que surja un gobierno que realmente gobierne. Y no en el que un partido (el Likud de Netanyahu) se limite a bloquear un nuevo presupuesto para que Benny Gantz no se convierta en primer ministro (maniobra que obligó a esta nueva elección). Poner el pueblo a votar una y otra vez con la intención de que elija al que unos quieren, devalúa las elecciones y encubre lo que se esconde detrás la maniobra.

Lo que está en juego es nada menos que el Israel del futuro: ¿Qué grado de religiosidad debe tener el país? ¿Hasta qué punto debe moverse Israel hacia la derecha? E incluso ¿qué tan democrático quiere ser el país en el futuro?

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¿A favor o en contra de Netanyahu?

Sin embargo, en la campaña electoral, con demasiada frecuencia parecía tratarse sólo de la pregunta: ¿Está usted a favor o en contra de Netanyahu? Con la excepción del Partido Laborista, no se habló en absoluto de conversaciones de paz con los palestinos. Apenas hubo debate sobre el estado de bienestar y el altísimo coste de la vida. Benjamin Netanyahu se benefició de ello. Así pudo escenificarse como el padre del "milagro de la vacunación" de Israel y distraer la atención de sus fracasos en las fases anteriores de la pandemia.

Sarah Hofmann.Imagen: DW/P.Henriksen

Cuando el presidente de Israel, Reuven Rivlin, emitió su voto, expresó lo preocupado que estaba. Las elecciones, dijo, son "lo más sagrado de nuestra democracia". Cuatro elecciones en tan poco tiempo debilitaron la confianza de la población en el proceso democrático. Y sin embargo, dijo, no había otra opción. "¡Vayan a votar!", trató de convencer a los ciudadanos.

Fuerte descenso de la participación electoral

Aparentemente con poco éxito. La participación en estas elecciones fue significativamente menor que en las anteriores. Esto también ha beneficiado a los partidos de la periferia del espectro político, incluido el partido de extrema derecha y racista Sionismo Religioso, que tiene un ala que busca una teocracia judía. Netanyahu podría formar una coalición con estas fuerzas antidemocráticas, solo para seguir siendo primer ministro.

Al mismo tiempo, otras mayorías serían muy posibles en la derecha política. Pero hay partidos que descartan, con razón, la cooperación con Netanyahu. Así que la única posibilidad sería que los partidos que quieren forzar la salida del primer ministro de larga duración se unieran. Aunque sean extremadamente diferentes en su contenido, desde el nacionalismo de derecha hasta el de izquierda.

Unas quintas elecciones en un plazo muy breve erosionarían aún más la confianza en la democracia y podrían fortalecer a los extremistas. Ese sería un acontecimiento triste para Israel.

(jov/er)

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