En Israel se repiten tantas veces las elecciones que se pone en peligro la democracia. El desencanto con la política crece, y las fuerzas periféricas de la sociedad se beneficiarán, dice Sarah Hofmann desde Tel Aviv.
Pero incluso después de estas elecciones no habrá una mayoría clara. Netanyahu y los posibles socios de coalición no lograron los escaños suficientes en el Parlamento. Pero tampoco los conseguirán los adversarios de Netanyahu.
Si lo que ocurre en Israel en estos momentos no fuera tan triste, esta farsa política causaría hilaridad. Pero lo que está en juego es nada menos que aquello de lo que a Israel le gusta presumir: ser la única democracia de Oriente Medio. Las elecciones no son un fin en sí mismas. El objetivo de unas elecciones democráticas es que surja un gobierno que realmente gobierne. Y no en el que un partido (el Likud de Netanyahu) se limite a bloquear un nuevo presupuesto para que Benny Gantz no se convierta en primer ministro (maniobra que obligó a esta nueva elección). Poner el pueblo a votar una y otra vez con la intención de que elija al que unos quieren, devalúa las elecciones y encubre lo que se esconde detrás la maniobra.
Lo que está en juego es nada menos que el Israel del futuro: ¿Qué grado de religiosidad debe tener el país? ¿Hasta qué punto debe moverse Israel hacia la derecha? E incluso ¿qué tan democrático quiere ser el país en el futuro?
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¿A favor o en contra de Netanyahu?
Sin embargo, en la campaña electoral, con demasiada frecuencia parecía tratarse sólo de la pregunta: ¿Está usted a favor o en contra de Netanyahu? Con la excepción del Partido Laborista, no se habló en absoluto de conversaciones de paz con los palestinos. Apenas hubo debate sobre el estado de bienestar y el altísimo coste de la vida. Benjamin Netanyahu se benefició de ello. Así pudo escenificarse como el padre del "milagro de la vacunación" de Israel y distraer la atención de sus fracasos en las fases anteriores de la pandemia.
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Cuando el presidente de Israel, Reuven Rivlin, emitió su voto, expresó lo preocupado que estaba. Las elecciones, dijo, son "lo más sagrado de nuestra democracia". Cuatro elecciones en tan poco tiempo debilitaron la confianza de la población en el proceso democrático. Y sin embargo, dijo, no había otra opción. "¡Vayan a votar!", trató de convencer a los ciudadanos.
Fuerte descenso de la participación electoral
Aparentemente con poco éxito. La participación en estas elecciones fue significativamente menor que en las anteriores. Esto también ha beneficiado a los partidos de la periferia del espectro político, incluido el partido de extrema derecha y racista Sionismo Religioso, que tiene un ala que busca una teocracia judía. Netanyahu podría formar una coalición con estas fuerzas antidemocráticas, solo para seguir siendo primer ministro.
Al mismo tiempo, otras mayorías serían muy posibles en la derecha política. Pero hay partidos que descartan, con razón, la cooperación con Netanyahu. Así que la única posibilidad sería que los partidos que quieren forzar la salida del primer ministro de larga duración se unieran. Aunque sean extremadamente diferentes en su contenido, desde el nacionalismo de derecha hasta el de izquierda.
Unas quintas elecciones en un plazo muy breve erosionarían aún más la confianza en la democracia y podrían fortalecer a los extremistas. Ese sería un acontecimiento triste para Israel.
(jov/er)
Tierra Prometida, tierra de conflicto
¿Triunfo o catástrofe? Tras el Holocausto, el 14 de mayo de 1948 marcó un vuelco en la historia judía, al instaurarse el Estado de Israel.
Imagen: picture-alliance/dpa
El triunfo de la esperanza
El 14 de mayo de 1948, David Ben Gurión proclamó la instauración del Estado de Israel. La fecha de ese aniversario corresponde ahora al 19 de abril según el calendario hebreo. Ben-Gurión se refirió a la historia del pueblo judío recordando: "Nunca perdió la esperanza", y "nunca se acalló su plegaria por el retorno y la libertad". Los judíos habían regresado por fin a su lugar de origen.
Imagen: picture-alliance/dpa
En la ONU
Un triunfo diplomático: la bandera del nuevo Estado fue izada de inmediato ante el edificio de las Naciones Unidas en Nueva York. Para los israelíes, el reconocimiento internacional significó un paso más hacia la seguridad y la libertad.
Imagen: Getty Images/AFP
La hora más negra
La importancia de la fundación del Estado de Israel queda especialmente de manifiesto ante el trasfondo del Holocausto. Durante la II Guerra Mundial, los nazis asesinaron a unos 6 millones de judíos en los campos de concentración y las cámaras de gas. La foto muestra a los prisioneros del campo de concentración de Auschwitz tras su liberación.
Imagen: picture-alliance/dpa/akg-images
"Nakba" - la catástrofe
Los palestinos recuerdan la fundación del Estado de Israel con el término "nakba": catástrofe. Cerca de 700.000 personas tuvieron que abandonar su tierra para hacer lugar a los ciudadanos del nuevo Estado. La instauración del Estado de Israel marca así el inicio del conflicto del Medio Oriente que, 70 años más tarde, no ha logrado ser superado, pese a numerosos intentos de mediación.
Imagen: picture-alliance/CPA Media
De cara al futuro
La autopista Nr. 2 no solo conecta a las ciudades de Tel Aviv y Netanya; también refleja el ansia de progreso del joven Estado. La carretera fue inaugurada en 1950 por la primera ministra israelí Golda Meir, quien aplicó una severa política económica y de modernización.
Imagen: Photo House Pri-Or, Tel Aviv
Los kibutz, un paraíso para los niños
Las granjas colectivas conocidas como kibutz se extendieron por todo Israel, especialmente en los primeros años que siguieron a la instauración del Estado judío. Sobre todo judíos seculares y de tendencia socialista materializaron allí sus visiones de la vida en comunidad.
Imagen: G. Pickow/Three Lions/Hulton Archive/Getty Images
Seis días de guerra
Las tensiones con los vecinos árabes no amainaron. En 1967 desembocaron en la Guerra de los Seis Días, en la que Israel derrotó a Egipto, Jordania y Siria y tomó el control de Jerusalén Oriental y la Cisjordania. Fue el capítulo inicial de una serie de enfrentamientos y guerras en la región.
Imagen: Keystone/ZUMA/IMAGO
Asentamientos conflictivos
La política israelí de asentamientos azuzó continuamente el conflicto con los palestinos. La Autoridad Autonómica acusó a Israel de hacer imposible el futuro Estado Palestino, con su sostenida política de construcción de asentamientos. También la ONU ha condenado esas construcciones, sin que Israel haya enmendado el rumbo.
Imagen: picture-alliance/newscom/D. Hill
Ira, odio y piedras
En 1987, los palestinos se rebelaron contra el dominio israelí en los territorios ocupados. La protesta se inició en la ciudad de Gaza y se propagó rápidamente a Jerusalén Oriental y la Cisjordania. El alzamiento se prolongó durante años y terminó con la firma del acuerdo de Oslo en 1993.
Imagen: picture-alliance/AFP/E. Baitel
¿Por fin paz?
Con la mediación del entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, el primer ministro israelí, Yitzhak Rabin, y del jefe de la OLP, Jasser Arafat, emprendieron en 1993 conversaciones de paz que condujeron al Acuerdo de Oslo. En él, ambas partes reconocieron oficialmente a la otra. El asesinato de Rabin, perpetrado dos años después por un joven radical israelí, echó por tierra el acuerdo.
Imagen: picture-alliance/CPA Media
Acercamiento en la Knesset
El Holocausto marca las relaciones germano-israelíes hasta el día de hoy. En febrero del año 2000, el entonces presidente germanofederal, Johannes Rau, pronunció un discurso ante la Knesset, en alemán. Fue un hito que exigió una superación a ambas partes y un paso más de acercamiento, de gran peso simbólico.
Imagen: picture-alliance/dpa
El muro israelí
La política israelí de asentamientos endureció los frentes del conflicto del Medio Oriente. En 2002 comenzó la construcción de un muro de 107 kilómetros de largo en la Cisjordania. La barrera contuvo en buena medida la violencia, pero no resolvió los problemas políticos.