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Opinión: Kofi Annan, el agridulce legado de un gran africano

Ludger Schadomsky
19 de agosto de 2018

La figura de Kofi Annan suele compararse con la de Nelson Mandela. Como el sudafricano, Annan ha hecho mucho por la imagen de África. Pero su legado tiene fisuras, opina Ludger Schadomsky.

Imagen: Reuters/Maxwells

Honra a Kofi Annan el hecho de haber sido retrospectivamente autocrítico sobre su papel previo al genocidio de Ruanda en 1994 y haber pedido disculpas por ello. El comandante de la misión de la ONU en Ruanda advirtió una y otra vez que una masacre amenazaba al país. La oficina de Annan en Nueva York ignoró repetidamente los faxes enviados desde Kigali hasta que fue demasiado tarde y más de 800.000 tutsis y hutus moderados habían perdido la vida. El comandante canadiense Romeo Dallaire intentó después quitarse la vida y cargó al siempre afable Kofi Annan con la responsabilidad última del fracaso de la ONU.

Tampoco en el sangriento conflicto sudanés de Darfur jugó la ONU, ya bajo dirección de Annan, un papel convincente. La "diplomacia tranquila” de Annan resultó demasiado suave con el régimen asesino de Jartum. Eso es algo que el propio Annan también reconoció (demasiado) tarde.

Premio Nobel a pesar de todo

Sería presuntuoso culpar ahora a Annan por todos los conflictos y víctimas que se produjeron durante su mandato, sobre todo en su continente de origen. Ciertamente, la fama del ghanés, galardonado en 2001 con el Premio Nobel de la Paz, era considerablemente mejor a nivel internacional que en el propio cuartel general de la organización. Voces críticas internas lo acusaban de que su forma de dirigir era demasiado laxa y que tenía poca capacidad de imponerse para emprender las urgentes reformas que necesitaba la ONU. Una vez más, surge la comparación con Nelson Mandela. Mientras en el extranjero era celebrado como ídolo de masas, en su propio país se acumulaban las críticas por la lentitud de sus reformas políticas. Además, los dos grandes africanos sufrieron acusaciones de corrupción dentro de su propio círculo familiar. 

Ludger Schadomsky.Imagen: DW/P. Böll

Mediático mensajero de la paz

Tras su mandato al frente de la ONU, el diplomático Annan se involucró en diversos conflictos, lanzó advertencias y prologó libros. Su misión mediadora en Kenia obtuvo cierto éxito, pero, enervado, arrojó la toalla como mediador para Siria tras pocos meses en el puesto.

El legado de Kofi Annan perdura en el trabajo de la fundación que lleva su nombre, pero, sobre todo, en el "Centro de Entrenamiento Internacional para la Paz Kofi Annan”, con sede en su Ghana natal. Se trata de una institución que desde hace muchos años forma fuerzas militares y civiles para misiones de paz internacionales. Cuando estos hombres y mujeres estén en condiciones en el futuro de proteger a la población de todo el mundo de genocidios como el de Ruanda, el nombre de Annan quedará de forma póstuma alineado con el de los grandes padres del continente africano. Será considerado como un embajador de la paz que despertó gran atención internacional y cuyas formas tranquilas y afables resultaron trágicamente demasiado suaves en algunas ocasiones. Uno de los grandes proyectos de Annan, la largamente esperada reforma de las Naciones Unidas, quedó sin llevarse a cabo. Y eso es ahora algo más necesario que nunca, como demuestra el duradero conflicto en Siria. 

Autor: Ludger Schadomsky (MS/DZC)

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