El discurso del presidente de la Comisión Europea (CE), Jean-Claude Juncker, revela su frustración y el aislamiento de la canciller alemana en Bruselas, opina Max Hofmann.
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Al principio, la conferencia de prensa de año nuevo del presidente de la CE parece simplemente sobria. Juncker hace recuento del pasado año, habla sobre las relaciones con el Parlamento Europeo (¡una historia de éxito!) y sobre el aún flotante fondo de inversión (hasta ahora sin éxito). Entonces, llegan nuevamente los insistentes llamados a los socios de la Unión Europea (UE), a que asuman finalmente su responsabilidad, sobre todo en la crisis migratoria.
“Estoy harto de que la Comisión reciba críticas y los Estados miembros no cumplan sus obligaciones.” Los periodistas en Bruselas han oído ya bastante esta frase. Pero nunca antes las palabras de Jean-Claude Junckers han venido cargadas de tanta frustración. Él, que en la asunción de su cargo ante la Comisión había llamado a aprovechar la última oportunidad, ve como ese chance se pierde sin remedio. Todos los planes para controlar la crisis migratoria –la protección de las fronteras, el establecimiento de “puntos calientes” para el registro de migrantes y, sobre todo, la justa redistribución de refugiados dentro de la UE, se ha vuelto humo.
Merkel tiene cada vez menos aliados
No quiere desistir aún, asegura un Juncker combativo, pero los hechos hablan otro idioma. Los países comunitarios debían acoger 160.000 refugiados. Sería una gota en este océano. Pero ni siquiera esta gota cae. Hasta ahora, muy pocas personas han abordado aeronaves para, en el marco del procedimiento acordado, trasladarse a una nueva patria de acogida dentro de la UE. Los países del llamado grupo Visegrád (o V4), en el este del bloque, sobre todo Hungría y Polonia, se niegan sencillamente a colaborar, pese a los acuerdos oficiales. Incluso en países como Francia, el plan tiene una escasa aceptación.
A la canciller alemana, Angela Merkel, que defiende este plan como nadie, se le están agotando los aliados en Bruselas. Juncker, cuya diligencia con Berlín suele levantar ronchas, parece ser –irónicamente− uno de los últimos. Defiende con todas sus fuerzas no sólo el plan para los refugiados, sino –con él− a toda la UE, su UE, a la que ha contribuido durante décadas. La llamada “crisis de los refugiados”, la silenciosa restauración de los controles fronterizos, coarta la libertad de viajar de las personas en la Unión, o sea, el Tratado de Schengen. Y quién amenace a Schengen, amenaza el mercado interno del bloque, el mercado laboral y, en definitiva, al euro y toda la UE, argumenta Juncker.
Sin otra opción que el cierre de fronteras
El ministro alemán de Finanzas ha dado un espaldarazo a Juncker en Bruselas. Si también Alemania se ve obligada a cerrar sus fronteras, sería “un enorme peligro para Europa”, advirtió. ¡Y tiene razón! No se ha dicho tan claramente hasta ahora. Pero eso no ayuda, lamentablemente, en nada. Quien evalúe lógica y detenidamente la actual situación en su complejidad, sabrá que, al final, la canciller alemana, Alemania, no tendrá otra opción que cerrar sus fronteras.
Juncker también mencionó en su discurso otros asuntos pendientes de Europa para 2016: el posible “brexit”, los peligros para el Estado de Derecho en Polonia, el lento crecimiento económico, etcétera, etcétera, etcétera... Pero sólo la crisis migratoria tiene realmente el potencial de convertirse en la pesadilla definitiva de la UE. Todos los ministros y todos los jefes de Estado y de Gobierno del bloque lo saben. El misterio es por qué algunos se resisten aún a aportar algo constructivo a la solución. ¿Será la esperanza en que los demás lo resuelvan? ¿Un deseo de vengarse de Merkel? ¿Venganza por todas las sesiones de madrugada de los últimos años, por su interferencia, por su intransigencia en algunos temas?
Última oportunidad… ¿perdida?
Mientras más se debilita Merkel en Alemania, más se fortalecen sus enemigos en la UE. Juncker también lo sabe. Entre otras razones, es por ese motivo que apoya sus planes para hacer frente a la crisis migratoria. Es la alianza de dos viejos guerreros de los escenarios europeos. Quizás no dure mucho, pues no existe ni la más mínima señal de que el actual plan llegue a funcionar en algún momento. Entre bambalinas, incluso avezados políticos alemanes en Bruselas aseguran que la idea de una redistribución justa de refugiados entre los Estados de la UE ha muerto. Así que es posible que se haya hecho demasiado tarde para aprovechar esa “última oportunidad” en la que ha insistido Juncker.
Usted también puede leer este comentario en alemán aquí.
El año de los refugiados
Nunca antes hubo tantos refugiados como en 2015. Muchos han llegado a Alemania. "Es un desafío histórico", señaló la canciller Angela Merkel. Una mirada retrospectiva a un año estremecedor.
Imagen: Reuters/O. Teofilovski
Grecia: una puerta hacia la UE
Estos jóvenes procedentes de Siria superaron una peligrosa etapa de su viaje. Llegaron a Grecia y, por ende, a la Unión Europea. Pero con ello no alcanzaron todavía su meta. Quieren seguir rumbo al norte, hacia otros países de la UE. La mayor parte huyó en 2015 a Alemania y Suecia.
Imagen: Reuters/Y. Behrakis
Peligro en el Mediterráneo
El camino que han recorrido encierra peligros mortales. Reiteradamente zozobraron embarcaciones no aptas para la travesía. Estos niños sirios y su padre tuvieron suerte. Fueron rescatados en el Mediterráneo por pescadores griegos de la isla Lesbos.
Imagen: Reuters/Y. Behrakis
La imagen que conmovió al mundo
Aylan Kurdi, de tres años de edad, no sobrevivió. A comienzos de septiembre se ahogó con su hermano y su madre en el Egeo, cuando intentaban llegar a la isla de Kos. La foto de este niño sirio muerto dio la vuelta al mundo, conmoviendo a miles de personas.
Imagen: Reuters/Stringer
Contrastes a la vista
Kos, a menos de cinco kilómetros de Turquía, es la meta de muchos refugiados. Llegan a las playas donde solo solía haber turistas. Este grupo de refugiados paquistaníes logró arribar con un bote inflable.
Imagen: Reuters/Y. Behrakis
Caos total
Muchos refugiados quedan varados en Kos, porque solo pueden continuar viaje a tierra continental tras haberse registrado. En el verano, la tensión escaló cuando las autoridades hicieron esperar a los refugiados en un estadio para hacer ese trámite, a pleno sol y sin agua.
Imagen: Reuters/Y. Behrakis
Un transbordador para refugiados
Debido a la insostenible situación imperante en la isla se produjeron disturbios. Para reducir la tensión, las autoridades griegas arrendaron un barco en el que se habilitaron posibilidades de alojamiento para 2.500 refugiados y una oficina de registro.
Imagen: Reuters/A. Konstantinidis
El dilema de Europa
Por la misma época, más al norte, en la frontera greco-macedonia, policías fronterizos impiden el paso a la gente. En el tumulto hay niños que lloran, separados de sus padres. "Pura desesperación" se llama la foto tomada por Georgi Licovski. La Unicef la distinguió como la foto del año, ya que plasma "el dilema de Europa y su responsabilidad".
Imagen: picture-alliance/dpa/G. Licovski
Un símbolo negativo
A fines del verano, Budapest se convirtió en un símbolo del fracaso de las autoridades y de la xenofobia. Miles de refugiados acampaban en los alrededores de una estación ferroviaria de capital húngara. El gobierno les prohibió continuar su viaje. En consecuencia, muchos siguieron su camino a pie, rumbo a Alemania.
Imagen: picture-alliance/dpa/B. Roessler
Se abre el paso
El 5 de septiembre se despejó el camino para los refugiados. La canciller alemana, Angela Merkel, tomó con su par austríaco, Werner Feymann, la decisión de permitir a la gente continuar el viaje. Varios trenes especiales y buses se dirigieron por esos días a Viena y Múnich.
Imagen: picture alliance/landov/A. Zavallis
Bienvenidos, refugiados
El primer fin de semana llegaron a Múnich cerca de 20.000 refugiados. En la estación central de la ciudad se reunieron innumerables voluntarios para atender a los refugiados y proporcionarles alimentos y vestimenta.
Imagen: Getty Images/AFP/P. Stollarz
"Lo lograremos"
Mientras Merkel era aclamada por los refugiados y los partidarios de darles asilo, en otros sectores de Alemania surgía el descontento. En una conferencia de prensa, Merkel respondió a las críticas con estas palabras: "Si tenemos que disculparnos por mostrar un rostro gentil en una situación de emergencia, este no es mi país". Otra frase se convirtió en su mantra: "Lo lograremos".
Imagen: Reuters/F. Bensch
Historias en el equipaje
A fines de septiembre, la policía publicó una imagen conmovedora. Una niña refugiada hizo este dibujo y se lo regaló a un policía de Passau. Muestra el horror que vivieron muchos refugiados y su gran alegría de estar por fin a salvo.
Imagen: picture-alliance/dpa/Bundespolizei
El drama continúa
A fines de octubre habían llegado a Alemania más de 750.000 refugiados. Pero el flujo no cesaba. Los países de la denominada "ruta de los Balcanes" se veían superados y cerraron sus fronteras. Solo se siguió permitiendo el paso a sirios, afganos e iraquíes. Como una forma de protesta, algunos refugiados de otros países se cosieron los labios.
Imagen: picture-alliance/dpa/G. Licovski
Sin final a la vista
"¡Ayúdanos, Alemania!", dicen los carteles de los manifestantes en la frontera con Macedonia. En Europa se acerca el invierno y miles de personas, incluyendo niños, se encuentran atrapadas en tierra de nadie. Entretanto, incluso Suecia, considerado un país abierto a los refugiados, estableció transitoriamente controles fronterizos. La UE cuenta para 2016 con otros tres millones de refugiados.