Mientras la crisis europea se agrava, el presidente alemán expresa su comprensión con las estrategias de aislamiento en el continente. Sus palabras reflejan el temor ante el fracaso de la UE, cree Christoph Strack.
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Se pelean, actúan unos contra otros, se reúnen en cumbres y finalmente terminan reconciliándose: los jefes de Estado y de Gobierno de Europa y los ministros del Interior europeos, así como los expertos para superar la crisis de refugiados. “Hace tiempo que ya no solo se trata de encontrar una solución a la crisis de refugiados”, dice el presidente alemán, Joachim Gauck. Y tiene razón.
Sin embargo, también aboga por la comprensión con aquellos países que apuestan por el aislamiento y las fronteras cerradas. Tampoco descarta que las soluciones europeas y regionales, como las “estrategias de aislamiento”, se puedan complementar. Pedir que se acepten las vallas, ¡es una exigencia muy fuerte! Pareciera ser el precio que el presidente germano está dispuesto a pagar a fin de que nuevamente haya más unidad en Europa. Gauck hizo hincapié en que Europa solo podrá contribuir a frenar y combatir las causas de la migración si los países miembros unen fuerzas.
Nuevos nacionalismos
En las semanas pasadas se han abierto grietas en Europa. La canciller alemana que desde hace meses aboga por un rumbo conjunto –el fortalecimiento de las fronteras exteriores, el rechazo a un límite al número de refugiados– ha perdido un aliado tras otro. Austria, el socio de Merkel en las primeras horas dramáticas de septiembre de 2015, fue el último en abandonarla, haciendo causa común con los países occidentales de los Balcanes.
El alma europea, si es que jamás existió algo así, se nos está yendo entre los dedos. Y no solo por culpa de los populismos. Ante el miedo a las grandes ideas, a los proyectos demasiado grandes, han surgido nuevos nacionalismos en tiempos de la globalización.
No es la primera vez que Gauck diagnostica numerosas tensiones dentro de la Unión Europa. Sin embargo, pocas veces han sido “tan fuertes” como en la actualidad, dice. La voluntad sincera de encontrar un punto en común es demasiado débil. Y como consecuencia, la UE también es demasiado débil, agrega.
Sus palabras reflejan desilusión. La Europa de hoy ya no es el continente pacífico de Konrad Adenauer, Robert Schuman o Alcide de Gasperi que resucitaba de las cenizas. En lugar de compartir una visión de un futuro mejor, se practica una sobria política real.
Llama la atención que el presidente germano no exhortara en primer lugar a los ciudadanos de a pie a no dejarse llevar por “los miedos y las promesas populistas”. No, su principal destinatario son los Gobiernos. Su mensaje de advertencia va dirigido sobre todo a los mandatarios en el centro y este de Europa, así como a los políticos alemanes. Y quizá también sea una amarga advertencia de incluir a aquellos que construyen vallas y buscan aislarse.
Aterradora debilidad de la UE
En lo que va del año, Joachim Gauck se ha pronunciado en varias ocasiones sobre la crisis de refugiados. Por ejemplo, en el Foro Económico Mundial en Davos, donde mencionó reiteradas veces en su discurso la palabra “límites” o en una entrevista concedida a una emisora de radio a principios de febrero. En ambas ocasiones parecía estar tendiendo puentes, también con la canciller alemana. Ahora exhorta a repensar la solidaridad europea en la crisis de refugiados.
Gauck recuerda a los europeos qué tan dramática es la actual situación y que se trata de un momento decisivo en la historia europea. Eso está bien. Sin embargo, su advertencia también pone claramente de manifiesto la aterradora debilidad de la UE. Y es que un continente con 500 millones de habitantes no es capaz de acoger a entre dos y tres millones de refugiados. La actual disputa –como también se deduce de su discurso– pone en evidencia la crisis del continente, una crisis de sentido. Europa, y en consecuencia también Alemania, se enfrenta a un momento decisivo.
Francia: la miseria de los refugiados kurdos
En la localidad de Grande-Synthe, cerca de Dunkerque, 2.000 refugiados kurdos aguardan una posibilidad para continuar su viaje a Gran Bretaña. El lodo y el frío agudizan su miseria. El Estado francés no interviene.
Imagen: DW/B. Riegert
Refugiados varados en Francia
Unos 2.000 hombres, mujeres y niños viven en el campamento improvisado en la localidad francesa de Grande-Synthe, cerca de Dunkerque. Allí los refugiados kurdos han construido pequeñas tiendas de campaña. Aquí documentamos sus extremas condiciones de vida.
Imagen: DW/B. Riegert
Esperando
Lizman es originario de la región del Kurdistán iraquí. “En casa hay guerra”, dice. Su meta es llegar a Inglaterra. En el campamento ha instalado un pequeño café en una barraca de madera. Este es el punto de encuentro de los jóvenes.
Imagen: DW/B. Riegert
Meta: Gran Bretaña
El iraquí Asis ha pedido prestado un martillo para repara su tienda de campaña y evitar que entren el lodo y el frío. El joven kurdo quiere atravesar el Canal de la Mancha. Para ello, tendría que pagar a un “coyote” hasta 5.000 euros. “Del otro lado todo tiene que ser mejor”, espera Asis.
Imagen: DW/B. Riegert
Una chispa de esperanza
No se sabe cuántos niños viven en el campamento en medio de la basura y el lodo. Voluntarios han recolectado peluches, y de vez en cuando los reparten en la “tienda de campaña de los niños”.
Imagen: DW/B. Riegert
Hundimiento
Esta muñeca se le cayó a un niño en el lodo. Muchas esperanzas se hunden en el campamento. En las noches el frío es inclemente y no hay luz eléctrica. Solo hay unos cuantos inodoros químicos portátiles y un par de duchas.
Imagen: DW/B. Riegert
Voluntarios de Inglaterra
Chris Bailey fue soldado en Irak. Ahora ayuda a los migrantes que quieren llegar a Inglaterra. “Las condiciones aquí son peores que algunas cosas que vi en la guerra”, dice el veterano. En el campamento, reparte cobijas y botas de hule.
Imagen: DW/B. Riegert
Bienvenidos a Francia
Denise (izq.) y Maryse ofrecen té a los migrantes y platican con ellos. Las señoras viven en una bonita casa particular enfrente del campamento: dos mundos separados por una calle. “Las autoridades no se ocupan” de los refugiados, dice Denise. Muchos de sus vecinos quieren que los migrantes desaparezcan.
Imagen: DW/B. Riegert
¿Dónde están los políticos?
Los voluntarios han bautizado los caminos lodosos con nombres de políticos europeos. La avenida “François Hollande” se llama así porque el Gobierno francés no ha mostrado ningún interés por el campamento improvisado. La Policía tampoco interviene, pese a que algunos habitantes del campamento informan de enfrentamientos violentos entre grupos de migrantes, sobre todo en las noches.
Imagen: DW/B. Riegert
Ayuda alemana
A la ciudad alemana de Múnich ya no arriban tantos refugiados. “Aquí nos necestian”, dice Sinan von Stietencorn, de la cocina popular “Volxküche München”. Junto con amigos ha viajado de Baviera al Canal de la Mancha para repartir comida a los migrantes.
Imagen: DW/B. Riegert
Auxilio
La organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) vacuna a los refugiados contra sarampión y gripe. La humedad, el frío y la falta de higiene afectan sobre todo a los niños. MSF construye un nuevo campamento en Grande-Synthe, puesto que el Estado pareciera no sentirse responsable. Se trata del primer campamento de la organización humanitaria en ese país de la UE.
Imagen: DW/B. Riegert
Una cueva en el infierno
Asim cuenta que huyó del Estado Islámico en Irak. En el campamento ha luchado por un lugar limpio. En su pequeña cueva incluso ofreció un té a nuestra reportera de Deutsche Welle Catherine Martens. “Todos quieren continuar su viaje”, dice Asim.
Imagen: DW/B. Riegert
Tan lejos del sueño
El puerto de Dunkerque se encuentra a diez kilómetros del campamento improvisado. No obstante, las posibilidades de los migrantes kurdos de llegar a Inglaterra son mínimas. Casi ninguno quiere solicitar asilo en Francia. ¿Pagarán a algún “coyote”? ¿Regresarán a Bélgica o Alemania? ¿O simplemente seguirán aguardando?